Crisis del coronavirus
Control de CO2, registros y más test: las autonomías intentan el enésimo equilibrio para salvar el interior de la hostelería
El SARS-CoV2 tenía preparada una última sorpresa para España en el verano que se supone que iba a ser el de la vuelta a la vieja normalidad. La incidencia entre jóvenes se ha disparado, sorprendiendo incluso hasta a los más pesimistas, fruto del empuje de la variante delta y de la relajación social a una población a la que se le había prometido que, durante este estío, sí que sí. El colapso hospitalario ni está ni se le espera, pero sigue siendo un problema de salud pública. Ante esta situación, las comunidades autónomas se vuelven a ver entre la espada y la pared, dada la ausencia de ayudas públicas contundentes; entre la necesidad de cortar la transmisión y la de dar algo de aire a la hostelería y el ocio nocturno, permanentemente señalados como actividades inseguras –así lo indica la evidencia científica–. Muchas han tirado por la calle de enmedio, endureciendo el control de estos espacios pero manteniendo los interiores abiertos. Esperando a que pase el chaparrón.
Tanto autonomías como ayuntamientos se esfuerzan en actuaciones dirigidas a bares, restaurantes, pubs y discotecas que, esta vez sí que sí, logren el preciado equilibrio entre salud y economía. Euskadi, por ejemplo, deja muy claro que la ventilación en todo espacio público interior es obligatoria, para evitar la transmisión por aerosoles. No solo importa la distancia interpersonal, también es vital evitar compartir el aire que respiramos. Al igual que Cantabria y Asturias, ha impuesto el registro obligatorio también en la hostelería. El establecimiento debe apuntar el nombre y los datos de contacto de al menos "una persona por cada grupo de comensales", con el objetivo de compartir los datos con Salud Pública en caso de brote. El Gobierno vasco también recomienda la instalación de medidores de CO2, para cuantificar la correcta renovación del aire. Asturias obliga a ello.
El Ayuntamiento de Getafe (Madrid), de hecho, ha adquirido y repartido de manera gratuita 1.300 de estos aparatos entre los comercios. Navarra, por su parte, lo utiliza para imponer actuaciones más laxas: solo habrá restricciones al aforo interior si la ventilación es escasa. Otras comunidades, como Madrid, solo obligan al registro en el ocio nocturno, que puede abrir hasta las 3 desde hace unas semanas. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso no tiene intención, por ahora, de endurecer sus políticas anticovid y los hosteleros madrileños, que han disfrutado de una apertura casi total desde mayo de 2020, también se niegan al registro. La identificación de los consumidores "haría mucho más lento el funcionamiento y disuadiría a los clientes", aseguró a finales de junio el director general de la patronal Hostelería Madrid, Juan José Blardony.
El portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública (Amasap) y epidemiólogo Fernando García cree que el registro no solo es útil, sino que debería haber sido obligatorio en todo el país desde el principio de la primera desescalada. "Pero como el rastreo ha brillado por su ausencia..", lamenta. La medida no solo permite identificar con precisión a los contagiados en un brote en estos ámbitos y cortar más cadenas de transmisión, sino que permite que Salud Pública tenga más información sobre cómo se difunde el patógeno. Necesita saber cómo se comporta un virus que, mutación tras mutación, se hace más contagioso. "Tenemos que conocer la influencia concreta de la estancia en bares en la transmisión en general. Si no se busca y no se mira no se encuentra, y al final se pueden hacer proclamas de que los bares son seguros sin que haya una evidencia detrás".
Galicia, por su parte, ha implantado la presentación obligatoria del pasaporte covid para entrar a discotecas y pubs: solo se podrá acceder con un test negativo o la pauta completa de vacunación. La Comunitat Valenciana estudia la medida ampliada a bares y restaurantes: es decir, de manera similar a lo que ha ejecutado Francia y otros países europeos. García lo ve con buenos ojos como solución intermedia entre la libertad total y el cierre severo. El médico de familia y experto en gestión sanitaria Javier Padilla, sin embargo, no cree que sea útil ni conveniente ejecutar actuaciones que discriminen por tramos de edad. Ahora mismo, los jóvenes son, mayoritariamente, los no vacunados. "Estamos pidiendo a los jóvenes una retracción en sus actividades que sea exclusiva para ellos pero no para el resto de la población. A nivel de conducta, es imposible".
Argumenta: el ambiente de desinhibición es tal que muchos jóvenes, si se les prohíbe entrar a bares y juntarse al aire libre (como en el caso de Cataluña, que ha prohibido las reuniones en exteriores con independencia del alcohol que se consuma) van a dirigirse de cabeza a actividades mucho menos seguras y sin control posible sin estado de alarma, como quedadas en domicilios particulares. "Me parece una barbaridad lo de Cataluña. Entiendo que señala de manera muy directa al botellón, pero la alternativa al botellón no suele ser que la gente se vaya a su casa a dormir. Podríamos ir a los botellones no solo a disolverlos, sino a intentar que se sigan las medidas. La estrategia de demonización no es la más adecuada en este momento: sí la dirigida a una reducción de daños".
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Padilla cree que, ahora mismo, no hay solución al ocio nocturno que no pase por el cierre y una compensación a empleadores y empleados hasta que, por fin, pase la pandemia. Los escenarios seguros lo son solo en la teoría: sin bailar, con mascarilla, con una adecuada renovación del aire. Pero en la práctica, el incumplimiento es fácil: numerosos testimonios a lo largo de estas semanas muestran que, a altas horas de la noche, el control en muchos establecimientos brilla por su ausencia. Los test de antígenos, una solución por la que han optado festivales como el Vida, en Barcelona, tampoco han resultado ser demasiado efectivos. Muchos asistentes a este evento se contagiaron tras pasar todos por una prueba de este tipo, que según algunos asistentes dio falsos negativos por el uso de bastoncillos inadecuados.
"Los organizadores no cumplieron con sus compromisos", sentencia García. "El compromiso de estar con la mascarilla apenas se cumplió". Y además, "los test de antígenos funcionan bastante mal" en ausencia de síntomas, como llevan advirtiendo meses los especialistas y que no ha disuadido a la Comunidad de Madrid de hacer, durante la segunda y tercera ola, cribados masivos con esta herramienta entre población asintomática y sin contactos estrechos. "Tienen falsos negativos y falsos positivos en aquellos que no tienen síntomas. Si la prevalencia es baja, inferior al 1%, es más probable que el test arroje un falso positivo que un positivo real". El experimento en la Sala Apolo con el concierto de Love of Lesbian se realizó, asegura el epidemiólogo, en condiciones muy controladas que no se replicaron en otros eventos.
El Gobierno catalán ya ha dejado claro que no volverá a permitir festivales con aglomeraciones este verano: de celebrarse, tendrán que ser sentados y manteniendo obligatoriamente la distancia. La quinta ola ha pillado desprevenidos tanto a ciudadanos como a administraciones, que no se esperaban un rebrote de tal magnitud: y no es fácil controlar la situación sin volver a golpear a la libertad de una ciudadanía muy cansada.