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La crisis del coronavirus

Las dudas sobre la eficacia del aislamiento llevan al Gobierno a preparar medidas más drásticas

Control de la Guardia Civil en las proximidades del hospital improvisado en instalaciones de Ifema (Madrid).

El virus sigue sin dar muestras de agotamiento. Más bien todo lo contrario. Los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad revelaron este viernes un nuevo récord de fallecimientos (769 en 24 horas) y elevaron a 64.059 personas los infectados en España desde que comenzó la crisis, de los que 4.858 han fallecido y 9.357 se han curado. Hasta 4.165 pacientes permanecían en la mañana del viernes ingresados en UCI.

Tanto el director del Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, com el ministro de Sanidad, Salvador Illa, con todas las precauciones, quisieron mantener viva la esperanza y señalaron que, a pesar de todo, los datos “apuntan a una cierta estabilización”, aunque todavía no hemos llegado al pico de la curva al que las autoridades sanitarias se han encomendado para poner un horizonte de solución a la crisis.

Lo cierto es que, de acuerdo con las previsiones de Simón, la curva de contagios tendría que empezar a dar muestras de retroceso en estos días, cuando ya se cumplen dos semanas desde que se pusieron en marcha las medidas de confinamiento dictadas al amparo del decreto de alarma aprobado por el Gobierno el sábado 14 de marzo. De ahí que en las últimas horas, a medida que aumentan las voces que reclaman la paralización total de las actividades no esenciales —entre ellas el sector de la construcción—, que de momento sólo reclaman abiertamente algunos partidos del Congreso —ERC, Junts, EH Bildu, Más País, BNG y la CUP— y algunos presidentes autonómicos —los de Cataluña y Murcia—, la idea de tener que ser más drásticos para reducir las posibilidades de contagio se haya ido extendiendo. También en el seno del Gobierno, donde Unidas Podemos defiende esta posibilidad desde hace varios días, convencido de que que es la única manera de frenar la expansión de la enfermedad.

El propio doctor Simón reconoció por la mañana que “está encima de la mesa” la posibilidad de dictar nuevas medidas para endurecer el distanciamiento social y frenar el contagio lo suficiente como para “impedir superar la capacidad nacional de camas de UCI”, que en estos momentos constituye la principal amenaza que afronta el sistema nacional de salud.

Esas nuevas medidas, que los ministerios ya han comenzado a examinar, pasan por dar una nueva vuelta de tuerca al cierre de actividades para reducir al mínimo indispensable, a las tareas esenciales, el contacto humano del que depende el virus para progresar. Si se da ese paso, cerrarán entre otros el sector de la construcción, al que esta semana el Gobierno reservaba un papel clave como motor de la recuperación económica después de la pandemia. Decretar el cierre total equivale a asumir que, independientemente de lo que suceda con la situación sanitaria, la crisis económica posterior será duradera.

Sectores esenciales

De llevarse a cabo el cierre, sólo permanecerán en funcionamiento los sectores que sostengan el esfuerzo sanitario —la sanidad, las farmacias, la industria farmacéutica, las fábricas y las empresas que faciliten material a los hospitales—, un mínimo indispensable del transporte de viajeros, la producción y distribución de alimentos y las empresas e instalaciones energéticas. Es decir, únicamente aquellas actividades que no se pueden detener —como el mantenimiento del orden público o la gestión de recursos económicos para hacer frente a la crisis—.

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El presidente Pedro Sánchez se ha inclinado hasta ahora, siguiendo el consejo de los técnicos y los expertos en epidemiología que le asesoran, por confiar en que las durísimas medidas adoptadas el 14 de marzo acaben por dar frutos y dobleguen la curva de expansión del contagio. Pero los días van pasando, las cifras de infectados y de fallecidos no ayudan y la oposición, especialmente PP y Vox, así como Cataluña y algunas comunidades gobernadas por la derecha, redoblan a diario la presión sobre el Ejecutivo, al que acusan de estar desbordado por la situación. Episodios como el de los miles de test defectuosos que Sanidad ha devuelto a un proveedor chino no contribuyen a tranquilizar a los ciudadanos, que llevan diez días esperando que se empiecen a hacer pruebas rápidas.

Así que todo indica, según fuentes de Moncloa consultadas por infoLibre, que el fin de semana será decisivo. Si la curva no da muestras de empezar cambiar de tendencia y nos adentramos en la semana que viene sin que la expansión del virus y la cifra de fallecidos den muestras de debilidad, el Gobierno se planteará muy seriamente poner en marcha el endurecimiento de las condiciones de confinamiento en el que ya tranabajn losdiferentes ministerios.

El propio Sánchez ha citado para este domingo y por tercera vez consecutiva a los presidentes autonómicos a una videoconferencia para reforzar la comunicación y la coordinación. En ella tendrá que escuchar cómo algunos jefes de Gobierno autonómicos se suman a la petición de medidas más drásticas en la limitación de activdades, entre ellos el presidente del Principado de Asturias, el socialista Adrián Barbón.

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