"No duermo": los sanitarios relatan la "angustia" bajo la que trabajan en Madrid en pleno colapso del sistema

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"O me voy a otro país o a otra comunidad, pero en Madrid no valoro quedarme". La que habla es Miriam Díaz, una doctora que este miércoles renunció a su trabajo como médico de urgencias en el Servicio de Atención Rural (SAR) de Soto del Real. Lo explicó en sus redes sociales. "Con mucha pena acabo de remitir mi renuncia", publicó. No es la única. Ella conoce, directamente, a otras dos compañeras que han tomado la misma decisión. Miriam, que incide en que lo que está ocurriendo "no tiene nada que ver con la política", explica que dimitió después de "aguantar" y "pasarlo mal" durante dos semanas. Visto en lo que se había convertido su centro desde hacía dos años, eligió marcharse. "No voy a realizar mal mi profesión", zanja.

La historia de Miriam es tan solo una de las de los 698 médicos, enfermeros y celadores de los SAR y de los Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) afectados por el plan puesto en marcha por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso el pasado 27 de octubre. El nuevo modelo, que ha generado un "caos" sin precedentes según los sindicatos, ha sido de hecho el motivo de una huelga indefinida que arrancó el pasado lunes 7 de noviembre y que por el momento, y con las negociaciones encalladas, no tiene visos de terminar. Amyts, el sindicato convocante, sigue insistiendo en que la "reorganización" de las urgencias extrahospitalarias, como la calificó el consejero Enrique Ruiz Escudero, no funciona. Sin médicos en la mayoría de centros —31 de manera permanente, según el último plan presentado por la Comunidad de Madrid este viernes a los sindicatos, que lo han rechazado "frontalmente"—, la atención se circunscribe a la presencia de enfermeros y celadores que, como cuentan ellos mismos, no pueden trabajar de manera adecuada.

Sara Huete es una de esas enfermeras. Como cuenta a infoLibre nada más terminar su última guardia, ha trabajado durante 20 años para el Summa en una de las unidades de atención domiciliaria. Sin embargo, y tras el "abandono total" del servicio, acabó "de forma accidental" como vacunadora en el Hospital Enfermera Isabel Zendal. Entró en septiembre, pero lo que vio ya le pareció un "maltrato" a los trabajadores. Para entender los motivos por los que lo dice, es importante conocer la situación de la que se partía.

Había, antes de la llegada de la pandemia, dos tipos de centros: los SUAP (37) y los SAR (41). Los primeros echaron el cierre el 22 de marzo de 2020 —los segundos nunca lo hicieron—, y sus trabajadores fueron enviados a Unidades de Atención a Domicilio (UAD), al hospital de campaña construido en Ifema, al vacunódromo improvisado en el Wizink Center y al Zendal. Hasta el 27 de octubre, los trabajadores solo estaban o en UAD o en este último centro, calificado de "estrella" por Ayuso. Cuando se anunció la tan cacareada "reorganización", se informó de que los sanitarios que atendían a domicilio lo seguirían haciendo, mientras que los que vacunaban en el Zendal serían distribuidos por los nuevos 80 Puntos de Atención Continuada (PAC) que sustituyen a los 78 centros que había antes de la irrupción del covid-19.

Eso le pasó a Sara. Como sus compañeros, se enteró por un correo electrónico recibido en la madrugada del 27 de octubre. "A las 2.31 de la mañana me enteré que mi nuevo centro de trabajo sería el PAC Ángela Uriarte, situado en Vallecas", relata. Por suerte, dice, tuvo margen para prepararse, pues su primera guardia empezaba tres días después, el 31. Ese lunes llegó 15 minutos antes de su hora de entrada, a las 16:45, para poder prepararse antes de la apertura del centro. Sin embargo, lo que se encontró le impidió levantar la persiana. "Fue lo que me esperaba. Estaba todo apagado y vacío", explica. Un compañero del centro de salud le dejó un "teléfono de incidencias", pero nunca sonó. Fue ella la que lo descolgó, aunque le costó "40 minutos" que alguien respondiese desde el otro lado. "Dije que estaba sola, que no había ni médico ni celador, y que en esas condiciones no podía abrir", explica. Intentó explicar la situación al jefe de urgencias que ese día hacía guardia en el Summa. Nunca lo consiguió.

