Claves del 9J: la derecha se atomiza, el PSOE concentra el voto progresista y la fiesta de Alvise le roba votos a Vox
La sobredosis de sondeos antes del silencio demoscópico de los últimos días nos ha dejado un escenario parecido al que ya desbrozamos hace algunos días en InfoLibre. Del análisis de tendencias, participación, movimientos entre partidos, y demás datos en abierto podemos inferir una proyección electoral que a una semana de votar deja el siguiente panorama.
La derecha se atomiza
El PP ha comprometido una victoria que tenía en sus manos y, sobre todo, el relato posterior a las elecciones, al pretender convertir la contienda europea en un plebiscito a Sánchez. Hace 3 meses algún instituto de opinión le daba hasta 10 escaños y 15 puntos de ventaja sobre el PSOE, y eran varias las encuestadoras que le situaban en el entorno del 38% - 40% de los votos. Al inicio de campaña empezó el ajuste y la media de encuestas publicadas rebajaron su estimación al 35%, que hoy es ya un 33,9%, sin contar el CIS, cuyos microdatos apuntan a un resultado aún más bajo, de aproximadamente el 33%, apenas un punto o dos por encima del PSOE, con todo por resolverse en la recta final.
Las consecuencias para el PP del marco “segunda vuelta de generales” han sido desastrosas: en primer lugar de expectativas, porque puede darse la circunstancia de que obtengan 9 o 10 europarlamentarios más que en 2019 y sin embargo la lectura sea, en el mejor de los casos, de victoria insuficiente, y en el peor de fracaso, erosionando la credibilidad de Feijóo como alternativa a Sánchez. Contumaz en el órdago, el PP empezó hablando de “legislatura en suspenso” creyéndose ganador por goleada y ha acabado deslizando que podría presentar una moción de censura aunque la victoria sea pírrica. Huele a movimiento de última hora para frenar la sangría en la derecha.
El PP ha querido maximizar la transferencia de Vox y lo que ha hecho es regalarle votos a puñados. Hasta 560.000 podrían optar por Buxadé en vez de Dolors Montserrat. De tener un saldo positivo entre sufragios ganados y perdidos, a tenerlo negativo en más de 230.000. Además, al situarse en el carril de Vox en la competición por ser el más duro y más beligerante de la derecha, ha dilapidado otros 380.000 votos que podrían irse camino a Alvise. En total, casi un millón de posibles votantes perdidos. Esto es lo que explica la mocionada, más que la amnistía, que estaba descontada en el imaginario colectivo. Si juegas en la frontera de la nueva derecha alejándote de la seriedad convencional siempre van a subirte la apuesta y corres el riesgo de que en el espacio central, cada vez más desmovilizado por la dinámica de descalificación permanente, te pillen con el carrito del helado. Así, mientras intentabas exprimir al máximo tu rol de voto útil entre los conservadores descubres que se han esfumado no solo los que pretendías fidelizar o ganar a tu derecha, sino también los que te llegaban del bloque contrario, que hoy son 280.000 votantes del PSOE en generales, un 3,6%, cuando hace unos meses superaban los 700.000.
Con todo, está por ver el efecto de última hora en el electorado de la aprobación en el Congreso de la amnistía y del anuncio de esa hipotética moción. El PP sigue ligeramente por delante pero la distancia es muy pequeña y deberá evitar nuevos resbalones para no regalar a Sánchez otro capítulo en su manual de resistencia con una remontada que hasta hace poco parecía imposible.
El PSOE concentra el voto de la izquierda
Según se acerca el día de votar cada vez son más los votantes de Sumar que optarían por el PSOE. Hay un dato que explica y resume las distintas tendencias de socialistas y populares. Por vez primera en los 11 meses que llevamos desde los últimos comicios generales de julio de 2023 los socialistas tienen una fidelidad electoral superior a la del PP: 82% vs 80%. Aparte, el PSOE da un buen mordisco en el espacio plurinacional de electores de Esquerra, Bildu y PNV, mientras su principal fuga es a la abstención y no a ninguno de sus adversarios. El promedio de encuestas publicadas ha ido elevando sus expectativas desde el 27-28% de febrero-marzo, al 30% actual. Y de nuevo las tablas del CIS sugieren que podría acabar por encima aproximándose al resultado de las últimas generales, en el entorno del 31%-32%.
