El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, retribuyó hace un año a todos los colaboradores de Pablo Casado que respondieron a su llamado y participaron activamente en la defenestración de quien les había puesto en la primera línea del partido. Ese es el caso de los tres principales portavoces políticos: Cuca Gamarra, que no solo sigue siendo la voz del PP en el Congreso sino que ascendió hasta convertirse en secretaria general del partido, Javier Maroto, portavoz en el Senado, y Dolors Montserrat, máxima responsable de los conservadores españoles en Estrasburgo. Los tres siguen en los puestos que consiguieron gracias a Casado a pesar de que jugaron un papel muy activo a la hora de acabar con su carrera política.
A ellos hay que sumar figuras del grupo parlamentario que continúan teniendo una gran responsabilidad en la Cámara y que, aunque habían obtenido sus puestos gracias a Casado e inicialmente tomaron partido por él en la guerra con Isabel Díaz Ayuso, igual que Gamarra o Maroto, acabaron firmando un comunicado pidiendo su cabeza. Entre ellos destacan Guillermo Mariscal, Pablo Hispán, Carlos Rojas, José Ignacio Echániz, Sandra Moneo, Mario Garcés o Adolfo Suárez Illana, si bien este último abandonó el puesto que tenía en el Congreso por voluntad propia a finales del año pasado.
La lista incluye a otros muchos, como la exministra Ana Pastor, que en su momento también elogió la posición de Casado contra Ayuso para después decir exactamente lo contrario, una vez que la operación de Feijóo para hacerse con las riendas del partido no sólo ya estaba en marcha sino que era de dominio público que contaba con un respaldo mayoritario. Hoy es miembro del comité ejecutivo del partido. O como la también exministra Elvira Rodríguez, que no entró en la dirección de Feijóo pero sí es portavoz adjunta de su grupo parlamentario.
La diputada Belén Hoyo, presidenta del comité electoral del PP con Casado y hoy en el comité ejecutivo de Feijóo, protagoniza una la misma traición: en cuestión de horas pasó de respaldar a quien la aupó en el partido a pedir su cabeza.
También el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, entonces portavoz del PP de Casado y el primero en poner tierra de por medio con una sonada dimisión que trataba de hacer de cortafuegos con las sospechas de que el el supuesto espionaje a Ayuso organizado por Génova había pasado por sus manos. Almeida repite como candidato a la Alcaldía de la capital como si nada de aquello hubiese pasado y sin otro problema que tener que convivir con la presidencia de la Comunidad, cuya confianza perdió definitivamente.
La mayoría de ellos guardan ahora silencio. El argumentario del PP recomienda hablar de “pasar página” y no entrar en el fondo del asunto, especialmente de quienes dejaron caer a Casado apenas unos días después de alentarle en su guerra con Ayuso. Javier Maroto, por lo general pródigo en entrevistas, declaraciones y tuits, guarda silencio en redes desde hace cuatro días. Y Cuca Gamarra, entrevistada este lunes en RNE, se negó a comentar su traición. “Fueron momentos muy complicados para todo el PP pero creo que hicimos lo que teníamos que hacer y, sobre todo, actuamos rápido y hoy los españoles tienen un partido que está centrado solo en sus problemas”, declaró.
Pasar página
Pasar por alto aquellos días es a todas luces la consigna del partido. El portavoz electoral, Borja Sémper, que no estaba en primera línea entonces y no participó de aquellos hechos, evitó opinar sobre lo ocurrido. “No miramos por el retrovisor sino que miramos al presente y al futuro de este partido”, aseguró.
De lo que tampoco nadie quiere hablar es de la rehabilitación de la figura de Casado, que mantiene silencio desde que sus colaboradores acabaron políticamente con él. Feijóo citó recientemente a José María Aznar y a Mariano Rajoy para escenificar un reencuentro entre las dos almas del partido pero excluyó expresamente a Casado, con quien Génova quiere todavía marcar distancias aunque oficialmente diga lo contrario. “Las puertas de esta sede están absolutamente abiertas a él y a cualquier otro militante”, acertó a decir Sémper cuando le preguntaron en rueda de prensa. “Singularmente a él porque ha sido presidente de este partido y es una persona muy relevante y muy importante para nosotros también”, añadió.
