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Foro milicia y democracia

Tierno tuvo miedo con las calles franquistas. ¿Y Carmena?

 Como dice el profesor Raúl Morodo, la Transición fue una transacción entre los demócratas procedentes de la oposición a Franco y los demócratas procedentes del franquismo.

Una de las concesiones que los demócratas antifranquistas hicieron a los demócratas-franquistas fue que el ejército se mantuviese en el mismo estado en que lo había dejado Franco antes de su muerte. Esta concesión era fundamental para que los demócratas-franquistas pudieran tener la garantía de que el proceso no se les iba a ir de las manos. De esta forma, los opositores a Franco vivieron aterrorizados durante los primeros años de la Transición, bajo la amenaza de una intervención militar. Por eso Tierno Galván siendo Alcalde de Madrid disponía de una residencia secreta donde esconderse, ante la posibilidad de un golpe de estado.

En esta situación de pánico por parte de los demócratas, el Viejo Profesor, en enero de 1980, tuvo la valentía de quitar el nombre franquista a las 27 calles más importantes de la capital. Para ello recurrió a la ingeniosa estratagema de devolver a las calles el nombre que tenían antes de la instauración de la República. Con este argumento, los generales, que entonces tenían sus sables en alto, no tuvieron más remedio que aceptar el cambio y la Avenida del Generalísimo se convirtió en Paseo de la Castellana, con la oposición de los demócratas-franquistas que tildaron al Viejo Profesor de imprudente.

El único fallo de esta estrategia de Tierno es que las calles franquistas que no existían en tiempos de la monarquía de Alfonso XIII permanecieron con el nombre recibido durante la Dictadura. Este fue el caso de la calle del General Yagüe que siguió con su nombre a pesar de ser el responsable de la muerte de 4.000 prisioneros pacenses en agosto de 1936, según él mismo manifestó a John T. Whitaker, corresponsal de guerra del New York Herald Tribune.

Junto a la calle del General Yagüe continuaron vigentes otros nombres franquistas como el General Moscardó, Caídos de la División Azul, Comandante Zorita, etc. Tierno no tenía posibilidad de cambiar estas calles sin causar un gran malestar entre los generales y han permanecido con su nombre original durante todos los años de democracia.

Después de la publicación de la Ley de la Memoria Histórica del 2007, nada hizo el Ayuntamiento de Madrid por aplicarla, hasta que Carmena, ocho años después de entrar en vigor la Ley, cometió el error de encargar a la Cátedra de la Memoria Histórica de la Universidad Complutense de Madrid la elaboración de la lista de calles y monumentos franquistas susceptibles de ser retirados. El resultado de este encargo fue lo que la propia Carmena calificó como “disparate”. A este primer error siguieron otros, también muy criticados por la prensa conservadora y no tan conservadora, como retirar una placa de un cementerio privado, llevarse el monumento al alférez provisional sin cumplir los requisitos legales etc.

Ante tal cúmulo de “disparates” no se le ocurrió otra cosa a Carmena que crear el Comisionado de la Memoria Histórica de Madrid y le encargó el trabajo a su amiga Francisca Sauquillo con la consigna de que no se volviesen a producir críticas de la prensa conservadora. Para conseguir este objetivo, el Comisionado se formó con algunas personas de tendencia conservadora y con la ausencia de cualquier afectado por la represión franquista, o asociación, o experto relacionado con el tema. La consigna del Comisionado es no dar pie a la prensa conservadora para que ataque de nuevo a Carmena por los fallos cometidos con el asunto de la memoria histórica, pero los errores se siguen sucediendo, veamos:

Francisca Sauquillo para poder cumplir con las directrices de Carmena de no molestar a nadie con el cambio de calles, se encontró entre otros con dos problemas, la calle de Caídos de la División Azul y la del Comandante Zorita.

Quitar el nombre a los Caídos de la División Azul hería la susceptibilidad de los familiares de los que allí perdieron su vida, la mayoría de ellos ligados de una forma u otra a la Falange. Para paliar el enfado de las familias no se le ocurrió otra cosa al Comisionado que darle el nombre de la calle a una falangista, Mercedes Fórmica, ignorando que el Ayuntamiento de Cádiz, en aplicación de la misma Ley de la Memoria Histórica ya había retirado un busto de la susodicha. El Ayuntamiento de Madrid no va a poner el nombre de Mercedes Fórmica a una calle porque esta señora fuese escritora o feminista, no, va a concederle una calle porque era falangista, para así evitar protestas de las familias de los divisionarios fallecidos.

El caso del Comandante Zorita es aún más rocambolesco. La familia del Comandante Zorita pidió al Comisionado que no se le retirara la calle porque su antepasado había sido el primer español en pasar la barrera del sonido y que en todo caso aceptarían cambiar el nombre de la calle a, Piloto Zorita, o Aviador Zorita. El Comisionado, para no enfadar a la familia del Comandante Zorita ha decidido poner a la calle el nombre de Aviador Zorita por ser el primer español en pasar la barrera del sonido, como si eso hubiese tenido algún mérito.

