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Los límites del Estado aconfesional

¿Una Iglesia que "acoge a todos"?: el trato a gais, divorciados y críticos tumba el argumento de la jerarquía para honrar a Franco

El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.

"Ichthys" en griego significa "pez", símbolo de profundo arraigo en el cristianismo desde sus manifestaciones primitivas. Pero además es una versión del acrónimo de “Iesous Christos Theou Uios Soter”, es decir, "Jesucristo Hijo de Dios Salvador". Un colectivo de jóvenes cristianos LGTBI de Sevilla escogió este nombre, Ichthys, para bautizar una organización que les sirve de punto de encuentro, desahogo, oración... Una de las preocupaciones de Ichthys es la falta de reconocimiento oficial de la Iglesia católica, cuya jerarquía no les brinda aceptación en su seno. Desde su alambicado nombre hasta la ocultación de la identidad de sus miembros, todo en Ichthys está marcado por un cierto aire de clandestinidad.

Llamar la atención les ha ido mal. En 2016 Infovaticana, puntal mediático de la rama más reaccionaria de la Iglesia, convirtió en escándalo la convocatoria en una iglesia sevillana de un encuentro "por las víctimas de la exclusión" organizado por Ichthys. "Ciclo gay en la diócesis de Sevilla. ¡Asenjo! ¡En una iglesia! ¡Con dominicas!", tituló el periódico. Al poco los religiosos de la iglesia de Santa María la Real, donde iba a celebrarse el encuentro, comunicaron a Ichthys que no iba a tener lugar. En el colectivo LGTBI dieron por hecho que el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, había reaccionado a las presiones de Infovaticana y los sectores más derechistas de la Iglesia sevillana. "Objetivo conseguido: Asenjo ha suspendido el espectáculo gay en sus conventos", tituló el periódico.

¿Puede la jerarquía de una Iglesia así sostener que "acoge a todos"? Así lo afirmó este lunes el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, para justificar que se permita el enterramiento, en un panteón familiar perpetuo y de pago de la cripta de la Catedral de la Almudena, de los restos de Francisco Franco en caso de que sean exhumados del Valle de los Caídos, una decisión que obliga a forzar la interpretación del Código de Derecho Canónico, que no permite inhumaciones en templos sagrados. Lo cierto es que la Iglesia tiene mecanismos por los que podría hipotéticamente discutir su supuesta obligación de enterrar a Franco por un "derecho de enterramiento" adquirido por la familia hace 20 años. Para empezar, siempre puede hacerse la voluntad del papa, que tiene en el seno de la Iglesia potestad"suprema, plena, inmediata y universal" y "ejerce libremente". Sin necesidad de ir tan lejos, el propio Código de Derecho Canónico establece que se denegarán las exequias a los "notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos", a "los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana" y "a los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles".

Pero la Iglesia católica no considera a Franco un "pecador manifiesto", ni alguien cuyas honras fúnebres causaran "escándalo público de los fieles". El teólogo Juan José Tamayo afirma que tanto por "cismático" –por defender "una Iglesia legitimada por el poder y a su servicio"– como por "pecador manifiesto" se le podrían denegar al dictador las exequias, que incluyen el enterramiento católico. Y más aún siendo un enterramiento excepcional, nada menos que en la cripta parroquial de una catedral. "Pero esta interpretación no la va a hacer la jerarquía, que sigue considerando a Franco un bienhechor de la Iglesia", señala Tamayo. infoLibre preguntó al Arzobispado por esta posibilidad, pero no hubo respuesta. A priori la declaración de Franco como "pecador manifiesto" por parte de la Iglesia se antoja inverosímil, dado que hasta el último minuto de su vida la institución lo arropó y le dio un tratamiento privilegiado. Que además fue mutuo. Además Franco lleva ya 43 años enterrado en una basílica.

La agenda de Rouco

El propio Osoro vive los recientes acontecimientos con incomodidad, señalan fuentes eclesiales. El cardenal –hoy en el centro de la polémica– , al igual que el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, forma parte de la corriente más aperturista de la jerarquía. Su llegada supuso la culminación de un giro iniciado con la elección como papa de Francisco en 2013, que aparejó la salida de Antonio María Rouco Varela en 2014 primero de la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y después de de la archidiócesis de Madrid, que durante 20 años había sido el laboratorio de ensayo de su visión beligerante del compromiso católico.

