La precampaña de 2019

Las generales de 2008 fueron las únicas que no ganó el partido vencedor de las anteriores locales

Pedro Sánchez, durante su discurso de clausura de la Escuela de Buen Gobierno del PSOE.

"Quien gana las elecciones municipales, gana las elecciones generales". Así lo aseguró el pasado domingo el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la clausura de la Escuela de Buen Gobierno que celebraron los socialistas durante el fin de semana, un cónclave en el que el dirigente quiso insuflar optimismo a sus bases asegurando que el PSOE "está tocando con la punta de los dedos ser la primera fuerza política de este país". Y lo cierto es que, desde 1982, el dato que dio Sánchez es cierto: de las nueve elecciones generales precedidas de unas municipales, en ocho ocasiones el vencedor fue el mismo en ambas. Sólo existe una excepción: el PP ganó por apenas unas décimas las locales en 2007 y un año después perdió ante José Luis Rodríguez Zapatero las generales.

A poco más de un año para la celebración de las elecciones municipales y autonómicas de 2019, los partidos enfilan ya la precampaña electoral. De ahí que Sánchez, en su arenga, llamara a la militancia del PSOE a "trabajar duro para recuperar la confianza" de los electores durante el próximo año. Y ya no solo para ganar las locales, sino porque "si ganamos las elecciones municipales en mayo o en junio, cuando sean, da igual los gritos que den, porque quien gana las municipales, gana las generales", aseguró el secretario general de los socialistas.

Las primeras elecciones generales precedidas de unas municipales fueron las de 1982, en las que el PSOE arrasó consiguiendo el 48,11% de los votos y 202 diputados, la mayoría absoluta más amplia de la que ha gozado ningún partido en España. No obstante, la victoria de los socialistas se produjo en un contexto que nada tenía que ver con el de 1979, cuando UCD venció en las municipales con un 30,6% de los votos, dos puntos y medio más que el PSOE. En los tres años transcurridos entre unos y otros comicios, la formación centrista se derrumbó, su líder, Adolfo Suárez, dimitió como presidente del Gobierno y para 1982 se configuró un nuevo sistema de partidos en el que las dos principales opciones estaban representadas por el PSOE y Alianza Popular.

Por ello, la diferencia de resultados entre las municipales de 1979 y las generales de 1982 no es tan representativa para conocer la tendencia como la que ha habido desde las municipales de 1983, ya que desde entonces AP (y posteriormente, el PP) y PSOE han sido los dos primeros partidos en todas las elecciones y en casi todas ellas la victoria en las locales ha implicado el triunfo en las siguientes generales. Precisamente en las municipales de 1983, el PSOE consiguió su mejor resultado histórico con un 43% de los votos, que en junio de 1986 ascendieron a un 44% en las generales. Y, pese a perder fuelle en el siguiente ciclo electoral, los socialistas mantuvieron su cómoda mayoría tanto en las locales de 1987 (37,08% de los votos) como en las generales de 1989 (con un 39,6%).

Primera gran sacudida

La primera gran sacudida del sistema político español tras la desaparición de la UCD se produjo en el siguiente ciclo electoral. En 1991 se celebraron unas elecciones municipales en las que el PSOE obtuvo un 38,34% de los votos, trece puntos más de los conseguidos por el recién fundado PP. Pero dos años después, en 1993, la ventaja de los socialistas se redujo a tan sólo cuatro puntos: los que separaron su 38,78% de los votos del 34,76% de un PP que presentó por primera vez como candidato a la Presidencia del Gobierno a José María Aznar.

Sin embargo, la regla de que quien gana las locales gana las generales se cumplió, y lo mismo ocurrió con las elecciones de 1995 y 1996, aunque con un protagonista diferente: los conservadores. El PP aprovechó el severo correctivo que recibió el PSOE en las urnas municipales en 1995 y ganó con un 35,27% de los votos, por el 30,84% de los socialistas. Y la victoria se repitió en las generales de 1996, aunque el PSOE consiguió recuperar buena parte del voto perdido y estrechó la ventaja del PP hasta poco más de un punto: obtuvo un 37,63% de las papeletas mientras Aznar ganó con el 38,79%.

