El domingo 20 de noviembre de 2011 España votó masivamente a Mariano Rajoy. Eran tiempos muy duros para el país y para el PSOE. La crisis financiera azotaba al mundo y España estaba en el centro del huracán. La prima de riesgo golpeaba con toda su dureza. Y los socialistas perdieron el poder en uno de los momentos más difíciles entre recortes y la presión de la calle, con el 15-M clamando contra el bipartidismo y el orden establecido desde 1978.
Fue una época muy dura para el partido. Y en este momento de horas bajas para la calle Ferraz fue cuando precisamente Teresa Ribera decidió afiliarse al PSOE. Tenía que comprometerse con el puño y la rosa a través de un carné para apoyar la travesía por el desierto. Ella había formado parte de la última etapa de la Administración de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la Secretaría de Estado de Cambio Climático, entre 2008 y 2011.
En el panorama político entonces la emergencia climática no ocupaba un lugar tan destacado, pero ella luchó desde dentro de la administración por elevar esa importancia. Y hoy es la vicepresidenta tercera, al frente del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. En pleno huracán disputándose en muchas pistas, desde su plan presentado el pasado martes en el Consejo de Ministros para cambiar el sistema eléctrico de la UE hasta su disputa contra la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía por el decreto del Tajo, que aminorará el trasvase hacia la cuenca del Segura.
Una funcionaria de élite "a la que escucha atentamente Sánchez"
Ribera lleva la administración en las venas. Y es que forma desde los 26 años parte del cuerpo de élite del funcionariado tras sacarse la oposición de Administración Civil del Estado. Son los conocidos como ‘TAC’, las personas que hacen que funcionen las tripas del Gobierno gane quien gane las elecciones. Unas plazas a las que se llegan tras uno de los procesos de selección más duros y exigentes. Horas y horas de estudio entre leyes, decretos y planes estatales.
Y esto ha formado también su carácter. Dentro del PSOE muchos la enmarcan como “muy técnica” y con un lenguaje “muy burocrático”, mientras que otros compañeros señalan que es “mucho más política de lo que aparenta”. Los que han trabajado con ella destacan que es “muy eficiente”, a la vez que “exigente” con sus equipos. En el PP, en cambio, no tienen buena percepción de ella y fuentes consultadas dicen que es imposible negociar algo con ella, que tiene siempre una postura inamovible.
Es una de las personas, además, como reconocen fuentes gubernamentales, “a las que más escucha atentamente el presidente” y a la que hace más caso con sus propuestas. Sánchez siempre la tuvo en mente, mucho antes de que llegara a La Moncloa. Por dos vertientes que siempre aprecia el líder de los socialistas para otorgar una cartera: su conocimiento técnico y su experiencia internacional.
Ligada a la lucha contra el cambio climático
Ribera ha participado muy activamente en la esfera internacional, desde distintos puestos para la lucha contra el cambio climático. Un tema en el que se centró principalmente desde el año 2000 cuando se ofreció a ocuparse del sistema de vigilancia de cumplimiento y sanción del Protocolo de Kioto, siendo uno de los primeros cinco técnicos que se integraron en la Oficina Española de Cambio Climático. Un papel que tuvo uno de sus momentos clave cuando fue fichada por Francia para dirigir el think tank de cambio climático del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales (IDDRI). Desde allí intervendría directamente en las negociaciones que culminaron en el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en 2015. Y de aquellas épocas viene una obsesión relacionada a todo lo que tiene que ver con técnicas para negociaciones a muchas bandas.
Ribera es ya una referencia internacional indiscutible, como prueban su aparición habitual en rankings de políticas más influyentes hechas por medios europeos. Para muestra, su llegada a Bruselas la víspera de uno de los últimos Consejos de Ministros de Energía de la Unión Europea. Eran las 23:00 en la Place Jourdan de Bruselas y en el hotel donde se hospedaba Ribera la esperaban buena parte de los ministros de otros 14 países que habían firmado una carta pidiendo un tope europeo al gas. Fue ella quien coordinó la labor de esos ministros y ellos los que esperaron a que llegara para definir la estrategia del día siguiente hasta cerca de las 2:00 de la madrugada.
