La decisión del presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), de expulsar de su gobierno a los consejeros de Ciudadanos pone punto final a la colaboración de las dos fuerzas políticas en el ámbito autonómico y confirma el fracaso completo de la estrategia marcada por Albert Rivera en mayo de 2019.
El entonces líder de los naranjas, cuyo partido ya gobernaba desde diciembre en Andalucía en coalición con los conservadores, decidió apuntalar los gobiernos del PP de Murcia, Madrid y Castilla y León y dio la presidencia a Fernando López Miras, Isabel Díaz Ayuso y Alfonso Fernández Mañueco en vez de a los candidatos del PSOE que acaban de ganar aquellas elecciones.
En aquel momento Ciudadanos estaba en una situación inmejorable para dar el sorpasso al PP: había conseguido 57 diputados frente a los 66 de los de Casado. Pero, en vez de apuntillar a los conservadores privándoles de casi todo su poder autonómico, decidió reforzarlos y darles tres presidencias autonómicas clave en las que el PP llevaba décadas gobernando.
Dos años y medio después, esos tres presidentes han devuelto el favor a Ciudadanos poniendo fin a los gobiernos de coalición. En el caso de Murcia, feudo de Teodoro García Egea, número dos de Pablo Casado, el PP llegó incluso a ignorar el pacto antitransfuguismo y a fichar a varios diputados de Cs con tal de conservar el poder y cerrar el paso a una moción de censura presentada por los naranjas y el PSOE.
La siguiente en romper con Cs fue Ayuso. La presidenta madrileña echó a sus consejeros de Cs y convocó elecciones anticipadas con la excusa de que los naranjas iban a presentarle una moción de censura con los socialistas, una maniobra sobre la que no existe evidencia alguna. Esta decisión dio un gran resultado: el PP volvió a ganar en Madrid y Cs desapareció del mapa político.
Ahora le ha llegado el turno a Mañueco. El presidente castellanoleonés ha invocado un supuesto pacto, sobre el que tampoco hay evidencias, entre Cs, PSOE y la formación provincial Por Ávila para sacar adelante los Presupuestos de su propio gobierno. Justo cuando las encuestas le son más favorables —todo lo contrario que para Cs— decidió este lunes disolver las Cortes y convocar elecciones.
Dos años y medio después, la estrategia de Rivera ha terminado en un estrepitoso fracaso. Cs está fuera de los tres gobiernos y es incapaz de recuperarse de la agonía en la que entró en noviembre de 2019 cuando los electores les hicieron principales responsables de la repetición electoral por su negativa a negociar con el PSOE de Pedro Sánchez.
Arrimadas no saca conclusiones
Su sucesora, Inés Arrimadas, no quiere de momento extraer ninguna lección del trato que Cs está recibiendo por parte del PP, con el que siguen gobernando en algunos ayuntamientos, entre ellos el de Madrid, y en la comunidad andaluza, aunque este último gobierno tiene ya fecha de caducidad porque las elecciones tendrán lugar el próximo junio o, todo lo más, en el mes de octubre.
Eso sí, en rueda de prensa desde la sede de Cs y tras una reunión de la dirección de este partido dejó claro que lo que ha salido mal tiene su origen en una decisión de Rivera. “Quiero recordar que estos gobiernos responden a una negociación que se hizo en abril de 2019, yo no era la presidenta del partido”, subrayó. De hacer una reflexión, añadió, sería que “se dieron las presidencias [autonómicas] y las alcaldías relevantes al PP y este es el resultado”.
Arrimadas no quiso especular sobre el futuro, en el caso de alguna elección vuelva a hacer posible una coalición de gobierno entre PP y Cs, algo que empieza a parece muy improbable a la luz de las encuestas. Pero sí llamó a sacar lecciones de aquella negociación “que hizo mi partido anteriormente”, en referencia a la que lideró Rivera en 2019. “Mirar hacia atrás sirve para lo que sirve”, admitió, pero hay que “aprender de los errores”.
Eso sí, añadió tratando de poner distancia entre ella y aquellos pactos de coalición, ahora fallidos: “Yo cuando llego de presidente estos son los gobiernos” con los que se encuentra. “Que por nuestra aparte han funcionado con lealtad”.
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Arrimadas separó lo ocurrido en Castilla y León de la suerte que espera a la coalición PP-Cs en Andalucía y de los que pueda suceder en el Ayuntamiento de Madrid, donde no es posible convocar elecciones anticipadas pero sí una ruptura del acuerdo de gobierno. Y eso que, según ella, “al final Mañueco ha cedido a las presiones de Génova” y ha convocado elecciones “porque Casado lo que cree que necesita es una victoria” con la que tapar la de Ayuso.
Han decidido siguiendo una “política testosterónica” y en función de “su guerra interna. Al final han cogido el mapa de España y han elegido Castilla y León para su juego de poder”. “Los ciudadanos se merecen mucho más que ser una pieza en las guerras internas del PP”. “Me da muchísima pena”, confesó. Porque era “un gobierno que evidentemente funcionaba”.
Pese al lamento de Arrimadas, el PP no ha hecho nada que no hubiese anunciado previamente. Fue en marzo, justo después de las elecciones catalanas, cuando Pablo Casado autorizó una OPA hostil para captar cargos públicos naranjas que se multiplicó tras la fallida moción de censura de Murcia. En muchos casos con la inestimable ayuda de Fran Hervías, que hasta ese momento era el responsable de Organización de Ciudadanos y como tal uno de los dirigentes que mejor conoce a los entresijos de la formación naranja.
La decisión del presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), de expulsar de su gobierno a los consejeros de Ciudadanos pone punto final a la colaboración de las dos fuerzas políticas en el ámbito autonómico y confirma el fracaso completo de la estrategia marcada por Albert Rivera en mayo de 2019.