Regresar a casa, el sueño imposible de miles de sirios en España: "Lo perdimos todo, ¿para qué volver?"

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Asma Alwaka tiene muy difuminados sus recuerdos sobre Siria. Más que imágenes, de hecho, conserva los sonidos. El de las bombas, el de los llantos, el de los gritos. Tenía apenas 9 años cuando la guerra la obligó a huir de su casa. A ella, a sus cuatro hermanos y a sus padres. Desde 2011 su vida consistió en eso: en huir de una ciudad a otra. No permanecían más de un año en ninguna. "La guerra nos hacía movernos constantemente", recuerda desde el otro lado del teléfono. Por eso decidieron emprender otro viaje más largo. Uno que tras diez días les llevó hasta Turquía, desde donde consiguieron ser trasladados como refugiados a España. Hoy celebran la caída de Bachar al Asad, pero asumiendo que es tarde para recuperar lo que han perdido tras casi catorce años de conflicto. "Hemos perdido familia y nuestra casa, ¿para qué vamos a volver?", se pregunta.

Le ocurre algo parecido a Rasmi Al Akhdar, que lleva 40 de sus 58 años en España. Él también huyó de Al Asad, pero de Al Asad padre. La caída de Bachar no ha supuesto sólo el fin de su mandato, sino también el de un régimen que en sus 53 años de existencia ha sido "responsable de unos crímenes contra la humanidad cuyo alcance no llega a imaginarse fuera del país", explica Leila Nachawati, profesora de comunicación y especialista en Oriente Medio. "Prisiones como la de Sednaya han sido auténticos campos de exterminio. La mayoría de las personas que estaban desaparecidas en realidad fueron asesinadas y quienes salían a manifestarse eran reprimidos con sadismo y crueldad", relata. Por eso hay que celebrar lo ocurrido. "Una y otra vez", remacha.

Y así lo han hecho. Rasmi llevaba deseando vivir este momento desde que tiene memoria, casi el mismo momento en el decidió hacer las maletas. "Quería labrarme el camino y un futuro que allí veía totalmente perdido", recuerda. Estaba a punto de cumplir los 18 años que le obligaban a cumplir un servicio militar obligatorio que duraría, mínimo, dos años y medio. Y no quería. "Eso te trunca completamente la carrera", dice. Lo esquivó gracias a que se matriculó en unos estudios superiores que luego consiguió trasladar a una universidad española, donde estudio Informática. Lo que sí le apetecía.

El servicio militar al que también querían someter obligatoriamente al hermano de Wafaa Almala también fue la última señal que les mostró que debían salir de Siria. En su caso fue en 2013, dos años después del inicio de la guerra. "Él tenía entonces 30 años y estaban buscando chicos para el ejército. Además fue ese el momento en el que más miedo teníamos. Los bombardeos eran cada vez mayores, así que teníamos que salir inmediatamente. Sí o sí", recuerda. Lo que no podían ni siquiera prever es que lo harían por tanto tiempo. "Llegamos con la idea de volver en cuanto pudiéramos, pero todo ha sido demasiado largo", relata.

En todo este tiempo, Asma, que ya tiene 22 años, ha aprendido castellano, tiene un grado medio y estudia uno superior. Rasmi se ha casado por segunda vez y cuida, ahora, de su cuarto hijo. Y Wafaa, de 35 años, ha pasado hace apenas tres por el altar. Por eso los tres piensan mucho la respuesta cuando se les plantea si volverán a su país. "Es complicado", reconoce esta última. Pero al menos, añade, sabe que sí podrá viajar. Aunque sea por periodos más cortos de tiempo. "Podré volver a juntarme con mi familia, ir con mi marido, ver a mi hermano después de 13 años", dice, todavía con tono de incredulidad. "En cuanto me jubile pasaré muchísimo más tiempo allí. Me apetece muchísimo", reconoce Rasmi, que ha regresado alguna vez, sobre todo antes de la guerra, para poder ver a su familia. Aunque siempre con billete de vuelta.

Un país por reconfigurar

Desde que comenzó la guerra en 2011 ha habido 13 millones de sirios y sirias que han obtenido la protección internacional, según los datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). Casi un millón de ellos están en Europa y 16.807 se encuentran en nuestro país, que todavía tiene pendientes de resolver 1.580 solicitudes que no meterá en un cajón. Así lo confirmó este jueves el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, que descartó seguir los pasos dados por otros países como Italia o Alemania, que ya han apartado las solicitudes de los sirios del montón de expedientes pendientes. "En estos momentos, las solicitudes de asilo de ciudadanos sirios son pequeñas, no es como en otros países de la Unión Europea. No es necesario tomar ninguna medida adicional", señaló el ministro.

Una ONG siria denuncia que Israel ha ocupado unos 300 kilómetros cuadrados en el país tras la caída de Al Asad

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En cualquier caso, las organizaciones en defensa de los Derechos Humanos descartan que la cantidad deba ser el baremo que decida paralizar o no las solicitudes. Amnistía Internacional, por ejemplo, pidió expresamente a Europa no mezclar la caída de Al Asad con la "política antirrefugiados". Más que nada porque, señalaron desde la organización, "cinco décadas de brutalidad y represión no pueden deshacerse de la noche a la mañana".

Así lo considera también Nachawati. "No se pueden congelar las solicitudes de asilo porque Siria todavía no es un país seguro al que volver. Hace apenas una semana de la caída de una dictadura y mucha gente no tiene ni un hogar al que regresar. Forzar su vuelta es abocar a Siria al desastre", afirma la experta. La situación allí continúa siendo extremadamente compleja. Ya no sólo por los distintos grupos locales que han representado la oposición al régimen, sino por la injerencia de otros actores internacionales. "Siria lleva más de una década secuestrada por Irán, Rusia y Turquía y ahora también ha entrado en juego Israel, que pretende reconfigurar Oriente Medio con una política de tierra quemada y desplazamientos que les permita ampliar su presencia colonial", apunta.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos denunció este jueves que el ejército de Benjamin Netanyahu ha ocupado, desde el pasado domingo, unos 300 kilómetros cuadrados de territorio sirio adyacente a los Altos del Golán. Lo hizo en una zona desmilitarizada en unas acciones que defendieron como "limitadas y temporales" y destinadas únicamente a la protección y seguridad de su población. Por ahora, según ha aclarado el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, las tropas no se moverán durante los meses de invierno.

Asma Alwaka tiene muy difuminados sus recuerdos sobre Siria. Más que imágenes, de hecho, conserva los sonidos. El de las bombas, el de los llantos, el de los gritos. Tenía apenas 9 años cuando la guerra la obligó a huir de su casa. A ella, a sus cuatro hermanos y a sus padres. Desde 2011 su vida consistió en eso: en huir de una ciudad a otra. No permanecían más de un año en ninguna. "La guerra nos hacía movernos constantemente", recuerda desde el otro lado del teléfono. Por eso decidieron emprender otro viaje más largo. Uno que tras diez días les llevó hasta Turquía, desde donde consiguieron ser trasladados como refugiados a España. Hoy celebran la caída de Bachar al Asad, pero asumiendo que es tarde para recuperar lo que han perdido tras casi catorce años de conflicto. "Hemos perdido familia y nuestra casa, ¿para qué vamos a volver?", se pregunta.

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