Ayuso al rescate de Feijóo: la competencia por el voto ultra da visibilidad a la presidenta el último día de campaña

Isabel Díaz Ayuso se hace fotos con seguidores en una calle de Tarragona.

El PP cerró este viernes la campaña catalana encomendándose a Isabel Díaz Ayuso. Como sucedió en el País Vasco hace apenas un mes, los de Alberto Núñez Feijóo no han conseguido hacerse ver en medio de una campaña polarizada en torno al favorito, Salvador Illa (PSC), y a su principal contrincante, el líder de Junts, Carles Puigdemont.

De ahí que Génova haya decidido reducir las expectativas. Hasta el punto de dar por bueno, al menos en privado, cualquier resultado que les sitúe por encima de Vox. Aunque la formación que dirige Santiago Abascal mantenga el grueso de su representación. O aunque los diputados del PP, como sucedió en Euskadi, vayan a volver a ser del todo irrelevantes.

La paradoja es que, en un Parlamento en el que a pesar de que previsiblemente habrá ocho partidos diferentes y Vox es su único aliado potencial, el principal rival del PP vuelva a ser la extrema derecha.

Esta anomalía se explica, sobre todo, por la cercanía de las elecciones europeas. Consciente de sus muy escasas posibilidades en el País Vasco y Cataluña, es en la cita del 9 de junio donde Feijóo ha puesto todas sus esperanzas de asestar un golpe definitivo a la legislatura de Pedro Sánchez. Aunque para conseguirlo, necesita una victoria incontestable del PP sobre el PSOE que la solidez de Vox amenaza con obstaculizar. 

‘Comerse’ a Vox

Esa es la obsesión de Génova desde el 23J, comerse en las urnas a los de Abascal. Feijóo y su equipo culparon a Vox desde el minuto uno, en plena noche electoral de las generales, de que la derecha no lograse una mayoría suficiente para acabar con el Gobierno de Sánchez.

Tras el resultado del País Vasco, algunas voces, todas del sector radical partidario de Ayuso, se quejaron de una campaña poco agresiva con Bildu, que los estrategas del PP evitaron, aseguran, para no favorecer el voto útil al PNV. Así que esta semana, a la vista de que el PP no despega y Vox resiste —al menos eso dicen las encuestas— los nervios han vuelto a apoderarse de las filas conservadoras.

Lo cierto es que en estos quince días la campaña del PP apenas se ha hecho hueco en debate público. No ha sido hasta la recta final que sus propuestas han llegado a los titulares de los medios, gracias a la decisión de Feijóo de asumir el discurso xenófobo de la extrema derecha —que, sin ningún dato que lo sustente, relaciona delincuencia con inmigración—.

En esa línea hay que interpretar la movilización de Isabel Díaz Ayuso el jueves y el viernes, como un intento de atraer el voto ultra, que la presidenta madrileña supo hacer suyo en las autonómicas y que le permitió alcanzar, en mayo de 2023, su primera mayoría absoluta. 

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Pero sin coincidir con Feijóo. Ambos dirigentes no comparten escenario en un acto público desde que salió a la luz el enriquecimiento durante la pandemia del novio de la presidenta madrileña y del que esta negase las acusaciones que él mismo acabó confirmando como ciertas. 

 Presente en cuatro actos este viernes, los mensajes de la presidente madrileña, consciente de su tarea y de su atractivo para los votantes de Vox, fueron directos al grano: “O el voto se une o tenemos más sanchismo”. Hay que votar al PP, defendió, para frenar “el poder ilimitado del independentismo que, con el socialismo, lo que están intentando, sobre todo, es que el poder político lo colme todo, que siempre se tenga que vivir para la política”.

Los partidos soberanistas y el PSC, acusó, “están para dividir, para confrontar y para promover ese negocio corrupto que es el de la identidad. Yo soy más que tú, por tanto, recibe el dinero, y el que no, será expulsado de su propia casa”, argumentó. Para los socialistas y para Junts “lo importante es que hay que mantenerse el lunes y, eso sí, salvar a Sánchez, todo por Sánchez, da igual lo que le pase a Cataluña”, se lamentó.

En el mitin de fin de campaña, que el PP situó en L’Hospitalet de Llobregat, Feijóo se mostró pesimista. Pero trató de dar ánimos a los dirigentes catalanes del partido y a los seguidores concentrados en el mitin, asegurándoles que estar “convencido de que llegarán los resultados” y justificando lo limitado del apoyo que espera conseguir el domingo en que el PP parte “de una situación muy complicada”. “El domingo daremos un paso de gigante y os puedo asegurar que no vamos a parar hasta llegar. Y llegaremos”.

En un alarde de sinceridad, y anticipando una renta escasa en las urnas, añadió: “Si trabajamos la mitad que en esta campaña a lo algo de las próximas semanas y meses, os aseguro que el resultado dentro de cuatro años será distinto”.

Feijóo aprovechó su último discurso de campaña en Cataluña para volver a pedir la concentración de todo el voto constitucionalista en el PP, aunque según él solamente el PP es un partido constitucionalista, “el único partido de Estado de Cataluña y la única alternativa real socialismo y al independentismo”. Tampoco Vox, aseguró sin citar al partido de Abascal. Porque el PP es “el único partido que defiende la Constitución de principio a fin”, incluido el Estado de las autonomías. 

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Esta vez no relacionó inmigración y delincuencia, pero sí pidió el voto “para que Cataluña vuelva a ser una tierra segura para todos, especialmente para las mujeres”. Y se dirigió expresamente a los votantes de la formación de extrema derecha: “Los que fueron de Vox saben que, si nos votan, un partido que gestiona la mayoría de las comunidades y tiene experiencia de gobierno es el lugar apropiado para sus votos. Para concentrar el voto y que Alejandro Fernández [su candidato a la presidencia de la Generalitat] tenga un buen grupo parlamentario”.

Y pidió el voto también para quienes dieron la victoria a Ciudadanos en 2017. “Hoy Ciudadanos es el Partido Popular de Cataluña”, proclamó sin rodeos. Un PP de Cataluña, remató, que “ha venido para quedarse”.

A muy poco kilómetros, en Barcelona, Vox cerraba su propia campaña con un mitin liderado por Santiago Abascal en el que la estrella invitada era precisamente uno de los principales exdirigentes de Ciudadanos, el exdiputado de Juan Carlos Girauta. 

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