Las fosas comunes del cementerio de Sevilla son un rompecabezas. La investigación historiográfica ha concluido que miles y miles de víctimas del franquismo yacen arrojadas sin orden ni reconocimiento, pero apenas existe la plena certeza de algunos cientos de nombres inscritos en el registro municipal. Lo que hay bajo tierra es un sórdido totum revolutum de huesos de fusilados allí mismo y en tapias cercanas, de muertos en cárceles y campos de concentración o en enfrentamientos con las tropas sublevadas, o de víctimas del hambre y de la pobreza a los que se enterraba gratuitamente junto a los represaliados. Hoy el puzle sigue lejos de estar completo; probablemente jamás llegue a estarlo, porque parte de la misión del conjunto de fosas del cementerio de San Fernando era borrar las huellas del crimen.
Pero algunas piezas empiezan a encajar. Incluso es posible ya vislumbrar algunas formas. Lo que se observa desborda cualquier hipótesis.
No todo en esta historia se resume en números, porque tras cada número hay un ser humano. Pero los números son imprescindibles para entender su dimensión. Ahí van: la búsqueda en las fosas comunes del franquismo liderada por el Ayuntamiento de Sevilla se amplía ya a más de 4.000 posibles víctimas, según los cálculos del propio consistorio, basados en fuentes historiográficas. En el primer enterramiento excavado, Pico Reja, han aflorado ya restos de más de 1.700 represaliados, el doble de lo previsto, lo que la convierte en "la mayor fosa común abierta en Europa occidental desde Srebrenica", como destaca el Ayuntamiento. En la segunda, llamada Monumento, pendiente de apertura, podría haber más de 2.600. El horror desvelado en el que fue feudo de Gonzalo Queipo de Llano parece no tener fin.
Previsiones desbordadas en Pico Reja
Los trabajos de exhumación en la fosa de Pico Reja, iniciados hace poco menos de dos años, se acercan a su fin. "La idea [del Ayuntamiento] es hacer un acto de cierre simbólico de la fosa antes de que acabe enero. Vamos a hacer todo lo posible", explica Juan Manuel Guijo, director de la excavación, de la que se encarga la sociedad de ciencias Aranzadi, un referente en este campo. Guijo no las tiene todas consigo con los plazos. "La fosa hay que dejarla limpia, sin restos", dice. Además, "está saliendo una cantidad ingente de material funerario".
El antropólogo usa jerga científica: "Cantidad ingente de material funerario". Son huesos de seres humanos. La previsión inicial del número de muertos era de algo más de 1.100, de los que entre 850 y 900 serían víctimas de la represión franquista, según el Ayuntamiento. Pero la realidad ha roto cualquier pronóstico. Guijo adelanta a infoLibre las cifras a 30 de diciembre: han sido localizados restos de 8.600 individuos, casi ocho veces más de lo que se pensaba; de ellos, 1.718 son víctimas del franquismo, en torno al doble de lo previsto. Las dos cifras, señala Guijo, "quedarán superadas" al final de la intervención.
"Podemos llegar a las 9.000 personas exhumadas. Todo esto era una cosa imposible de prever. Está por encima de cualquier previsión posible", dice. Lo ha dicho con otras palabras el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz (PSOE): "La realidad era mucho peor de lo que se estimó en las previsiones iniciales". ¿Una explicación? La fosa "no se colmató poco después del golpe, como se pensaba, sino que estuvo abierta hasta 1940, o al menos fue abierta puntualmente en 1940", explica el concejal Juan Tomás de Aragón.
Los restos –alambres y grilletes– o la postura permiten concluir que una víctima estuvo atada, bien con las muñecas juntas o con las manos a la espalda. Han aparecido pasadores para sujetar a varios en fila con cuerda o alambre. El cráneo es la zona más frecuente de impacto del proyectil, especialmente por detrás, aunque también en el rostro. Abunda el proyectil de arma larga usada para fusil Mauser, también las balas de arma corta, principalmente 9 milímetros. Además de los inconfundibles agujeros de los disparos, hay fracturas "más simples" que apuntan a "malos tratos" y "ensañamiento", explica Guijo. Las fragmentaciones extremas, mutilaciones, restos de metralla y de granada parecen atribuibles a "traumatismos de alta energía", propios de un combate.
