Crece el pesimismo mientras caen el consumo y el ahorro: cómo influye nuestro bolsillo en lo que votamos
Uno de los factores que explican la remontada de la izquierda en las pasadas elecciones de julio fue la capacidad que tuvieron PSOE y Sumar de levantar el ánimo económico de la ciudadanía, y en particular de su electorado, en la segunda mitad de legislatura tras la pandemia, con un acelerón final los últimos tres meses.
En enero de 2021, 6 meses después del fin del confinamiento, la confianza de los españoles en la economía del país era nula y en esto coincidían votantes de izquierda y de derecha. Sólo un residual 4% consideraba la situación económica como buena o muy buena. Hoy esta cifra ha crecido hasta el 30% en el conjunto de la población, pero lo significativo es que se ha disparado entre los votantes del PSOE (del 7% al 51%) y los de Sumar (del 9% al 52%), mientras que la derecha sigue mostrando un total pesimismo. Podemos verlo en el gráfico siguiente.
El 29 de mayo Pedro Sánchez sorprendía a todos anunciando la convocatoria de elecciones generales. En ese momento la confianza de los españoles en la economía del país seguía siendo baja. Sólo un 23% calificaba la situación de buena o muy buena, y la mirada al futuro, habitualmente más optimista, era igual de desesperanzadora. Los datos de abril del ICC mostraban que un 26% de los españoles confiaban en que la situación económica del país mejoraría en 6 meses frente a un 54% que creía que empeoraría.
Sólo 3 meses después, en julio, mes de las elecciones, la percepción positiva había subido sustancialmente hasta el 36% (13 puntos). Los electores de PP y VOX no habían variado su mirada crítica pero se había producido el despegue definitivo entre los votantes del PSOE y de UP/ Sumar, que por primera vez en mucho tiempo “aprobaban” la situación económica del país con un 56% de ellos calificándola de buena o muy buena, sumando a su vez más optimistas en la visión de futuro a 6 meses.
Está fue de las batallas más importantes que ganó la izquierda a la derecha en la larga precampaña y campaña electoral, al imponer su marco comunicativo al del PP, que tras Extremadura dedicó mucho tiempo y esfuerzo a explicar sus pactos con VOX y poco a alimentar su perfil gestor, desde entonces desdibujado.
Los números empeoran en la última medición
Los últimos datos conocidos del ICC, de hace apenas unas semanas, vuelven a elevar la preocupación ciudadana tras unos meses de tregua. No es de extrañar por tanto, como ha sucedido tantas otras veces en el pasado, que las expectativas electorales de los partidos en el gobierno se estén deteriorando mientras la atención esté puesta en las cesiones a los socios independentistas y no en la agenda social que está por venir en los próximos meses.
Hay una caída abrupta de más de 17 puntos del índice de confianza en el mes de septiembre respecto a la última medición de julio. Esta caída -el tercer mayor descenso de toda la serie histórica- supone romper con una inercia sostenida de crecimiento en la confianza en los últimos meses. Y lo más significativo es que se produce sin que medie un acontecimiento importante que lo justifique. Las otras dos grandes caídas se produjeron tras la pandemia/ el confinamiento (marzo de 2020) y tras la guerra de Ucrania (marzo de 2022). Los efectos de la guerra entre Israel y Palestina los podremos ver en el próximo ICC.
Crece el pesimismo, cae el consumo y el ahorro
De julio a septiembre la evolución es preocupante en 3 indicadores: 1) suben las personas que consideran que la situación económica de su hogar es peor que hace seis meses, del 35% al 44%, 2) suben las que afirman que su capacidad de ahorro será menor este año, de un 30% a un 37%, y 3) suben las que prevén que harán un consumo menor de bienes duraderos (coches, muebles, electrodomésticos, ordenadores…) del 20% al 26%. En los tres indicadores se produce un incremento sensible con subidas entre 6 y 9 puntos en solo dos meses. Pero es que entre los votantes del PSOE y Sumar el incremento es igual o mayor. Veámoslo en los siguientes gráficos.
Tabla 1. Indicadores económicos personales y del hogar*. Datos en porcentaje.
El deterioro de estos tres indicadores del ICC indica un cambio en el humor y en las expectativas económicas de los españoles en su conjunto, y en los votantes de izquierda en particular, que va más allá de una simple lectura estacional.
Es decir, las condiciones cambian y el gran esfuerzo social del gobierno en la pasada legislatura, el mensaje de avance y progreso se enfrenta a dos hechos ciertos: 1) la economía se contrae -y el IPC y el Euribor siguen castigando a los españoles-, y 2) asistimos a unos niveles desconocidos de inestabilidad política, dentro y fuera de nuestras fronteras. Y, como ya dijimos, está por ver los efectos de la guerra en OrienteMedio
El pacto PSOE y Sumar -y toda la partitura que lleva detrás- llega en el momento justo para los socios y ha podido tener un efecto alivio entre sus electores, una dosis de esperanza en el futuro en medio de la alargada sombra de la amnistía, que amenaza con terminar de atenazar el clima ciudadano. Reactiva el argumento a la ofensiva (la ambiciosa agenda social) y a la defensiva (no perder lo logrado), frente a una derecha centrada exclusivamente en la fractura territorial… por ahora. Porque ahora que empieza a andar la legislatura lo previsible es que lo económico cobre mayor protagonismo y el PP intente ganar espacio en este flanco con un mensaje tan recurrente en el pasado como efectivo: prepárate porque llegan curvas.
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*Las preguntas realizadas por el CIS correspondientes a los datos mostrados en la tabla 1 son las siguientes: ‘¿Considera Ud. que la situación económica actual de su hogar es mejor o peor que hace seis meses?’, ‘¿Cree Ud. que sus posibilidades de ahorro durante el próximo año serán mayores, menores o iguales que las de este año?’, ‘¿Cree Ud. que sus posibilidades de adquisición de bienes duraderos (coches, muebles, electrodomésticos, ordenadores, etc. nunca viviendas, bienes inmuebles) durante el próximo año serán mayores, menores o iguales que las de este año?’.
Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab