El efecto del chapapote en la salud: 20 años sin evaluar los posibles daños por exponerse a sustancias cancerígenas

Ana G. Liste (Praza.gal)

La salud de las personas que estaban en contacto directo con el chapapote no fue una prioridad para las autoridades en el naufragio del Prestige, que terminó en la catástrofe de la que ahora se cumplen veinte años. El 14 de febrero de 2003, tres meses después de que el petrolero comenzara a verter fuel frente a la costa gallega, 2.590 profesionales de la sanidad gallega firmaron un manifiesto solicitando la realización de un estudio epidemiológico sobre los efectos del chapapote en las personas que estaban en la primera línea de la recogida. 

“Avisamos a los medios de comunicación, pero no se hacían eco de nuestra petición. Por eso, nos organizamos y pagamos de nuestros bolsillos un anuncio de dos páginas en La Voz de Galicia. Los nombres aparecen en un tamaño de letra tan pequeño que casi no se lee, pero era para que entrasen en solo dos páginas”, recuerda el médico especialista en Medicina Preventiva Francisco Vázquez Vizoso, quien apunta que el origen de la movilización fue “el cabreo por las mentiras”. “Miles de personas se sometieron a unos niveles de exposición que desde el punto de vista de la salud era problemático, pero estaban salvando su mundo y sus medios de trabajo. En aquel momento la Xunta era absolutamente refractaria a hacer un estudio epidemiológico y eso crispaba mucho a los sanitarios”, argumenta.

“El fuel del es un producto tóxico clasificado por la Agencia Internacional contra el Cáncer (IARC) como ‘potencialmente cancerígeno en humanos’. Como ciudadanos libres, queremos tener información. El silencio de la administración sobre los aspectos toxicológicos de la marea de fuel es inaceptable”, señalaban en el manifiesto de constitución de la plataforma gallega de sanitarios/as de Nunca Máis, que acompañaba a un listado de nombres divididos por comarcas, y en el que también destacaban que “recoger información de los efectos agudos sobre la salud de exposición al chapapote” y “la publicación periódica de esa información en la web del Sergas” sería “positivo”.

“Sin embargo, se está atrasando de una forma irresponsable el inicio del estudio epidemiológico que nos permita conocer los efectos del chapapote sobre la salud humana a medio y largo plazo”, criticaban en aquel manifiesto. Ese estudio llegó a los cuatro meses del siniestro, con un volumen de chapapote mucho menor en la costa y muchos voluntarios ya lejos de Galicia. De hecho, nunca se llegó a estudiar a la gente del mar que hizo frente primero a la marea negra. En el momento en que se realizó el trabajo de campo –entre el 25 de marzo y el 31 de mayo de 2003– con 858 participantes, ya había medidas de protección y personas contratadas para la limpieza de playas y rocas.

El trabajo Recogida y limpieza del fuel del Prestige. Evaluación de la exposición y daños a la salud en voluntarios y trabajadores, dirigido por los expertos Juan Gestal, Ernesto Smyth Chamosa, Adolfo Filgueiras Guzmán y Agustín Montes Martínez del Área de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago de Compostela, con la financiación de la Fundación Arao, se publicó en junio de 2003. “Durante el tiempo de trabajo de campo de esta investigación, de finales de marzo a junio, se produjo una importante disminución de los voluntarios, que pasaron de 32.874 en el mes de marzo, a 23.738 en abril y 5.456 en el mes de mayo”, se explica en la introducción.

En los resultados de este informe se describe el fuel del como “un producto muy viscoso, insoluble en agua, con el olor típico del petróleo, que contiene un 52,7% de hidrocarburos aromáticos, un 22,9% de hidrocarburos saturados y un 24,4% de resinas y asfaltenos” y apuntan que sus características son muy similares a las del vertido por el en el año 1999. Atendiendo a la composición del chapapote hay tres grupos de sustancias potencialmente peligrosas para la salud en las que se fijaron: los compuestos orgánicos volátiles como el benceno, importante carcinógeno, del que se explica que “su volatilidad hace que la penetración en el organismo por vía respiratoria sea mucho más fácil que la de otros compuestos”; los hidrocarburos aromáticos policíclicos, considerados como “los principales responsables del posible efecto carcinogénico del fuel”; y los metales pesados, como el aluminio, níquel, zinc, plomo, cadmio y vanadio, que “están relacionados con disfunciones inmunológicas importantes”. 

Este estudio, encargado en el mes de marzo de 2003 por la Consellería de Sanidade, tenía tres objetivos. Caracterizar la exposición a la que estuvieron sometidos los diferentes tipos de poblaciones involucradas en las tareas de recogida del fuel. Evaluar la frecuencia de afecciones agudas entre los sujetos expuestos a la marea negra. Y determinar el incremento del riesgo de afecciones agudas en función del grado de exposición a la marea negra. 

Las conclusiones recogen que “tanto en los voluntarios como en los trabajadores de recogida de fuel se observó un incremento de las concentraciones medias de ∑ hidroxifenantrenos en la orina del 55% de los voluntarios, y del 27% en los trabajadores entre la muestra tomada en el inicio de la semana y la tomada después de cuatro o cinco días de trabajo”. Estas sustancias son hidrocarburos aromáticos policíclicos y pueden ser causantes de cáncer de pulmón, piel y vejiga.

En el análisis sobre el grupo de población que participa en el estudio explican que la media de edad de los voluntarios y voluntarias es más de diez años menor que la de los trabajadores. Asimismo, más del 60% de las personas voluntarias son mujeres, mientras que en grupo de los trabajadores estas no llegan al 30%. Solo los trabajadores estuvieran expuestos previamente al fuel, sobre todo en zonas de contaminación alta, especifican en el informe. 

“La exposición al fuel vertido por el buque comporta un aumento en sangre de la concentración de níquel, aluminio y plomo en algunos de los grupos estudiados. Principalmente los niveles de níquel y aluminio en sangre parecen ser buenos indicadores de exposición a este fuel, aunque todos los valores se encuentran dentro de los márgenes considerados normales”, señalan en el informe. De superar estos valores, la exposición a estos compuestos puede provocar, entre otras enfermedades, cáncer de pulmón.

Las personas voluntarias que no eran fumadoras en aquella época mostraron un incremento de sustancias potencialmente cancerígenas en su orina relacionado con mayor exposición al chapapote. Esto fue detectado por los expertos en comparación con las personas fumadoras que también participan en el estudio, que ya tenían ciertos niveles de componentes como el hidroxipireno y los hidroxifenantrenos en su orina en relación con su consumo de tabaco.

Los expertos apuntan en el informe que “sería interesante” volver a cuantificar los niveles de níquel en las personas que estuvieron recogiendo chapapote y en las que trabajaron con máquinas hidrolimpiadoras de vuelta en el año 2006 (tres años después), “ya que en ambos grupos se observan aumentos significativos de la concentración sanguínea de níquel”. Sin embargo, el profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la USC Agustín Montes a Praza.gal que “no se hizo seguimiento”, por lo menos, el mismo equipo no lo hizo y no tiene noticia de que se llevara a cabo en otro sitio. “Como pasó con el Plan Galicia, hubo dinero en aquel momento y luego ya no”, apunta.

Agustín Montes hace hincapié en que las conclusiones del estudio apoyaban que “no había peligro” y que “el riesgo era bajo”, pues “no había sido exposiciones muy graves o preocupantes” al chapapote. “Es importante resaltas que los cambios inmunológicos y hormonales observados se encuentran dentro de los márgenes de normalidad fisiológica. No obstante, estos resultados sugieren la conveniencia de hacer un seguimiento de las poblaciones estudiadas para verificar que no aparezcan posteriores disfunciones en un futuro próximo”, inciden en el informe. 

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“Los problemas de salud percibidos con más frecuencia por los voluntarios fueron los trastornos psico-neurológicos, que afectaron a entre una cuarta parte y un tercio de los sujetos estudiados”, se manifiesta en el estudio. Las peticiones de la plataforma gallega de sanitarios/as de Nunca Máis también alertaban de unos efectos sobre la población que podrían ser menos visibles, pero que iban a llegar. “La literatura científica sobre las mareas negras es concluyente en que uno de sus efectos a medio y largo plazo es el incremento de los problemas psicológicos y psiquiátricos entre la población afectada”, defendían en su manifiesto fundacional.

“Hasta el momento la administración no presentó ningún tipo de propuesta de cómo va a hacer frente a los problemas de salud mental que sabemos va a provocar la marea negra del Prestige. Nuestra plataforma considera que es necesario reforzar de una manera estable la deficiente red de salud mental existente, especialmente en la Costa da Morte, así como elaborar un plan de actuaciones que contemple actuaciones de prevención y asistencia de la población vulnerable y en riesgo, así como la evaluación de los efectos de las medidas tomadas”, reclamaban entonces.

Lee el artículo original en gallego en este enlace.

La salud de las personas que estaban en contacto directo con el chapapote no fue una prioridad para las autoridades en el naufragio del Prestige, que terminó en la catástrofe de la que ahora se cumplen veinte años. El 14 de febrero de 2003, tres meses después de que el petrolero comenzara a verter fuel frente a la costa gallega, 2.590 profesionales de la sanidad gallega firmaron un manifiesto solicitando la realización de un estudio epidemiológico sobre los efectos del chapapote en las personas que estaban en la primera línea de la recogida. 

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