La gestión de residuos se ha ganado a pulso ser considerada uno de los mayores retos medioambientales del siglo XXI. La acumulación de basura contamina el medio natural –con el plástico como principal protagonista–, satura los vertederos y los convierte en polvorines, arroja pérdidas millonarias y contribuye a la crisis climática. Ante la emergencia, se impone tanto la reducción del consumo, en general, como el reciclaje de los materiales que ya no pueden tener una segunda vida. Y en este sentido, España disfruta de varias iniciativas a nivel local, que pueden servir de ejemplo para escalas más grandes: proyectos pequeños que han mejorado enormemente las tasas de reciclaje de municipios, que descubren nuevos usos para lo que antes se consideraba desecho o que conciencian sobre la necesidad de abandonar la generación constante de residuos como modo de vida y modelo de consumo. infoLibre repasa cinco casos de buenas prácticas que pueden inspirar al conjunto del modelo español.
Zamudio y Vilabareix: tasas de basura justas
En la inmensa mayoría de municipios del país, todos los ciudadanos pagan el mismo dinero en concepto de tasa de basuras. Pero, evidentemente, no todos generan los mismos residuos ni reciclan en la misma medida. Por lo tanto: ¿es justo que todos paguen lo mismo? Dos municipios españoles se han planteado esa pregunta, y la respuesta es no. En Vilabareix (Girona) y próximamente en Zamudio (Bizkaia), quien recicle mejor y consuma menos obtiene una rebaja importante a la hora de pagar impuestos. No se trata de penalizar, sino de premiar al que lo hace bien.
En el municipio vasco, seleccionado para la iniciativa por el proyecto internacional Waste4Think, empezarán en noviembre, y su alcalde está entusiasmado con la medida: "Que la basura no se pague a escote", defiende. En el caso de Vilabareix, la recogida se hace mediante un servicio puerta a puerta en el que operarios municipales, además, vigilan que la separación se ha hecho correctamente, por lo que no vale solo reciclar: hay que hacerlo bien.
Cuentan con dos precios estándar para la tasa de recogida de basuras: 80 euros al año para los más cumplidores y 270 euros para los que menos. En el caso de Zamudio, el sistema que se prevé implantar es algo más complejo. Los habitantes de este pueblo deben pagar dos euros por cada bolsa, de reciclaje o no, que depositen en los contenedores. Así se promueve consumir menos envases de un solo uso, o consumir menos, en general.
Lumbier: reciclaje con inserción laboral
El pequeño pueblo de Lumbier (Navarra) está a escasos kilómetros de la Foz de Lumbier, un impresionante cañón declarado como reserva natural por sus colonias de aves rapaces. Y es escenario de una pequeña pero significativa iniciativa que ha sido premiada por Europa: concretamente por la Red Europea de Desarrollo Rural. Una empresa de inserción laboral llamada Josenea Bio, en colaboración con la Universidad Pública de Navarra, se ha lanzado a un proyecto para la gestión y el reaprovechamiento de residuos orgánicos, que se recogen, se tratan y se convierten en compostaje. Posteriormente se reparte entre los interesados para el abono de los campos.
Josenea es una asociación sociolaboral sin ánimo de lucro, con un objetivo prioritario: reconducir las carreras laborales de personas del pueblo, generalmente con pocas oportunidades en un entorno rural difícil. Cuenta con Josenea Bio, una empresa que lleva una finca donde cultiva ochenta especies de plantas medicinales para su posterior comercialización. Desde su fundación, hace 16 años, ha dado formación y trabajo a 135 personas.
Ahora se ha involucrado en esta iniciativa con la que, explican sus impulsores, la intención es "que los beneficios derivados de la correcta gestión de los biorresiduos repercutan directamente y de una manera transparente en la misma población que los ha generado". El proyecto incluye la creación de un sistema de recogida y transporte de residuos biológicos en el mismo municipio, la puesta en marcha de un pequeño centro de tratamiento y la formación a habitantes del pueblo, que no solo podrán participar activamente en la generación del compost sino que podrán dedicarse profesionalmente a ello en un futuro, dentro o fuera de Lumbier.
Compostaje a gran escala
Cogersa es el acrónimo de Compañía para la Gestión de los Residuos Sólidos en Asturias, un consorcio público que nació en los años 80 fruto de la colaboración entre el Principado y varios ayuntamientos para mejorar el tratamiento de los residuos. Desde hace años organiza un concurso entre los asturianos que cuenten con una parcela grande para premiar el mejor compost, elaborado con restos de poda o siega o alimentos no cocinados que, de otro modo, acabarían pudriéndose en el vertedero.
Lo mejor es que Cogersa facilita absolutamente todo y gratis: la instalación, una especie de bidón donde se realiza el proceso, así como folletos explicativos y formación, apoyo y seguimiento por vía telemática y presencial a los interesados. Y luego, claro, la alegría de ganar. La empresa hace análisis a los abonos resultantes y elige a los mejores. El que quedó segundo le expresaba a La Voz de Asturias su sorpresa, ya que empezó sin tener ni idea… y ahora utiliza el compostaje en su vida diaria con las ventajas que ello implica, reduciendo la cantidad de basura generada de manera importante.
