La nueva legislatura

ERC reabre las dudas sobre la investidura de Sánchez y exige iniciar “de una vez” el diálogo sobre Cataluña

Sergi Sabrià (Esquerra) y Miquel Iceta (PSC), en el hemiciclo del Parlament de Cataluña.

El entendimiento entre el PSOE y Esquerra para poner en marcha en la nueva legislatura un diálogo político que resuelva el conflicto catalán no ha podido comenzar peor. Sometidos a las tensiones derivadas de la campaña electoral del 26 de mayo y aferrados al resultado de las generales del 28 de abril, en las que ambas formaciones se hicieron con la victoria —los socialistas en España y los republicanos en Cataluña—, unos y otros se aferran a sus respectivas líneas rojas.

Esquerra ha hecho valer este jueves su peso en el Parlament de Cataluña para impedir la designación del líder del PSC, Miquel Iceta, como senador de representación autonómica y enviar así a Sánchez un mensaje de dureza a pocas semanas de su investidura diciéndole que no cuente con ellos a menos que abra “de una vez” una mesa de diálogo en la que “construir una solución democrática y política”. Y el presidente en funciones, molesto a su vez con la decisión de ERC de impedir el aterrizaje en el Senado de su líder catalán —al que quería hacer presidente de la Cámara—, vinculó la posibilidad de abrir conversaciones a que los soberanistas admitan que “la independencia es imposible” y que sólo hay espacio para una solución en el marco de la legalidad constitucional y estatutaria.

Más allá del coste que el encontronazo tiene para Iceta, la posición de Esquerra es un aviso de cara a la investidura. Para ser reelegido, Sánchez necesita como mínimo la abstención de alguna fuerza independentista —ERC, Junts per Catalunya o EH-Bildu—, un apoyo indirecto que los socialistas esperan —o esperaban— recibir sin necesidad de llegar a acuerdos concretos, haciendo valer que la investidura del candidato del PSOE es la única viable si se quiere evitar la incertidumbre de una repetición electoral.

El portavoz de los republicanos en el Parlament, Sergi Sabrià, dejó claro que no será así. La victoria de Esquerra en Cataluña el 28 de abril “obliga al Estado a establecer de una vez un diálogo que hasta ahora no ha existido”. Una “negociación política” que “empiece en algún momento” y que hasta ahora no ha tenido lugar. Mientras eso no suceda, subrayó, “las relaciones” con el PSOE “no van a cambiar”.

Sabrià aseguró que, al menos hasta ahora, no ha habido contacto alguno con los socialistas. Y consideró una falta de respeto que hubiesen dado por supuesto que aceptarían sin más la designación de Iceta, en vez hablar con ellos y con los demás grupos para tramitar la propuesta de forma conjunta, como se hace habitualmente. Un argumento al que los socialistas catalanes contraponen su derecho a elegir a quien prefieran para representarles en el Senado, de acuerdo con la proporcionalidad política que marca la ley.

Esquerra alega una cuestión formal que, de todos modos, no es el fundamento de fondo de su decisión de votar no a Iceta. Si el PSC rectificase y hablase con ellos nada cambiaría, admitió Sabrià. “A lo que está abierta Esquerra es a una propuesta de solución política para el futuro de Cataluña” y no a lo ocurrido “en los últimos días”, en alusión a la ausencia de contactos. “Así no se hacen las cosas”, criticó.

“Hemos avisado mil veces: diálogo sí para la solución política del conflicto entre Cataluña y el Estado”. Pero no si lo que el PSOE quiere es “impulsar presupuestos con la amenaza de que vendrá la extrema derecha“ o “hacer marketing electoral con Iceta. No renunciaremos nunca ni a la democracia ni a la libertad”, enfatizó.

Investidura en el aire

La dureza de los términos en los que Sabrià enmarcó el voto negativo de su formación, clave para que Junts per Catalunya se decidiese también a rechazar la designación del líder socialista catalán, siembra de interrogantes la viabilidad de la investidura de Sánchez. 

Desde la celebración de las elecciones generales, PSOE y ERC han cruzado mensajes, a través de los medios de comunicación,con la vista puesta en la apertura de un espacio común de entendimiento para los próximos años. Nadie, ni siquiera PP y Ciudadanos, discuten a Pedro Sánchez, gracias a sus 123 diputados, la condición de único candidato viable a la Presidencia del Gobierno. Lo será con la ayuda previsible de Unidas Podemos y del PNV, pero Esquerra Republicana, con 15 escaños, tendrá la llave no sólo de las mayorías absolutas en el Congreso sino también de la investidura.

Los socialistas necesitan a Esquerra por dos motivos. Primero porque matemáticamente, más allá de la contribución que puedan hacer a la investidura de Sánchez —votando a favor o, más previsiblemente, absteniéndose— van a ser muy relevantes en la Cámara Baja, especialmente en las iniciativas que miren hacia la izquierda y en la negociación de los Presupuestos Generales. Y, en segundo lugar, porque una parte del PSOE tiene la esperanza de que, si los republicanos consolidan su hegemonía en el espacio independentista y consiguen desplazar las posiciones más radicales del Carles Puigdemont, aumenten las posibilidades de abrir un diálogo estable en busca de una solución política para Cataluña. Por eso en el PSOE confiaban en que el independentismo y la derecha facilitasen la designación de Iceta. Todo lo contrario de lo que ha ocurrido este jueves.

