Se busca a Juan, el bebé nacido bajo las bombas en la 'desbandá', que hoy tendría 85 años
Al ver las imágenes de refugiados que salen hoy de los países en guerra en África o Asia –asustados, sucios, perplejos, a veces heridos–, apenas caemos en la cuenta de lo mucho que tienen en común con los que salían de algunas ciudades de España, digamos Málaga, hace ya más de 85 años.
Y cabe preguntarse, ante los campos de refugiados de hoy: ¿cuántos casos tan insólitos habrá como el del pequeño Juan?
Antes de acudir a la historia de Juan, pongamos contexto: la desbandá. El médico canadiense Norman Bethune dio con una descripción casi perfecta: "200 kilómetros de miseria". No sólo hubo miseria, también muerte en aquella salida masiva desde Málaga hacia Almería tras la entrada de la capital de la Costa del Sol de las tropas franquistas en febrero de 1937. Miles murieron bajo las bombas: en torno a 5.000, según diversos cálculos difíciles de certificar con seguridad.
La sistematización genocida parece marcada por la impronta inconfundible del general Gonzalo Queipo de Llano, máximo responsable de la represión en el sur de España. Los ataques provenían de aviones alemanes e italianos, pero también de buques "nacionales" desde la costa. Niños, mujeres y ancianos abundaban entre quienes huían por la única carretera posible, escondiéndose entre rocas y cunetas. Familias y más familias se unían a la riada humana desde los pueblos que iban siendo tomados o estaban a punto de serlo.
A diferencia de Gernika, este gigantesco crimen no tiene un cuadro que lo haga inmortal, como tampoco el bombardeo sobre Jaén. Pero poco a poco, sobre todo fruto del trabajo divulgativo de las organizaciones memorialistas, la desbandá se ha ido desvelando. "Saber lo que ocurrió nos sirve para entender lo que pasó en este país, que es todavía muy desconocido, aunque poco a poco vamos avanzando. Yo mismo no conocía la desbandá hace veinte años. No tenía ni idea. Pero, además, la desbandá nos ayuda a entender el mundo actual. Hoy salen desbandás desde Siria, desde Libia...", dice Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
Y llegamos a Juan.
Guiado por el deseo divulgativo, también por la fascinación, Silva acaba de lanzar una búsqueda, como una botella arrojada al océano con unas palabras escritas en papel en su interior. La cuenta de Twitter de la ARMH ha publicado una serie de mensajes, entre ellos esta foto coloreada, que pueden servir como pista para encontrar a Juan.
El objetivo es averiguar si Juan, un niño nacido durante la desbandá, sigue vivo. La búsqueda abarca a su hermano Antoñito, que es el que aparece en la fotografía.
Hoy los niños serían, si todavía viven, dos octogenarios.
Una madre huida con dos críos en un refugio de Barcelona
La existencia de mujeres embarazadas o de parto reciente entre la multitud que huía de Málaga forma parte de los testimonios de lo ocurrido. Pero, casi siempre, sin detalle. Silva no tuvo conocimiento de un caso concreto hasta que leyó un reportaje de marzo de 1937 de Mundo gráfico, una revista ilustrada de tirada semanal que se publicó en Madrid entre 1911 y 1938 [ver aquí la ficha en la Biblioteca Nacional de España].
El título del reportaje dice: ¡REFUGIADOS! Y la entradilla: "El chiquitín que nació bajo las bombas en la carretera de Málaga a Almería durante un éxodo dramático e inolvidable. Va a ser catalán y hoy está perfectamente atendido en una casa de maternidad de Barcelona".
El artículo a doble página, firmado por J. Aymami-Serra, se centra en la historia de Antonia López, la madre: "Horribles dolores le obligaron a detenerse a poca distancia del pueblecito llamado Almuñeca [en realidad Almuñécar, en Granada]. Allí mismo, en plena carretera de Málaga, nació el pequeño Juan. En el pueblecito próximo tuvo que quedarse unas horas, y más tarde se la trasladó a Almería".
La mujer terminó con su hijo en la Casa de Maternidad de Barcelona. Allí quedó a cargo de una enfermera, de nombre Dolores Busquets. No era la única refugiada con bebé a cargo. Había más, llegadas de Málaga y Madrid.
El reportero encuentra a Antonia "arropando a su pequeño, que duerme en una de las camitas". "Al otro lado –continúa– está el mayor: un rubito de mirar triste. Parece que se haya dado cuenta de todo el drama que viven él y sus familiares".