Pasados los primeros minutos de su jornada, y todavía con el centro vacío, le dieron una solución. "En el PAC Federica Montseny, también en Vallecas, había también un enfermero solo, y en el de Moratalaz, una celadora. Enviaron a los dos a trabajar conmigo y abrimos el centro", recuerda. Ahí comenzó el "goteo" de gente. "A algunos les pudimos atender, como a una mujer que llegó con una crisis hipertensiva. A otros los tuvimos que enviar al hospital", lamenta. Con otros pacientes, añade, tuvieron que lidiar. "Hubo dos personas que estuvieron al límite", cuenta. En el PAC de Guadarrama, precisamente, un paciente agredió a una doctora después de ver los tiempos de espera provocados por la falta de médicos en los centros más cercanos.

Desde ese día, Sara ha ido a todas sus guardias al mismo centro. "A veces estoy con otro enfermero, pero a veces no", explica. Médico no ha habido ni un solo día.

Comienzo de jornada a las 17.00 y cambio de destino a las 14.30

Paula, que prefiere utilizar un nombre ficticio por "miedo" a que le cesen su contrato de interina, también es enfermera. Y también ha sufrido el mismo tipo de situaciones. Desde hacía dos años ejercía en el SAR de Robledo de Chavela, en la zona norte de la Comunidad. A finales de septiembre, con el anuncio de los nuevos planes del Gobierno, empezó el "revuelo" entre los compañeros, que desconocieron su destino, como le ocurrió a Sara, hasta la madrugada del 27 de octubre. En el caso de Paula fue con un correo electrónico que pudo leer a las 7 de la mañana. "En ese momento vi que me habían asignado el PAC de Carabanchel, no respetando ni mi zona ni las preferencias indicadas en la bolsa de empleo. No me respetaron absolutamente nada", se queja. Por suerte, su guardia estaba fijada para días después, el 2 de noviembre.

Ese día, miércoles, recibió una llamada a las 10 para consultarle si iría a trabajar. "Dije que claro, que iría como me habían estipulado", cuenta. No fue la única vez que le sonó el teléfono. A las 14.30 recibió la segunda llamada, esa para comunicarle que Carabanchel no iba a ser su destino. "Me dijeron que iba a estar cerrado y que tenía que ir a trabajar al centro de Espronceda", bastante alejado.

"Llegué allí a mi hora de entrada y encontré que íbamos a pasar la guardia una celadora y yo solas, aunque más tarde se incorporó un enfermero voluntario", relata. ¿Médico? Tampoco llegó nunca. "Colgamos un cartel en la puerta indicando que no había médico y aconsejando acudir al hospital. No tuvimos que atender a nadie", agrega.

Sus próximas guardias serán en Carabanchel, supone. Es el centro que se le ha asignado, pero no puede dejar de estar pendiente de su móvil y de su correo electrónico por si tiene un cambio a última hora. No quiere perder su contrato. "No debería hacerlo, pero compruebo todo el tiempo si me escriben o me llaman. Siempre tengo angustia, no duermo, tengo pesadillas", relata. "Me estoy jugando mi interinidad y que me penalicen con un año sin trabajar", añade.

"La confusión y la incertidumbre de la gente es absoluta"

Ángel Bayo es uno de esos pocos médicos que atienden en un centro de urgencias de atención primaria en Madrid. Ha tenido la suerte de que no le hayan reasignado un centro, así que seguirá en el que ya trabajaba antes de la reestructuración: el de Arganda del Rey. Sin embargo, y como le ocurre a Paula, "la incertidumbre y la angustia" le lleva a comprobar de cuando en cuando si es reclamado en otro centro. El mismo día que contesta a infoLibre, por la tarde, tendrá que llevar a cabo una guardia en Torres de la Alameda, un centro lejano.

¿Y la próxima? No sabe si será en el suyo. No le han dicho lo contrario, pero es uno de esos 34 PAC que, según la Comunidad de Madrid, atenderán con servicio de enfermería, con un celador y con la posibilidad de consultar a un facultativo a través de videollamada, un plan rechazado categóricamente por todos los sanitarios. "¿Cómo atiendo a una persona que viene con dolor abdominal con un médico a través de una pantalla?", se pregunta Sara Huete. "No tiene ningún sentido, no puedes explorar a una persona así. Necesitamos un médico", añade Paula.

