Transición energética
El hidrógeno renovable por el que apuesta el Gobierno aún está verde
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Profesionales con años de experiencia en la lucha contra el cambio climático y la transición energética lo reconocen: no saben muy bien de qué va lo del "hidrógeno verde" o renovable, la nueva y gran apuesta del Gobierno para descarbonizar la economía y lograr el objetivo de ser un país neutro en emisiones de CO2 en 2050. La ausencia de esta tecnología en el debate público contrasta con el todo al rojo del Ejecutivo este jueves pasado: celebró una mesa redonda, de varias horas de duración y con la presencia de los principales dirigentes de empresas energéticas y destacados expertos, sobre el tema. Participó no solo la ministra responsable de medio ambiente, clima y energía, Teresa Ribera: también el ministro de Ciencia, Pedro Duque, la titular de Industria, Reyes Maroto, y el presidente, Pedro Sánchez. Las jornadas llevaron el sobrenombre de "una oportunidad para España", y el Ejecutivo explicó a posteriori que en el debate se puso de manifiesto "el consenso en torno al hidrógeno renovable como proyecto país, y como una de las palancas clave de reactivación económica ligadas a la transición energética".
Pero... ¿de qué se trata, exactamente? El hidrógeno no es un elemento químico que se encuentre de manera natural en el planeta. No hay de dónde extraerlo puro y listo para su combustión, como el carbón. Se obtiene de manera más habitual quemando combustibles fósiles (hidrógeno gris), haciendo que reaccione con el metano del que se compone principalmente el gas natural (hidrógeno azul) o de un proceso llamado electrólisis, consistente en separar de la molécula del agua (H2O) los dos átomos de hidrógeno (H2) y el de oxígeno (O), mediante la energía eléctrica procedente de fuentes renovables: hidrógeno verde. Este último método no conlleva emisiones de CO2, solo de vapor de agua, por lo que es compatible –en apariencia– con las metas climáticas del país. No sirve para la combustión, como tal: pero sí para ser el principal componente de pilas o baterías de más capacidad y duración que las habituales, hechas de litio –un mineral finito–. Así, el transporte pesado y de larga distancia está especialmente interesado. También se puede utilizar como ayuda a las energías renovables, para almacenar la electricidad sobrante que generen los parques eólicos o fotovoltaicos durante más tiempo. Y, finalmente, se puede añadir al gas natural para hacerlo más limpio, ante las suspicacias de los ecologistas.
Por sus capacidades, la esperanza reside en que sirva de tecnología de respaldo en la transición energética. "La mayor ventaja del hidrógeno renovable es que provee una herramienta para descarbonizar sectores económicos donde escasean las alternativas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, en la industria química y del refino, la producción de hierro y acero, el transporte marítimo y aéreo o incluso el transporte terrestre de larga distancia, así como usos de calor de alta temperatura", explica el investigador posdoctoral en el Centro Belfer de la Universidad de Harvard y en el Instituto Federal Suizo de Tecnología Alejandro Núñez, ponente en las jornadas organizadas por el Gobierno este jueves. Pero no todo son buenas noticias.
La electrólisis, por ahora, es cara y poco eficiente. Se necesita mucha energía eléctrica para obtener poco beneficio. "El hidrógeno renovable hoy no es competitivo con el hidrógeno gris a partir de combustibles fósiles, aunque se espera que la distancia se acorte en los próximos años si la producción de hidrógeno renovable crece", asegura Nuñez, que da pie al optimismo: la tecnología avanza y evoluciona. "Hace sólo una década, en 2010, la electricidad solar fotovoltaica era cinco veces más cara que hoy. Esto alienta esperanzas de que la reducción de costes del hidrógeno renovable pueda avanzar a buen ritmo en los próximo años", explica. Opina lo mismo el Ejecutivo, que este jueves anunció que invertirá "más de 1.500 millones" a su impulso hasta 2023 a través del Fondo Europeo de Recuperación. Las cifras dan miedo, pero es un 5,77% del total destinado a la transición ecológica para el mismo periodo. La Unión Europea, por otro lado, pretende aumentar su capacidad para el hidrógeno de los 60 MW actuales a los 40.000 MW en 2030. Un auténtico despliegue industrial.
