Ocho décadas después del fin de la Guerra Civil, todavía siguen siendo visibles algunas de las huellas del que fue uno de los episodios más sangrientos de la historia reciente de España. Hace sólo unas semanas, especialistas de la Armada trasladaron y detonaron mar adentro, a una milla de la costa de Barcelona y a 40 metros de profundidad, una bomba cargada de 70 kilogramos de TNT que había sido localizada unas horas antes por un Guardia Civil que practicaba submarinismo a poco más de 25 metros de la costa, en la playa de Sant Sebastiá. El artefacto, según especificó el responsable del operativo, Juan Pedro Saura, podría haber llegado a la costa arrastrado por las corrientes al no contar ni con las aletas ni con el “molinillo de fuego”, lo que ha llevado a los expertos a pensar que el proyectil pudo no haber sido utilizado en un bombardeo. Lo que parece claro, según algunos historiadores, es que el proyectil pertenece a la época de la Guerra Civil. Uno más para añadir a la lista de los 35.149 artefactos que se han inutilizado en nuestro país desde 1985.
Este tipo de descubrimientos no son algo excepcional. Todos los años, los expertos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen que realizar varias intervenciones de estas características. A comienzos de agosto, por ejemplo, los Técnicos Especialistas en Desactivación de Explosivos (Tedax) de la Policía Nacional tuvieron que neutralizar en la pedanía turolense de Castralvo y en el barrio del Camino de la Muela dos proyectiles de artillería antiaérea que databan del mismo conflicto bélico. Un mes antes, los expertos de la Guardia Civil de Valladolid hicieron lo propio con otros dos artefactos detectados por una persona en Aralla de Luna cuando se encontraba trabajando en un corral de su propiedad. Hallazgos continuos que se han producido a lo largo y ancho de la geografía española. En la tierra y en el mar. Pero también en el subsuelo. En abril, los Tedax explosionaron de forma controlada una granada de la Guerra Civil hallada durante las obras para instalar un nuevo ascensor en la estación de Metro de Plaza Elíptica, en Madrid.
El exsenador de EH Bildu Jon Iñarritu se interesó por esta cuestión a comienzos de año. En una pregunta escrita, solicitó al Gobierno de Pedro Sánchez información sobre el número de proyectiles y explosivos desactivados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado procedentes de la contienda que dio paso a cuatro décadas de dictadura, así como sobre el número de armas de esa época incautadas por las autoridades durante las últimas cuatro décadas. Dos meses después, el Ejecutivo facilitó al senador un exhaustivo informe en el que detallaba todas las intervenciones llevadas a cabo por la Guardia Civil en el periodo solicitado. No obstante, en su respuesta avisaba: “Si bien la práctica totalidad se correspondería con artefactos de la Guerra Civil española, no es posible asegurar que la procedencia de todos sea de dicho conflicto bélico”. No facilitó, sin embargo, información sobre las armas incautadas porque no era posible “determinar con precisión” cuáles de ellas provenían de la Guerra Civil.
35.149 bombas
Las más de 300 páginas de datos facilitadas por el Gobierno al senador de EH Bildu reflejan que entre enero de 1985 y diciembre de 2018 se han neutralizado en España 35.149 artefactos, una media de casi 90 cada mes. Por tipo de proyectil, más de la mitad de los inutilizados, en concreto el 57,4%, fueron granadas –20.162–, de las cuales 13.339 fueron de mano, 6.125 de mortero y 698 de fusil. Los proyectiles de artillería, por su parte, supusieron otro 37,1%: se desactivaron 13.067, siendo los más comunes los de tipo rompedor –12.785– y los menos habituales los tóxicos, de los que sólo se neutralizaron 11 durante las últimas tres décadas. Las espoletas, por su parte, supusieron el 3,6% de las intervenciones de los especialistas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, mientras que las bombas de aviación representaron el 1,9%. En total, 651 proyectiles de este último tipo en el periodo analizado. De nuevo, las tóxicas han sido las menos comunes, localizándose sólo dos con estas características.
Con una media de un par de artefactos al día, el número de bombas desactivadas anualmente durante estos 34 años ha sido más o menos estable. Es cierto que durante el último lustro de la década de los 80 siempre se situó por debajo del medio millar. Pero desde 1990 en adelante siempre ha estado por encima de esa barrera. En algunos años, no se llegó a los 1.000 artefactos localizados. Pero en otros, concretamente en 16 ejercicios, se superó el millar. De todo el periodo analizado, el año 1994 fue con diferencia el de mayor actividad, con 5.230 proyectiles desactivados. Este repunte se debió, principalmente, a la localización de grandes partidas. La mayor de todas fue la del 17 de enero de 1994 en León, cuando la Guardia Civil inutilizó 1.254 granadas de mano. Ocho centenares más se desactivaron a comienzos de febrero de ese mismo año en el concejo asturiano de Llanera. Y lo mismo pasó con otras 1.449 durante los nueve días siguientes en Pontevedra, A Coruña y el municipio valenciano de Manuel.