Rouco, apodado el vicepapa por la confianza máxima que depositaron en él los pontífices Wojtila-Juan Pablo II y Ratzinger-Benedicto XVI, ha sido el personaje más influyente de la Iglesia española en las últimas dos décadas. Suyo es el marchamo de una jerarquía que durante cuatro lustros, y sobre todo en Madrid, se ha esforzado en trabar alianzas con la élite del poder económico, postergando la interlocución con la Iglesia de base articulada en torno a Redes Cristianas. Rouco ha sido el protector del Opus Dei, de la Legión de Cristo y de los nuevos movimientos apostolares ultraconservadores como los kikos del Camino Neocatecumenal. En el plano ideológico fue el impulsor de una agenda que situó al frente de todas las prioridades la lucha contra el "relativismo", "la ideología de género", el "homosexualismo", la eutanasia, el uso de células madre... Una Iglesia que no estaba pensada ni dirigida para "acoger a todos".

La incomodidad de Osoro

A pesar del ocaso de su poder formal y su retirada a un piso de alto standing propiedad del arzobispado en el centro de Madrid en compañía de su séquito, la sombra de Rouco aún se sigue proyectando sobre el episcopado español. De manera más o menos evidente, los obispos Juan José Asenjo (Sevilla), Braulio Rodríguez (Toledo), Javier Martínez (Granada), José Ignacio Munilla (San Sebastián), Reig Pla (Alcalá de Henares) o Demetrio Fernández (Córdoba) mantienen un discurso que choca con el aperturismo de Bergoglio, que lanza mensajes de cierta complicidad hacia los divorciados y los homosexuales y pregona "una Iglesia pobre y para los pobres". En sintonía con Francisco se sitúan Blázquez, Omella y Osoro, que ha llegado a enfrentarse a Infovaticana negándose a ceder en sus campañas de señalamiento contra religiosos supuestamente homosexuales. "No permitiré que Infovaticana gobierne esta diócesis", ha llegado a decir Osoro, lo cual da idea de las tensiones en el seno de la Iglesia.

Son las tensiones propias entre un reaccionarismo aferrado al nacionalcatolicismo y una corriente más o menos renovadora que, impulsada por el discurso del papa jesuita, pretende al menos introducir reformas parciales. Episodios como el posible enterramiento de Franco en La Almudena dificultan la tarea a cardenales como Osoro, al poner el foco en la histórica complicidad de la Iglesia española con el franquismo, por la que su cúpula no ha pedido perdón. Está claro que, si hay un pulso de sensibilidades entre las dos almas de la Iglesia, está todavía lejos de saldarse a favor de que en su día encarnó un Vicente Enrique y Tarancón. En efecto la Iglesia española está lejos, pese a lo dicho por Osoro, de "acoger a todos". No hay más que hacer memoria.

Los gais y el infierno

En 2002 el cura onubense José Mantero perdió su licencia sacerdotal tras hacer pública su homosexualidad. Mantero falleció en agosto de este año. En 2012 una misa emitida en directo por TVE monseñor Reig Pla afirmó: “Quisiera decir una palabra a aquellas personas que hoy, llevados por tantas ideologías, acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad, piensan ya desde niños que tienen atracción hacia las parejas del mismo sexo. Y a veces para comprobarlo se corrompen y se prostituyen. O van a clubes de hombres. Os aseguro que encuentran en infierno". En 2013 monseñor Casimiro López afirmó que el matrimonio gay genera hijos "perturbados". Dos años después el obispo de Málaga, Jesús Catalá, comparó el matrimonio entre dos hombres con el de "un hombre y un perro". Hace dos años Demetrio Fernández impidió a un párroco dar la confirmación a un transexual en Córdoba.

La línea de intolerancia con respecto a la homosexualidad sigue trazada donde la situó monseñor Juan José Asenjo, hoy arzobispo de Sevilla, hace ya más de tres lustros: "La Iglesia no admite la práctica de la homosexualidad, la considera un pecado, un desorden moral". Además de en Sevilla, hay colectivos de cristianos LGTBI en Madrid, Barcelona o Bilbao luchando por un tratamiento normalizado y respetuoso de sus diócesis. "Llevamos años denunciando el discurso del odio de miembros de la jerarquía católica, y también la influencia de medios comoInfovaticana", señala Francisco Ramírez, presidente del Observatorio contra la LGTBI-fobia. El propio Osoro expresó en2015 su "dolor" tras conocer que en la iglesia de San Antón se había realizado una oración por el alma del socialista homosexual Pedro Zerolo, al considerar que tuvo cariz "político". Otra vez resulta discutible que la Iglesia española "acoge a todos".

Menores que provocan

Hay obispos obsesionados con el "homosexualismo". El de Córdoba, por ejemplo, lanza continuas alertas contra la sodomía, el relativismo y la "ideología de género", esa "bomba atómica". En cierta ocasión afirmó que la Unesco "tiene programado hacer homosexual a la mitad de la población". Comparativamente los prelados son más contundentes contra el aborto o la homosexualidad que contra la pederastia, sobre la que se han prodigado comentarios como el de monseñor Bernardo Álvarez: "Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo, deseándolo, incluso si te descuidas te provocan".