Sí fue un mérito pasar la barrera del sonido en los años 40 del siglo pasado, pero no en el año 1954 que es cuando la pasó el Comandante Zorita. En los años 40, los pilotos de prueba se lanzaban en picado en aviones prototipo, sin saber si iban a lograr su propósito o el avión se iba a desintegrar durante la maniobra, como sucedió en cerca de veinte ocasiones.

El primer piloto que consiguió oficialmente atravesar la barrera del sonido fue Chuk Yeager el 14 de octubre de1947, volando un avión experimental, el Bell X-1. Con Yeager nació el mito de haber pasado la barrera del sonido, mito que perdura hasta nuestros días.

Después de 1947 se comenzaron a fabricar en serie múltiples modelos de aviones supersónicos cuyos tripulantes alardeaban y alardean de haber pasado la barrera del sonido. Sobrepasar la barrera del sonido en estos aviones fabricados en serie no tiene absolutamente ningún mérito, lo puede hacer cualquier piloto que haga el curso para volar ese tipo de avión.

Los primeros modelos de aviones supersónicos no pasaban la velocidad del sonido en vuelo nivelado, había que ganar altura y lanzarse en picado con el motor a la máxima potencia, pero sin correr riesgo alguno pues el avión estaba diseñado y probado para superar la velocidad del sonido. En velocidades próximas a la del sonido, estos aviones comenzaban a vibrar y los mandos no respondían con normalidad, pero eso ya se sabía y no era ninguna sorpresa. Ese era el caso del Mystère II, o del F-86, por citar algunos ejemplos.

En 1954 pasar la barrera del sonido en cualquiera de estos aviones era pura rutina, lo podía hacer cualquier piloto de caza. Eso sucedió con el Comandante Zorita que en 1954 fue destinado a la Base Aérea de Brétigny (Francia) para realizar un curso. Una de las clases consistía en pasar la barrera del sonido en un Mystère II, algo rutinario que ya habían llevado a cabo todos los alumnos que habían volado el Mystère II desde que había salido de fábrica el primer avión, tres años antes.

Pero el motivo por el que el Comandante Zorita fue designado para que pasase la barrera del sonido en Francia no fue profesional, fue pura propaganda política del Régimen.

En efecto, Francia vio con recelo la firma en 1953 del Convenio Defensivo de España con los EEUU que entregaba España en manos de los americanos alejándola de la influencia francesa. Desde 1953 hasta nuestros días ha seguido existiendo esta pugna entre Francia y EEUU que obtuvo su mayor virulencia cuando Francia decidió apoyar a Franco en su pretensión de convertir a España en potencia nuclear. Según cuenta el General Velarde, padre de la bomba nuclear española, en un libro de reciente aparición, Carrero Blanco pretendía fabricar armamento nuclear utilizando tecnología francesa lo que provocó el malestar de los americanos. Según Velarde esta pudo ser una de las causas de su muerte prematura. Fallecido Carrero Blanco, el Proyecto Islero, así se llamaba el intento de fabricar la bomba nuclear, fue retomado por el General Diez Alegría y luego por el Presidente Suarez y el General Gutierrez Mellado, según narra el citado General Velarde. El proyecto Islero finalizó el 1 de abril de 1981 cuando el Presidente Calvo Sotelo, presionado por los americanos, autorizó la entrada en España de los inspectores de la OIEA.

Nada más firmarse en 1953 el Convenio Defensivo con los EEUU, el Gobierno francés ofreció a Franco la posibilidad de hacer propaganda permitiendo que alguno de sus pilotos pasase la barrera del sonido en un avión francés lavando así la cara del ejército franquista que por aquellas fechas era más una milicia de partido que un ejército profesional.

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El Gobierno de Franco designó a Zorita para esta misión propagandística porque reunía todas las cualidades necesarias. El Comandante Zorita había luchado como voluntario en la Guerra Civil, se había formado como piloto en la Alemania nazi y había combatido con ellos en la División Azul. Era una persona de total confianza.

Cambiar el nombre de la calle del Comandante Zorita a Aviador Zorita es seguir haciendo el juego a la maniobra propagandística ideada entre el Gobierno de Franco y el Gobierno francés en 1954. Ni el Comandante Zorita ni ninguno de los miles de pilotos que han pasado la barrera del sonido en aviones probados y diseñados para ello, merecen el nombre de ninguna calle.

Enrique Tierno tuvo un miedo justificado a los sables y no pudo cambiar todas las calles y monumentos franquistas, pero en las circunstancias actuales no se entiende el temor de Carmena a ser criticada por los demócratas-franquistas, conjunción que no se da en ningún otro país de nuestro entorno europeo, dicho sea de paso.

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