Ese día no hubo fumata blanca, pero sí unos días después, contra pronóstico. En su equipo explican que Ribera fue confrontada con dos opciones. "O te quedas sola, defendiendo lo que crees, o tiras la toalla". La negociación parecía perdida y el Ministerio ya trabajaba en cómo explicarlo en España. Era la víspera de otro Consejo europeo de Ministros clave y Ribera volaba desde Montreal. La tensión la llevó a no cenar ni desayunar mientras atravesaba el atlántico. Llegó una hora tarde a la reunión, pero con una estrategia, que fue desplegando con cada ministro hasta que tuvo resultado.
"Es muy firme, muy rotunda a la hora de defender aquello que cree, pero también flexible. Siempre ofrece una salida a aquellos a los que gana negociando", explican fuentes de su entorno.
En 2016 ya Pedro Sánchez, entonces líder de la oposición, la incluía en su ‘gobierno en la sombra’ como futurible ministra. Si llegaba a La Moncloa algún día, contaría con ella. La tenía en mente. Y así pasó tras la moción de censura, cuando la convirtió en la ministra de Transición Ecológica. Con un momento clave para la relación política entre los dos: la cumbre del cambio climático que se celebró en Madrid a finales de 2019. Chile renunció inesperadamente a organizarla por la situación política y el presidente español vio una oportunidad, ofreciéndose a ser la sede. Hubo que organizarla en tiempo récord y fue un encargo personal y directo del jefe del Ejecutivo a Ribera. Todo salió muy bien y el presidente elevó su consideración sobre ella, según fuentes conocedoras.
A pesar de algunas críticas internas contra ella durante los meses de la subida de la luz por su manera de comunicar, el presidente nunca ha dudado de ella y siempre ha mostrado en público y privado una confianza absoluta por Ribera. Ella también, cada día, ha intentado mostrar un lado más político, como se comprueba en las sesiones de control. Su implicación con el partido es total y las noches electorales acude a la sede de Ferraz, incluso con su familia. En las victorias de Sánchez no ha dudado en saltar de alegría y mostrar efusivamente sus sentimientos con compañeras como María Jesús Montero y Reyes Maroto.
En las tripas de las negociaciones
Más allá de la política, defensores y detractores la dibujan como una ministra ambiciosa a la hora de sacar adelante grandes leyes. Es dura en la negociación, está siempre bien preparada y va al grano, su agenda no le permite dar rodeos. Quienes se han cruzado con ella coinciden en que en los tiempos que corren está a la altura de la situación: “Es de las personas más válidas que ha habido en ese puesto”, dice una persona que se ha sentado frente a Teresa Ribera muchas veces en los últimos meses.
Llevar bajo el brazo la cartera de medioambiente y energía también obliga a la ministra a navegar entre dos aguas y tener que lidiar a la vez con ecologistas y empresas energéticas, dos sectores antagónicos, al tiempo que no puede descuidar el precio diario de la luz, que se ha convertido en el termómetro de las políticas de Transición Ecológica.
Tanto las ONG como las multinacionales respetan su compromiso y su gran papel internacional, aunque coinciden que hay muy poco espacio para el debate con su ministerio y critican que normas recientes y muy relevantes se han redactado a puerta cerrada. Esta semana, mismamente, la patronal eléctrica Aelec -Endesa, Iberdrola y EDP- se quejaba de que no habían consultado con ellos la reforma que aspira a reformular el mercado eléctrico en la Unión Europea.
El nivel de crispación entre las grandes compañías y el gabinete de Energía ha sido muy fuerte en varios momentos de 2022, según describen desde el sector privado, especialmente tras el anuncio del gravamen a los beneficios extraordinarios de las energéticas y la banca.
Los choques han sido fundamentalmente con las empresas de combustibles fósiles y las eléctricas del Ibex, las que más se juegan en la transición energética hacia una economía sin emisiones. Desde el sector de las renovables reconocen que viven un momento dorado, especialmente la solar, que casi ha duplicado su capacidad instalada en lo que va de legislatura.