500 familias a la espera: de Blas Infante a Horacio Gómez
Una de las piezas del puzle encajó en junio. Los técnicos confirmaron la existencia de pruebas que certifican restos de al menos una treintena de las víctimas que fueron miembros de la conocida como Columna Minera, una agrupación de combatientes voluntarios de la zona minera onubense que llegó a Sevilla para llevar dinamita. Las características de algunos enterramientos –cuerpos sin ataúd, agrupados y boca abajo– y las evidencias de que habían sido represaliados –tiros en la nuca, ataduras, fracturas perimortem– permitieron junto a algunos hallazgos específicos esbozar la hipótesis de que eran miembros de la Columna Minera. Había una vía para confirmarlo. ¿Cómo? Estos trabajadores respiraron, bebieron y comieron en un entorno minero sin las medidas de seguridad actuales, luego podía existir una transferencia de metales pesados a su organismo. En efecto, los análisis realizados en la Universidad de Santiago de Compostela lo han ratificado.
Aún queda mucho por confirmar. Unos 500 familiares han ofrecido muestras de ADN, que hay que cotejar con los restos de las víctimas, sobre todo fémures, con signos de represión. No siempre se puede. Hay más de 300 víctimas que no presentan restos óseos viables. Están prácticamente pulverizados. Ello, sumado a que el porcentaje identificaciones con respecto al total de cuerpos exhumados en este tipo de trabajos suele rondar el 10%, aconseja prudencia. Este mismo mes de diciembre ha muerto Horacio Hermoso, hijo del que fuera alcalde de la ciudad, del mismo nombre, miembro de Izquierda Republicana, asesinado en septiembre del 36. Horacio hijo dio su ADN, pero no llegó a tiempo de ver el final del proceso de cotejo de los restos.
Entre los familiares que aún esperan está Estanislao Naranjo, nieto de Blas Infante, considerado padre del andalucismo, asesinado en agosto de 1936. "La cosa va lenta, porque es una fosa difícil", dice. ¿Ve posible la identificación de su abuelo? "En teoría, sí. Por las fechas, tuvieron que tirarlo a esa fosa. Ahora bien, es difícil saber quién fue represaliado y quién no. Si la bala impactó en un hueso, se puede ver. Si sólo tocó partes blandas, no", dice. Las investigaciones históricas sostienen que, además de Infante, en la fosa descansan los restos de otras figuras políticas y sindicales de la época, así como de militares leales –el capitán Ignacio Alonso– y guardias de asalto.
El concejal Juan Tomás de Aragón (PSOE) pone el énfasis en que todas las víctimas tendrán un "enterramiento digno". El Ayuntamiento construirá para ello sobre la fosa un osario-memorial y un columbario. El edil trata de no generar excesivas expectativas sobre las identificaciones, para no hacer pivotar sobre esa última fase el éxito o el fracaso de los trabajos. Lo cierto es que la exhumación de Pico Reja ha supuesto mucho más que exhumaciones y posibles identificaciones. Por ejemplo, ha llevado a la realización de varios documentales, como Pico Reja. La verdad que la tierra esconde. Alumnos de colegios, institutos y universidades, de Sevilla y fuera, han organizado visitas a la zona de trabajo. Numerosos investigadores universitarios se han interesados por el proceso.
Monumento: la emblemática fosa de la Cruz de Lolo
La apertura no se limitará a Pico Reja. El Ayuntamiento prevé licitar en 2023 los trabajos de excavación de un segundo enterramiento. Es la conocida como fosa de los Alpargateros o del Monumento. Según los estudios disponibles, estuvo abierta entre septiembre de 1936 y enero de 1940 y en la misma se depositaron no menos de 7.440 cuerpos de muertos por distintas causas, de los que unos 2.613 serían víctimas del franquismo. Entre ellos se cree que están los ocho condenados por un complot contra el general Gonzalo Queipo de Llano, episodio en el que se detiene Concha Morón en La resistencia en Sevilla. Un intento de derrocar a Queipo (Aconcagua, 2013). También puede estar Carmen Díaz, hermana del secretario general del PCE, José Díaz.
Si se cumplen las previsiones de víctimas del franquismo de la fosa del Monumento, el total de los dos enterramientos superaría holgadamente los 4.000. Tras la sorpresa de Pico Reja, nadie se atreve a asegurarlo. Quizás, dice el arqueólogo Guijo, cuerpos atribuidos a Monumento estuvieran en Pico Reja.
Fosas (y más asuntos) pendientes
El Ayuntamiento confía en que en que la colaboración de la Diputación, la Junta de Andalucía y el Gobierno en Pico Reja, donde han invertido 1,5 millones de euros, se repita en Monumento, así llamada por un monumento conmemorativo elevado allí en 2003 a iniciativa de la Asociación de ex Presos y Represaliados Políticos del Franquismo.
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Casi todo lo que recuerda que en toda esta zona el crimen alcanzó cotas inhumanas ronda la fosa del Monumento. Además del monumento, en su zona enlosada hay una cruz colocada por un herrero comunista a principios de los 50, tolerada por las autoridades y conocida como la Cruz de Lolo. Por lo demás, nadie lo diría. Sevilla ha vivido durante décadas en democracia de espaldas a la memoria de sus horrores. Mientras los restos de Blas Infante, nombrado por el Parlamento "padre de la patria andaluza", no se empezaron a buscar hasta 2020, los de Queipo, jefe de la represión en el sur de España, el golpista que llamaba a violar rojas, sólo han salido recientemente del lugar de honor que ocupaban en la basílica de La Macarena, en cumplimiento de una ley estatal, sin que la hermandad con más miembros de la ciudad actuara por propia iniciativa. Al margen de esta exhumación, los honores que se le concedieron aún manchan la ciudad.
El concejal Juan Tomás de Aragón destaca la "normalidad" con la que se ha desarrollado la exhumación de Pico Reja, que está seguro que se repetirá en Monumento. "Nadie se ha llevado las manos a la cabeza. La gente es más inteligente y madura de lo que a veces se piensa", afirma. Cree que la clave ha sido el respeto: "No hemos ocultado lo que estábamos haciendo, tampoco lo hemos usado para el enfrentamiento contra nadie".
Hay más fosas en el complejo, además de Pico Reja y Monumento. Antigua –delimitada y donde se ha comprobado que no hay restos de represaliados, según el concejal–, Rotonda de los Fusilados, Disidentes y Judíos, algunas ampliaciones de fosas colmatadas... "El franquismo nunca reconoció que había fosas, por eso se las conoce con nombres populares. Si las hubiera reconocido, se llamarían San Rafael, Santa Águeda...", explica Juan Morillo, un referente del movimiento memorialista en Andalucía, que ve "ejemplar" el proceso de exhumación de Pico Reja, pero al mismo tiempo subraya: "Todo esto, hay que recordarlo, se ha hecho por la presión de familiares y asociaciones. Nadie lo llevaba en su programa. La memoria sigue siendo el gran déficit democrático en este país, donde aún hay fosas sin abrir y calles con nombres franquistas". El Ayuntamiento no tiene previsto excavar estas fosas, al menos no mientras las mayores estén abiertas. Según la evidencia disponible, tienen mucha menor cantidad de represaliados que Pico Reja y Monumento.
Las fosas comunes del cementerio de Sevilla son un rompecabezas. La investigación historiográfica ha concluido que miles y miles de víctimas del franquismo yacen arrojadas sin orden ni reconocimiento, pero apenas existe la plena certeza de algunos cientos de nombres inscritos en el registro municipal. Lo que hay bajo tierra es un sórdido totum revolutum de huesos de fusilados allí mismo y en tapias cercanas, de muertos en cárceles y campos de concentración o en enfrentamientos con las tropas sublevadas, o de víctimas del hambre y de la pobreza a los que se enterraba gratuitamente junto a los represaliados. Hoy el puzle sigue lejos de estar completo; probablemente jamás llegue a estarlo, porque parte de la misión del conjunto de fosas del cementerio de San Fernando era borrar las huellas del crimen.