Los socialistas han dedicado grandes esfuerzos durante los últimos diez meses a tratar de normalizar las relaciones con Cataluña, un empeño sometido constantemente a tensiones derivadas de la competición abierta entre los socios de Govern, Junts per Catalunya y Esquerra, por la hegemonía del espacio nacionalista, una pugna que se ha reproducido estos días con ocasión de las elecciones del 26 de mayo. No es ningún secreto que en el PSOE esperaban más recorrido de sus relaciones con los republicanos. No sólo por formar parte del espacio político de la izquierda sino porque, desde los sucesos de octubre de 2017, ERC ha optado por dar prioridad a las soluciones negociadas, en especial a una que por sí misma representa una enmienda a la totalidad de la república catalana proclamada hace año y medio: un referéndum de autodeterminación pactado y reconocido internacionalmente. Una demanda que además supone en la práctica aparcar la vía unilateral, en la que sigue atrincherada la formación de Carles Puigdemont.

Tanto PSOE como Esquerra ya habían confirmado además su deseo de retomar el diálogo que saltó por los aires el pasado mes de febrero, en plena polémica sobre la incorporación de la figura del “relator”. En aquel momento el Gobierno aprovechó el empeño de los independentistas en incluir expresamente el referéndum de autodeterminación en el temario de las negociaciones para dar por rotos los contactos, lo que en la práctica condujo a la derrota de sus Presupuestos en el Congreso y a la convocatoria anticipada de elecciones.

Un nuevo escenario

El escenario ahora iba a ser, aparentemente, muy distinto. El PSOE ya no es la segunda fuerza en un Congreso controlado por la derecha. Acaba de ganar las elecciones y tiene mayoría absoluta en el Senado, la cámara de la que depende la aplicación del 155. Pedro Sánchez tiene más margen para negociar, pero los límites siguen siendo los mismos: que el diálogo se mantenga dentro de la ley y del ordenamiento constitucional y que el único referéndum posible es acerca de una reforma estatutaria basada en un acuerdo político apoyado por las dos terceras partes de las fuerzas políticas con representación en el Parlament.

Antes del desencuentro sobre Iceta, los de Junqueras habían puesto en valor el “trabajo hecho” hasta la ruptura de las conversaciones. Ahora “que han sido derrotados” los partidos de la foto de Colón, aseguraban que era el momento de “recuperar el diálogo” porque “esta legislatura debe ser la de encontrar una salida política y democrática al conflicto catalán”. Un diálogo sin líneas rojas en el que ERC, en palabras del vicepresidente catalán, el republicano Pere Aragonès, aspira a seguir defendiendo “una votación que incluya la independencia como una de las opciones”.

Después del 28 de abril se supone que Esquerra también ha ampliado su margen de maniobra. Su pelea con Junts per Catalunya, que no es otra cosa que un pulso dentro del espacio soberanista entre los partidarios de la ruptura —como Puigdemont y Quim Torra— y los que apuestan por la negociación mientras no haya masa crítica suficiente para una salida unilateral —Oriol Junqueras— se saldó en las elecciones generales a favor de estos últimos.

La votación convirtió a Esquerra en la fuerza más votada en Cataluña por primera vez en una convocatoria al Congreso. Las encuestas sitúan a su candidato, Ernest Maragall, en cabeza en las elecciones al Ayuntamiento de Barcelona, una plaza clave en la arquitectura política catalana —incluso por delante de JuntsxCat, algo que nunca había sucedido cuando ese espacio político lo ocupaba Convergència—. Los estudios de intención de voto ponen además a Oriol Junqueras claramente por delante de Carles Puigdemont en las preferencias de los catalanes en las europeas.

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Sin embargo, el escenario no estará completo hasta que termine el juicio del procésprocés y el Tribunal Supremo dicte sentencia. Todo indica que será entonces, sobre todo si el fallo condena a los procesados a severas penas de prisión, cuando Torra convoque elecciones anticipadas en un intento de transformar el previsible enfado de una parte importante de la sociedad catalana en viento de cola para las candidaturas independentistas.

Puigdemont, que es quien decide la estrategia posconvergente, cree que, en ese contexto, el soberanismo estará en condiciones no sólo de obtener mayoría absoluta en el Parlament, como lleva haciendo en las últimas convocatorias, sino de superar por primera vez el 50% de los votos emitidos. Otra cosa es quién consigue imponerse en el espacio independentista. Si Esquerra gana, obtendrá la Presidencia del Govern y la llave de las negociaciones con el Gobierno central.

Si el PSOE está interesado en un entendimiento con Esquerra para reconducir el debate catalán en busca de soluciones que se puedan situar en el marco de la legalidad, ERC también prefiere tener a los socialistas como interlocutores para mantener viva la idea del referéndum pactado. Junqueras es consciente de que una solución negociada pasa necesariamente por un acuerdo con los socialistas y que cualquier alternativa al PSOE —PP, Cs o Vox— conduce a la suspensión indefinida de la autonomía catalana y de sus instituciones de autogobierno. En Esquerra saben, además, que si los acusados del procés son condenados a largas penas de prisión, su excarcelación sólo será viable a partir de un entendimiento con los socialistas en el marco de una solución pactada al conflicto territorial.

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