De la traición de algunos de los dirigentes que hoy se sientan con él en la dirección del PP, Sémper no quiso decir nada, amparándose en que no habla de conversaciones privadas, a pesar de que muchas de aquellas declaraciones fueron públicas y se difundieron a través de redes sociales. “Al menos yo no quiero perder el tiempo en cosas que sucedieron hace un año y no creo que quienes tenemos responsabilidades políticas, sobre todo pensando en quienes nos están viendo en su casa, tengamos que enredarnos en esas cosas”, insistió para no hablar de la singular manera en que Feijóo sustituyó a Casado.
Génova no quiere hablar de Casado, a quien siguen considerado el único responsable de la crisis sin precedentes que vivió el PP hace en 2022 y que dan por totalmente superada. “El partido está ahora unido e ilusionado”, subrayan marcando distancias con la gestión del anterior líder.
En la operación puesta en marcha para liquidar a Casado también intervinieron los barones, descontentos con las maniobras del número dos de Casado, Teodoro García Egea, para inmiscuirse en sus territorios. Feijóo cumplió su promesa y ahora, gracias a su respaldo y a su participación activa en la revuelta, todos campan a sus anchas allí donde gobiernan, Andalucía, Murcia, Castilla y León, Galicia y por supuesto Madrid.
La presidenta de esta última comunidad fue una de las grandes beneficiarias de la caída de Casado: no sólo consiguió silenciar las graves acusaciones difundidas contra ella —que sacaron a la luz las comisiones cobradas por su hermano en plena pandemia— sino que consiguió la ansiada carta blanca que buscaba para hacer con el control del PP madrileño.
Decepción
Los de Ayuso están satisfechos porque Feijóo ha cumplido la promesa que le hizo, pero apenas ocultan la decepción que en su día les causó que el nuevo presidente mantuviese en sus puestos a personas clave del equipo de Casado que le respaldaron cuando acusaba de corrupción a la presidenta madrileña. Es el caso de Gamarra o de Maroto. Ambos aplaudieron en público y en privado a Casado cuando puso en la picota a Ayuso.
Fuentes próximas a la presidenta de Madrid no niegan ese análisis, pero evitan la confrontación, al menos de momento, con el argumento de hay que mirar hacia adelante y volcarse en las elecciones autonómicas y municipales del próximo 28 de mayo. “Agua pasada no mueve molino”, aseguran.
Entretanto Casado, que entre otras cosas trabaja ahora mismo para un fondo de inversión relacionado con actividades de defensa, se mantiene al margen. “Ha rehecho su vida laboral, está alejado de la política. Está tranquilo”, explica una de sus personas de confianza.
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No es el caso de su número dos, Teodoro García Egea, que mantiene su escaño en el Congreso como diputado por Murcia —Feijóo le dio además la presidencia de la comisión de Tráfico, lo que le garantiza un sueldo anual de unos 92.000 euros— mientras trata de abrirse camino profesionalmente en el mundo de la tecnología.
Fuentes próximas a Casado le atribuyen haber sido quien empezó la reunificación del centroderecha, apuntando el mérito del hundimiento definitivo de Ciudadanos. Y sostienen que cuando fue derribado de su cargo tenía las mismas expectativas de escaños que tiene ahora Feijóo.
De hecho, subrayan, la arquitectura del PP actual es obra de Casado, que “seleccionó buenos candidatos” que ahora “Feijóo mantiene”, como Carlos Mazón (Comunitat Valenciana), Marga Prohens (Illes Balears), Jorge Azcón (Aragón) o María Guardiola (Extremadura).
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, retribuyó hace un año a todos los colaboradores de Pablo Casado que respondieron a su llamado y participaron activamente en la defenestración de quien les había puesto en la primera línea del partido. Ese es el caso de los tres principales portavoces políticos: Cuca Gamarra, que no solo sigue siendo la voz del PP en el Congreso sino que ascendió hasta convertirse en secretaria general del partido, Javier Maroto, portavoz en el Senado, y Dolors Montserrat, máxima responsable de los conservadores españoles en Estrasburgo. Los tres siguen en los puestos que consiguieron gracias a Casado a pesar de que jugaron un papel muy activo a la hora de acabar con su carrera política.