Falta planificación
Los ecologistas ven en su papel de ayuda a las energías renovables la principal fortaleza de una tecnología con el sambenito de eterna promesa. "El chiste habitual es que el hidrógeno es la plataforma energética del futuro... y siempre lo será", asegura el investigador de la Universidad de Stanford Stefan Reichelstein, que apuntala la tesis de las organizaciones: esta vez sí, su potencial de respaldo a los paneles fotovoltaicos o los aerogeneradores debe tenerse en cuenta. La electricidad que se genera en estas instalaciones debe trasladarse y consumirse casi de inmediato, por lo que una buena batería de hidrógeno permitiría almacenar lo sobrante en un futuro en el que las energías limpias produzcan más de lo que se demanda. Pero el coordinador de Cambio Climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz, pide calma, información y crítica: "No entendemos como el Ministerio puede estar tan eufórico, cuando nos faltan muchos datos para ver si es escalable e industrializable", asegura.
Andaluz se refiere a los hándicaps ya conocidos: no se sabe si será en algún momento lo suficientemente barato y eficiente como para una apuesta sobre seguro, que no deje "burbujas energéticas, como la del Castor, que hemos pagado entre todos", advierte. Pero también sospecha sobre el interés de las grandes empresas energéticas y pide que Transición Energética se involucre más y mejor para no dejar la transición en mano de la iniciativa privada. "Están pidiendo fondos, no están hablando de inversiones. Quieren apoyo, y que se haga en base a los fondos europeos. Para nosotros, esto es ilógico: hay cuestiones más importantes que financiar de ua forma pública".
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El ecologista lamenta "que no exista una planificación" por parte del Gobierno. "Han presentado una estrategia muy abierta" que no explica cómo se va a acompasar el desarrollo del hidrógeno con los excesos de producción de los renovables, donde realmente sería útil esta tecnología. Tampoco se sabe si se podrán desarrollar infraestructuras relacionadas con este elemento que disfruten y generen empleo en las zonas del país más castigadas por el abandono de los combustibles fósiles, como las cuencas mineras del noroeste de la Península. O si son necesarios grandes proyectos que entren en conflicto con la biodiversidad y los espacios naturales. "Todas estas cuentas no se han hecho", avisa: "Hay que priorizar cuál es el desarrollo de la transición energética".
Por otro lado, Andaluz teme que la apuesta por el hidrógeno verde abra la puerta a otros métodos de obtención menos limpios, como el hidrógeno azul: y que su papel como limpiador del gas natural ayude a apuntalar infraestructuras gasísticas que cuentan con el apoyo expreso de las instituciones europeas a pesar de que, aseguran los cálculos, un futuro a mitad de siglo descarbonizado deberá prescindir del metano.
Mientras, las grandes energéticas del país se dividen entre el apoyo sin fisuras a la "colaboración público-privada" que pregona el Gobierno para impulsar el hidrógeno y el escepticismo. Iberdrola y Repsol lideran la carrera: la primera ha puesto en marcha una planta de hidrógeno verde en Puertollano (Ciudad Real), que estará operativa en 2021 según los cálculos de la compañía. Y la petrolera, por su parte, planea otra instalación similar a través de su filial Petronor en el puerto de Bilbao, con el objetivo de producir combustibles sintéticos. El consejero delegado de Endesa, José Bogas, fue más cauto en el encuentro organizado por el Gobierno: "La electrificación es el camino más simple y barato para la mayoría de la descarbonización del país", aseguró. Naturgy, a través de su presidente, Francisco Reynés, lideró una petición en las que todas estuvieron de acuerdo: hace falta apoyo financiero por parte del Estado y una reducción del coste de la electricidad para que sea viable. Es decir: dinero público, y riesgos públicos, para un negocio privado.