Este jueves también se posicionaron en contra de esta medida las diez organizaciones firmantes de un comunicado conjunto en el que rechazaron de plano el plan de las urgencias impuesto por Ayuso. En el documento, presentado en una rueda de prensa que tuvo lugar en la sede del Colegio de Médicos de Madrid, las sociedades científicas, sindicatos, asociaciones y vocalías de las instituciones colegiales instaron a que "la implantación de la videoconsulta" se realice "como herramienta complementaria y en ningún caso" sea "sustitutiva de la presencia física del facultativo". "El contacto directo con el paciente y la exploración física es particularmente importante en situaciones de urgencia", añadieron. Ayuso, sin embargo, defendió este jueves su medida en una entrevista, asegurando que, en cualquier caso, los pacientes tienen las urgencias de los hospitales para acudir en caso de emergencia.

Rechazo unánime de la oposición

En cualquier caso, y además de los profesionales, el nuevo modelo de urgencias extrahospitalarias también ha recibido el rechazo unánime de toda la oposición. Este mismo viernes, la portavoz de Más Madrid en la Asamblea, Mónica García, exigió a la presidenta regional "que rectifique, pida perdón a los insultados y cese a alguien por la chapuza" que ha provocado en la Sanidad. La líder de la formación hizo referencia así también a las acusaciones de "boicot" lanzadas por la propia Ayuso, que dijo tener voluntad de pactar una solución a pesar de asegurar que hay a quien no le viene bien la "normalidad".

En la misma línea se pronunció el secretario general de los socialistas madrileños, Juan Lobato, que también pidió a la presidenta que rectifique, aunque sea por séptima vez, y que afronte los problemas. "Lo que pasa en Madrid es que todo es culpa de alguien menos de Ayuso; es culpa de los taxistas, de los profesores, de los médicos, de los jóvenes que son unos vagos, de los mayores que se quejan de las residencias... Ya está bien: si hay problemas los tiene que afrontar el Gobierno", dijo este miércoles.

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Por su parte, la portavoz adjunta de Unidas Podemos en la Asamblea, Alejandra Jacinto, calificó este lunes de "infame gestión" y de "desastrosa" la situación en las urgencias, por lo que llamó "a la movilización masiva" este domingo. "Ayuso está absolutamente decidida a cargarse la sanidad pública y prueba de ello es el desastre y el caos organizativo que se está generando tras la reapertura fantasma de los servicios de urgencias de la atención primaria", dijo.

Hasta Vox se ha posicionado en contra. Lo hizo a través de su portavoz en la Cámara regional, Rocío Monasterio, que acusó a Ayuso de "promocionarse". "Haga el favor de pagar mejor a los médicos y, a lo mejor, no tendríamos los problemas que hay en todos los centros de Atención Primaria", le espetó en la Asamblea. "Les animo a asumir responsabilidades políticas. Han pasado de llamarles héroes a villanos. Tienen un problema con cómo gestionan los recursos humanos en la sanidad madrileña. Están demostrando que no saben hacerlo", añadió la diputada Gádor Joya.

Este domingo hay convocada en Madrid una gran manifestación bajo el lema Madrid se levanta por la Sanidad Pública contra el Plan de Destrucción de la Atención Primaria. Tendrá lugar a las 12.00 horas y constará de cuatro columnas que partirán desde Nuevos Ministerios (zona norte), Hospital de la Princesa (zona este), Atocha (zona sur) y Ópera (zona oeste) para marchar por las calles de la capital hasta confluir en Cibeles.

"O me voy a otro país o a otra comunidad, pero en Madrid no valoro quedarme". La que habla es Miriam Díaz, una doctora que este miércoles renunció a su trabajo como médico de urgencias en el Servicio de Atención Rural (SAR) de Soto del Real. Lo explicó en sus redes sociales. "Con mucha pena acabo de remitir mi renuncia", publicó. No es la única. Ella conoce, directamente, a otras dos compañeras que han tomado la misma decisión. Miriam, que incide en que lo que está ocurriendo "no tiene nada que ver con la política", explica que dimitió después de "aguantar" y "pasarlo mal" durante dos semanas. Visto en lo que se había convertido su centro desde hacía dos años, eligió marcharse. "No voy a realizar mal mi profesión", zanja.

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