¿Significa esto que la amnistía va a salirle rentable en términos electorales? No. Hay una parte significativa que no comulga con la medida y eso se refleja en un saldo intra bloques negativo que no se compensa con los aportes de los nacionalistas, pero el escenario está tan polarizado que admite pocos grises y la derecha está hoy más fragmentada que hace un año. Todo dependerá de la capacidad de movilización de cada lado en unas elecciones en las que se prevé un nivel de abstención importante.
Esta inercia al alza del PSOE provoca que Sumar pierda el 5º escaño al que aspiraban al inicio de la campaña y que pueda ceder también el 4º. De acabar en 3, sería un resultado de difícil digestión para los de Yolanda, que se ha afanado en la última semana en elevar el tono contra el PSOE, en un giro -quizás- demasiado estridente y que necesitaba más tiempo y maduración, un patrón que suele indicar nervios y no suele funcionar cuando se percibe forzado por las circunstancias. A su lado Irene Montero tiene dos plazas aseguradas que saben a reivindicación y refuerzan la capacidad competitiva de Podemos para agarrarse a unas elecciones en las que necesitaba lanzar un mensaje de resistencia. Por momentos parecía que podría optar incluso a un tercer europarlamentario, pero el impulso del PSOE ha alejado esa posibilidad.
Se Acabó la Fiesta y el efecto underdog
El actor inesperado. O no tanto, porque venía avisándolo desde hace semanas. A la ascendencia de Alvise, que cuenta con cientos de miles de feligreses en redes sociales, hay que sumar el éxito en la elección del nombre -Se Acabó La Fiesta- que da soporte a su agrupación de electores. No es un casual que se presente con esa forma jurídica y no con la de partido. Toda una declaración de intenciones para pescar en el espacio de la antipolítica, más allá de los márgenes de la institucionalidad del sistema.
Antes comentábamos el roto que le estaba haciendo al PP, pero el daño de verdad se lo hace a Vox. Los de Abascal sacarán un gran resultado, cuando menos duplicará su representación actual, pero la aparición de Alvise le va a costar más de medio millón de votos y probablemente un escaño. Hay una lección que nadie parece querer aprender, la patrimonialización del espacio. Lo que el votante, de un lado y de otro, castiga sin piedad es que otros le señalen qué debe hacer. Y en esas está el PP, con Feijóo advirtiendo que hay que concentrar el voto en el PP para “no repetir el error de las generales”. Y en esas anda también Vox, al definir la última movilización del PP de “romería” y ningunear en voz baja, y no tan baja, a Alvise con calificativos como friki y aprovechado. La historia se repite y ese con el que nadie contaba irrumpirá en el Parlamento Europeo con 3 plazas, y ya veremos lo que da de sí la última semana de campaña.
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El caso de Alvise es un síntoma de hasta qué punto se está cuestionando el funcionamiento de nuestra democracia, como ya vienen advirtiendo mes tras mes los españoles al situar la desafección con la política, los políticos y los partidos en primer lugar de los problemas ciudadanos, por encima de nuestro estado de bienestar y de las cosas del comer. Se equivoca el que piense que el multipartidismo ha muerto, ese es uno de los grandes errores de comprensión de PP y PSOE, que al calor de la desaparición de Ciudadanos y la fragmentación de Unidas Podemos, repiten algunos de los síntomas que llevaron a su aparición en el tablero nacional en las europeas del 2014, tres años después de las movilizaciones del 15m y la quiebra que se produjo en las elecciones generales del 2011 que dieron la mayoría absoluta a Mariano Rajoy.
Habrá que estar atentos también a la participación, que en las últimas elecciones europeas fue mucho más alta por la coincidencia con municipales y autonómicas, pero que en esta ocasión podría bajar de golpe 20 puntos situándose en los baremos de 2014 y 2009.
Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.