Los ecologistas, por su parte, han ganado mucho protagonismo frente a lo que estaban acostumbrados en el pasado, aunque esperaban participar mucho más en un ministerio que ha terminado volcándose con la energía tras la guerra de Ucrania. Celebran el reciente decreto sobre envases y residuos y el veto a las macrogranjas, pero enfadó mucho el intento de reactivar la construcción del Midcat, la tubería para exportar gas a Francia, y la falta de compromiso para acabar con el riego ilegal en el campo.
Una de las principales ONG afirma que no ha tenido poder para negociar un solo decreto bajo el mandato de Ribera, tan solo envía propuestas a Medioambiente que salen adelante si encajan en el proyecto del ministerio, como la prohibición de la caza del lobo. Mucho peor pintan a su compañero Luis Planas, el titular de Agricultura, quien directamente ha cerrado la puerta a los activistas.
El tope ibérico que busca ahora toda Europa
Desde el lado de los verdes coinciden en que Ribera se hace fuerte en las negociaciones extranjeras, especialmente en Bruselas, pero no se termina de abrir paso en el Consejo de Ministros. “Tiene una cartera que está cogiendo mucha fuerza, pero pierde la partida cuando pelea con otros ministerios”, dice un líder ecologista. Señalan a Agricultura, Economía, Transportes e Industria y Turismo como los que más dificultan el trabajo de Ribera.
Con sus más y sus menos, la opinión general es que Transición Ecológica ha hecho una labor titánica en el último año, incluso demasiada para lo que puede abarcar. Su medida estrella fue pactar con Bruselas la excepción ibérica la pasada primavera, un mecanismo pionero que ha permitido abaratar la luz drásticamente. También ha ampliado las coberturas para que las familias vulnerables puedan pagar las facturas y ha dejado casi a cero los impuestos energéticos, en connivencia con Hacienda.
Otros logros recientes de la ministra son el acuerdo para construir un corredor de hidrógeno verde con Francia y Portugal y ejercer de facilitadora de las negociaciones de la COP27, la cumbre de la ONU para el clima. Echando la vista atrás también ha sacado adelante la Ley de Cambio Climático y el PNIEC, las bases para descarbonizar la economía de aquí a 2030, y ha logrado poner de acuerdo a sindicatos y empresas para cerrar las minas de carbón y las centrales nucleares.
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El equipo de Ribera también ha puesto a España en el mapa energético europeo. Hasta hace poco la península era descrita como una isla energética por sus muy limitadas conexiones de gas y electricidad con Francia, pero la guerra de Ucrania ha dado un impulso a las renovables y al gas natural, dos recursos donde España es muy potente.
En Bruselas, Transición Ecológica lideró en otoño la negociación para topar el precio del gas en el mercado internacional frente a la oposición de los gobiernos alemán y holandés. Y ahora aspira a hacer lo mismo con la reforma del mercado eléctrico, siendo el primer país del bloque que envía una propuesta. “Quiere que el partido se juegue en sus términos y ha logrado que Europa siga su línea”, dice un veterano del sector. “Muy pocos políticos tienen tanta voluntad y compromiso”, añade.
Ribera se enfrenta a muchos frentes durante estos días, desde esa crisis energética marcada por Ucrania hasta la batalla por el agua, con sus compañeros socialistas valencianos advirtiendo de que “van a llegar hasta el final”. Todo en un año clave en elecciones, que determinará si la coalición sigue en La Moncloa. Ella ha tenido sus más y sus menos con Podemos y siempre se ha quejado de que los ‘morados’ deberían hacer menos ruido mediático sobre las diferencias. Y afronta estos trémulos meses siempre con el espíritu de senderista. Es una apasionada de caminar. Con varios libros siempre sobre la mesita de noche. Y una autora de cabecera: Almudena Grandes.
El domingo 20 de noviembre de 2011 España votó masivamente a Mariano Rajoy. Eran tiempos muy duros para el país y para el PSOE. La crisis financiera azotaba al mundo y España estaba en el centro del huracán. La prima de riesgo golpeaba con toda su dureza. Y los socialistas perdieron el poder en uno de los momentos más difíciles entre recortes y la presión de la calle, con el 15-M clamando contra el bipartidismo y el orden establecido desde 1978.