En 2018, último año recogido en el informe elaborado por el Ejecutivo, los expertos en explosivos recuperaron 1.230 bombas. Más de un tercio se desactivaron el 2 de mayo en el municipio abulense de Arévalo: 244 proyectiles de artillería rompedores, 120 granadas de mortero y 97 espoletas. A esta le siguieron por cantidad una partida en Santander de 60 granadas de mano localizada e inutilizada dos meses después y otra de 52 proyectiles de artillería rompedores y 7 espoletas encontrada el pasado mes de octubre en la localidad toledana de Ontígola. Y en el primer trimestre de 2019, sólo los Tedax de la Policía Nacional desactivaron más de cuatro decenas de artefactos, más de la mitad de ellos en Zaragoza y Madrid. “Hemos tenido mucha complicación, sobre todo, en Aragón”, reconoció en declaraciones a los medios durante la presentación de estos últimos datos el oficial de Policía de los Tedax Javier Bermúdez de Castro, quien también explicó que es en las épocas de prosperidad de la construcción cuando se producen más actuaciones.
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Aragón, Cataluña, Madrid y el Levante
La mayor parte de las intervenciones recogidas en la respuesta del Ejecutivo socialista al senador de EH Bildu permiten ver, tal y como señalaba el miembro de los Técnicos Especialistas en Desactivación de Explosivos de la Policía Nacional, la intensa actividad en Aragón, Cataluña, la zona de Valencia y Castellón o Madrid y sus alrededores. No es de extrañar por las intensas batallas que se produjeron en esos territorios durante la Guerra Civil: la de Teruel, la del Ebro, la de Brunete, la del Jarama, la de Levante… Enfrentamientos bélicos que han dejado toda esta zona de la geografía española sembrada de material explosivo que poco a poco va saliendo a la luz. En algunos casos, el paso del tiempo los ha terminado anulando. Pero en otros, sigue existiendo un peligro real que obliga a extremar las precauciones. En 2014, por ejemplo, un hombre de 46 años, aficionado a coleccionar este tipo de objetos, sufrió la amputación parcial de una pierna en su casa de Muskiz (Bizkaia) al estallarle un obús de la Guerra Civil que estaba manipulando.
Entre los lugares más habituales donde puede encontrarse munición de guerra sin explotar, los Mossos d’Esquadra señalan zonas costeras, bosques, campos de cultivo, excavaciones u obras de reforma y cuevas, grutas, antiguos búnkeres o trincheras. En la mayor parte de los casos, se trata de granadas de mortero, proyectiles de artillería, granadas de mano tipo piña, bombas de aviación o granadas de mano universales. Ante un descubrimiento de este tipo, la policía catalana recuerda que estos artefactos son “muy peligrosos y destructivos” y que cogerlos o tocarlos “puede provocar una explosión”. Por eso, recomiendan alejarse del lugar y llamar al 112 para dar el aviso. “Aunque por el aspecto del explosivo puede parecer que es muy viejo o que está roto u oxidado, el mecanismo interno puede estar en perfectas condiciones y mantener las mismas características que cuando se fabricó”, alertan los Mossos, que añaden que son “una amenaza grave para las personas” porque el explosivo que contienen “la mayoría de estos artefactos” conservan “intactas sus propiedades”.
Ocho décadas después del fin de la Guerra Civil, todavía siguen siendo visibles algunas de las huellas del que fue uno de los episodios más sangrientos de la historia reciente de España. Hace sólo unas semanas, especialistas de la Armada trasladaron y detonaron mar adentro, a una milla de la costa de Barcelona y a 40 metros de profundidad, una bomba cargada de 70 kilogramos de TNT que había sido localizada unas horas antes por un Guardia Civil que practicaba submarinismo a poco más de 25 metros de la costa, en la playa de Sant Sebastiá. El artefacto, según especificó el responsable del operativo, Juan Pedro Saura, podría haber llegado a la costa arrastrado por las corrientes al no contar ni con las aletas ni con el “molinillo de fuego”, lo que ha llevado a los expertos a pensar que el proyectil pudo no haber sido utilizado en un bombardeo. Lo que parece claro, según algunos historiadores, es que el proyectil pertenece a la época de la Guerra Civil. Uno más para añadir a la lista de los 35.149 artefactos que se han inutilizado en nuestro país desde 1985.