La edición de 2019 de Hago buen compost, el nombre del concurso, empezó en febrero y en los próximos días se conocerán los ganadores. Desde 2009 se han unido más de 10.000 familias, según datos del consorcio, que demuestra que no hacen falta grandes excentricidades para que la gente se ponga a reciclar.
Recogida puerta a puerta: luces y sombras
En Gipuzkoa los ayuntamientos de EH Bildu en pequeños y medianos municipios se lanzaron hace unos años a cambiar completamente su sistema de gestión de residuos. Optaron, copiando iniciativas exitosas en otras partes de Europa, por el sistema de recogida puerta a puerta. En todo el municipio se colocan ganchos donde los habitantes deben dejar sus bolsas de los diferentes residuos. Como no puedes dejar varias bolsas en el mismo gancho, se fomenta que se evite al máximo la generación de desechos. Además, para las personas con problemas de movilidad, se evita tener que dejar la basura en un contenedor que a lo mejor se encuentra a decenas de metros de distancia.
Sin embargo, los problemas, los conflictos y las dudas no han dejado de surgir en Gipuzkoa desde el comienzo de la implantación en algunos municipios de este sistema, allá por 2012. Ha habido protestas de los vecinos en la calle, improvisadas huelgas donde las basuras se dejaban tiradas en la acera, tensión política, dimisiones… Los habitantes se quejaban de la falta de higiene de tener la basura colgando y la poca intimidad, con los desechos a la vista de todos.
Muchos de estos pueblos y pequeñas ciudades, tras años con el modelo del gancho, han optado por volver a los contenedores clásicos. A pesar de su probada eficacia: en todos los sitios de Gipuzkoa donde se ha implantado el modelo, la tasa de reciclaje sube. Eso sí, en muchos lugares no se ha vuelto al contenedor normal y corriente. Para abrirlos, hace falta pasar una tarjeta magnética, de uso exclusivo para cada familia, y se limita la cantidad de bolsas a la semana que se pueden tirar al cubo de la fracción resto.
En otras latitudes, sin embargo, la recogida puerta a puerta ha sido todo un éxito. Por ejemplo, en Orba, una pequeña localidad alicantina, en febrero de 2018 se instaló este sistema y ha pasado de un 17% de tasa de reciclaje en enero de 2018 a casi un 82% en abril, según datos del ayuntamiento. El alcalde, Ignasi Cervera, tiene 35 años y es licenciado en Ciencias Ambientales. Su modelo, además, cuenta con varios pluses: las bolsas no se cuelgan, sino que se colocan en pequeños recipientes repartidos gratuitamente. Y el consistorio ha contratado a una cuadrilla de educadores medioambientales que revisa las bolsas y, si los desechos no están bien separados, se ponen en contacto con los vecinos en cuestión para explicarles los errores cometidos. “Me he encontrado con algunos (vecinos) y les he dicho de broma que íbamos a volver a colocar los contenedores. Y me han contestado que ni se me ocurra”, relataba Cervera a El País.
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Regalos por reciclar
Otras localidades de la geografía española, para potenciar el reciclaje, optan por hacer regalos, descuentos o compensaciones a los vecinos por separar correctamente los residuos y depositarlos en el lugar adecuado. Es el caso, por ejemplo, de la ciudad madrileña de Móstoles, donde se ha instaurado un sistema muy parecido al que vemos en muchos países europeos y al que Ecoembes se niega en rotundo. En uno de los mercados, el ayuntamiento ha instalado una máquina que da dinero por llevar los envases de plástico y las latas. Entregan un cupón que puede hacerse efectivo de los establecimientos. Dos en uno: sube la tasa de plástico reciclado y se fomenta el consumo en estos mercados de la ciudad.
Una iniciativa similar se ha llevado a cabo en San Marcelino, un barrio de València, donde en esta ocasión contaban las bolsas depositadas en el contenedor, que quedaban identificadas mediante una pegatina. Los responsables comprobaban que la separación se ha hecho correctamente y premiaban con “ecopuntos”, canjeables por distintos presentes. En muchas ocasiones, fomentar funciona muchísimo mejor que prohibir.
La gestión de residuos se ha ganado a pulso ser considerada uno de los mayores retos medioambientales del siglo XXI. La acumulación de basura contamina el medio natural –con el plástico como principal protagonista–, satura los vertederos y los convierte en polvorines, arroja pérdidas millonarias y contribuye a la crisis climática. Ante la emergencia, se impone tanto la reducción del consumo, en general, como el reciclaje de los materiales que ya no pueden tener una segunda vida. Y en este sentido, España disfruta de varias iniciativas a nivel local, que pueden servir de ejemplo para escalas más grandes: proyectos pequeños que han mejorado enormemente las tasas de reciclaje de municipios, que descubren nuevos usos para lo que antes se consideraba desecho o que conciencian sobre la necesidad de abandonar la generación constante de residuos como modo de vida y modelo de consumo. infoLibre repasa cinco casos de buenas prácticas que pueden inspirar al conjunto del modelo español.