El "rubito" es el chaval que aparece con su madre en la fotografía difundida por la ARMH. La mujer cuenta que la familia vivía en el Paseo de los Tilos, en Málaga, y que cuando obedeció la "orden" de evacuar la cuidad los bombardeos ya habían puesto a su hijo mayor "enfermo".
– ¿Su marido quedó en Andalucía? –le pregunta el periodista.
– No. Siguió con nosotros –responde la mujer–. Nos llevaron a Almería, de donde nos sacaron pronto, trasladándonos hacia Alicante, y de paso por Valencia a Tortosa, donde estuvimos dos días; después, a Tarragona, y de allí nos trasladaron a Barcelona. El Sindicato de Metalurgia había encontrado trabajo para mi marido. Desde que llegamos a Barcelona no lo he vuelto a ver.
– ¿Trabajará fuera de la capital?
– No. Pero lo colocaron en una industria de guerra, y como trabajan los días festivos inclusive, no puede venir. El nene nota mucho su falta.
– ¿En Málaga estuvo su marido en el frente?
– Allí trabajaba también en otra fábrica, que seguramente estará ya destruida.
Una cantimplora en Teruel, una foto en Córdoba
No es descartable que tanto Juan como su hermano Antoñito, que por las fotos debía de tener en torno a dos años, hayan fallecido ya. En cualquier caso, merece la pena buscarlos, señala Emilio Silva, que afirma que el trabajo memorialista depara historias "alucinantes" obtenidas así: lanzando preguntas y llamamientos.
Un ejemplo. En noviembre de 2020, la ARMH publicó este mensaje sobre una cantimplora hallada en el frente de Teruel.
Se difundió a toda velocidad. Media hora después, el misterio empezaba a resolverse. El historiador Gonzalo Berger, que había hecho su tesis sobre las milicias antifascistas en Cataluña, tenía localizado a Álvarez Melero como miembro de la CNT y miliciano de la columna Durruti.
Otra historia. Silva recuerda que durante una excavación en Guadalajara en busca del padre de Ascensión Mendieta se hizo pública una fotografía de unas hojas donde un antropólogo estaba dibujando un croquis. Detrás asomaba un documento con dos nombres de posibles víctimas. "Ni siquiera se podían leer enteros. Y al día siguiente apareció allí un sobrino-nieto de la víctima, que no tenía ni idea de que su familiar podía estar enterrado allí".
Al hilo de este mensaje, con una portada de agosto 1936 del diario cordobés La Voz, tuvo lugar otro hallazgo.
El periodista Antonio Villarreal recogió el guante y publicó en su blog [ver aquí] el resultado de sus indagaciones, que lo llevaban a concluir con fundamento que la foto fue tomada en el municipio de Fernán Núñez y que la construcción que se ve al fondo es una ermita hoy inexistente.
Supervivientes en la marcha de febrero
Son casos en que la ARMH ha lanzado una semilla y ha germinado. "No es raro que una carambola te ayude a reconstruir una historia", resume Silva. Es lo que espera con los hijos de Antonia. De momento, no les ha llegado ninguna pista. El presidente de la ARMH sabe que quizás la estadística no está de su parte, pero se decidió a intentarlo tras seguir por Internet el reciente congreso sobre la desbandá celebrado en Mollina (Málaga).
El principal organizador del congreso fue Rafael Morales, presidente de la Asociación La Desbandá, que asegura que tiene conocimiento indirecto de un caso de una niña, hoy mujer, que nació durante el éxodo por la carretera Málaga-Almería. Su objetivo es entrevistarse con ella antes de la próxima marcha conmemorativa de la desbandá, prevista para febrero con motivo de los 86 años de la huida. Será la séptima edición de la marcha, que se celebra para "sacar del olvido aquella gran masacre".
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Morales, de 70 años, cuyo padre tuvo que huir de Ronda (Málaga) para salvar la vida ante el avance del general Varela, quiere reunir al máximo posible de supervivientes en condiciones de asistir a la marcha. No, obviamente, de hacer la caminata, porque seguramente la edad lo impida, pero sí de asistir y dejar testimonio. "Cada vez quedan menos", afirma. ¿Cuántos supervivientes localizados podría llegar a reunir? "Cinco o seis", responde Morales. Sobre la opción de encontrar a los hijos de Antonia, no quiere ser pesimista: "Si apareciera algún familiar, o alguien diera una pista de algún registro...".
No siempre las búsquedas funcionan. Hoy seguimos sin saber quién es el niño que no canta en esta foto, también difundida por la ARMH.
Aunque hay otra forma de verlo: el hallazgo no lo único importante, también la búsqueda –que va contada en el hilo– es apasionante. Queda preguntarse qué contarían, si viven y aparecieran, el niño de la foto y los dos hijos de Antonia.