El ciclo ganador de los conservadores se mantuvo cuatro años más, aunque su desempeño electoral fue muy diferente en las municipales y las generales. El PP ganó las locales de 1999, aunque únicamente obtuvo el 34,44% de los votos, apenas dos décimas más del porcentaje que consiguió el PSOE. No obstante, Aznar supo movilizar a su electorado y en las generales de marzo del 2000 obtenía mayoría absoluta con el 44,5% de los sufragios, casi diez puntos y medio más que los socialistas, cuyo mal resultado condujo a la dimisión del entonces secretario general, Joaquín Almunia.

Pero las tornas volvieron a cambiar en 2003, cuando el PSOE consiguió imponerse por la mínima en las municipales sacando un 34,3% de los votos, medio punto más que el PP. La victoria de los socialistas volvió a anticipar lo que ocurrió el año siguiente: en marzo de 2004, Zapatero conseguía ganar a la primera las elecciones con el 42,6% de los votos, mientras los conservadores sufrían un fuerte retroceso al quedarse en el 37,7% de los sufragios.

El ganador de las elecciones municipales y las generales inmediatamente posteriores volvió a ser el mismo en las dos elecciones celebradas en 2011 y también en las dos convocatorias de 2015: en ambos casos se impuso el PP. Pero en el ciclo electoral inmediatamente anterior se produjo la única excepción a la norma imperante desde 1982. Tras tres años de Gobierno socialista, el PP ganó por la mínima (apenas siete décimas de ventaja) las elecciones locales de 2007 con un 35,62% de los votos, pero el PSOE revalidó su victoria en las generales del año siguiente consiguiendo un 43,87% de los sufragios, 3,9 puntos más de los obtenidos por los conservadores.

El "efecto luna de miel"

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Por tanto, como afirma Sánchez, ganar las elecciones municipales ha sido históricamente un indicativo de una victoria en las siguientes generales. Pero eso no quiere decir que una cosa sea efecto de la otra, explica Máriam Martínez-Bascuñán, profesora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, que apunta que "no se vota igual en unas generales que en unas municipales o unas autonómicas". En los comicios de ámbito inferior al nacional, señala la politóloga, influyen mucho más el candidato o el arraigo del partido en el territorio, y se produce el conocido como "voto dual". Y por ello, apunta, históricamente partidos como el PCE o IU han obtenido mejores resultados en las locales que en las generales.

"En Cataluña, por ejemplo, En Comú Podem ganó las generales y ha sido quinta fuerza en las autonómicas, y en Castilla-La Mancha las generales las gana habitualmente el PP y las autonómicas y municipales, el PSOE", ejemplifica a este respecto Bascuñán. No obstante, la politóloga sí admite que las victorias electorales generan un importante impulso a los partidos políticos durante un tiempo. "Cuando se produce una victoria en las municipales o las autonómicas se genera en torno a esa formación lo que se conoce como efecto luna de miel, y un buen ejemplo es lo que está pasando con Ciudadanos tras su victoria en las elecciones catalanas", plantea.

Esa victoria puede suponer un empujón para el partido naranja de cara a las generales, pero también se trata de un arma de doble filo. "Si en las municipales del año que viene Ciudadanos no consigue alcanzar las expectativas, que al final es lo que cuenta, le va a influir negativamente para las generales de 2020", sostiene Bascuñán, que asegura que algo similar le ocurrió a Podemos en 2015 tras sus resultados en los comicios andaluces de febrero de ese año. En aquel momento, el partido morado se encontraba en uno de sus puntos más altos de popularidad, pero "Susana Díaz desinfló mucho el efecto Podemos adelantando las elecciones" y consiguiendo la victoria con un 35,4% por el 14,8% de la candidatura de Teresa Rodríguez, valora la experta. "Y eso fue muy importante de cara a las generales", asevera.

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