A un hombre se le impidió ser padrino en un bautizo en Écija (Sevilla) por ser gay. La jerarquía católica u organizaciones católicas tipo Hazte Oír han liderado la crítica a las nuevas leyes de equiparación de derechos de personas LGTBI. A estas exclusiones suma la persistente negativa de la cúspide eclesial española a cambios de fondo en la organización del clero, con un rechazo expreso y contundente a debatir sobre la posibilidad de un celibato opcional o el cambio de rol de la mujer en el seno de la institución.

Roles de género y control de la vida privada

El Opus Dei, una de las organizaciones con mayor influencia en la educación desde primaria a hasta la universidad, continúa reservando sólo a las mujeres el papel de "numerarias auxiliares", dedicadas a que las familias sean hogares en Cristo, un rol en sintonía con la división de roles hombre-mujer de la España nacionalcatólica.

Los obispados siguen decidiendo sobre el contrato o el despido de los docentes de Religión en la educación pública en función de si su estilo de vida se adapta a su visión de moral y familia. Una profesora, Resurrección Galera, despedida por casarse con un divorciado, ha estado 17 años sin poder dar clase en su colegio hasta doblegar a la Iglesia en los tribunales. A su regreso a su puesto de trabajo, el Obispado de Almería ha afirmado que no ha variado su criterio inicial sobre el despido de la docente y que se limita a cumplir una sentencia por obligación legal.

Estas posiciones de la Iglesia, de abierta censura a modos de vida cada vez más extendidos en la sociedad, se produce mientras persiste un sistema según el cual todos los contribuyentes, quieran o no, se ven obligados a financiar directamente a la Iglesia católica mediante un sistema de asignación de recursos públicos vía IRPF que hace imposible el cumplimiento del compromiso de autofinanciación enunciado por la Iglesia en los acuerdos con España de 1976-1979.

Ha habido además denuncias por la negativa a dar la primera comunión a personas con síndrome de down, como en Barcelona en 2009.

Los prelados españoles no limitan sus proclamas ultraconservadoras a los temas de moral y familia, sino que se extienden a asuntos de actualidad política y social. Algunos de ellos, muy delicados. El arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, se preguntó en 2015 si en "esta invasión de refugiados es todo trigo limpio", una declaración en línea con el Frente Nacional en Francia, la Liga Norte en Italia, Vlaams Belang en Bélgica o el Partido de la Libertad en Holanda.

Tumbas para ricos

En el actual contexto social, la aceptación de los restos de Franco sería "de una enorme gravedad", señala el teólogoJuan José Tamayo. "Es una continuación. El dictador pasa de un santo sepulcro a otro santo sepulcro", afirma Tamayo. El director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid sostiene que no es cierto que la Iglesia "acoge a todos". "La Iglesia es muy selectiva en la acogida", señala, haciendo expresa referencia a los teólogos represaliados. Por ejemplo, el Vaticano ha reprimido con dureza a los adscritos a la Teología de la Liberación, que fueron la obsesión del papa Juan Pablo II y con los que el actual pontífice Francisco ha iniciado un periodo de distensión.

El teólogo Evaristo Villar, director de la revista Éxodo, afirma que la aceptación del enterramiento de Franco ilumina "el problema de la venta de tumbas". "¿Eso qué es? Es evidente que ahí no van los pobres. Eso es lo contrario a la Iglesia y al Evangelio", señala Villar, portavoz de Redes Cristianas, que aglutina a más de 200 colectivos de la Iglesia de base.

El teólogo es contrario a que Franco sea enterrado en una catedral, incluso aunque fuera posible con una determinada interpretación del derecho canónico, porque "la ética es anterior a la ley". "No es verdad que la Iglesia tenga que acoger a todos. La Iglesia ha expulsado a reyes y emperadores por tener conductas contrarias a las de los cristianos. Jesús se enfrentó a los fariseos que hacían daño a la sociedad. Lo cristiano es el amor, pero el amor empieza por las víctimas. El amor sirve para ayudar a cambiar una vida, no a premiar el mal de alguien una vez muerto", expone.

Villar afirma que acoger a Franco es contrario al mensaje de "misericordia" del papa. "Son capaces de admitir a la momia de Franco pero no al colectivo LGTBI, ni a dar los mismos derechos a la mujer. Yo creo que el arzobispo [Osoro] es una buena persona, pero no basta con ese buenismo", añade Villar, que cree que el mensaje de ver a un dictador "salir de una iglesia y entrar en otra" hará mucho daño a la institución católica.

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Osoro: "Independencia política"

Tras sus polémicas declaraciones del lunes, Osoro lanzó este martes un comunicado en el que pedía "consenso" entre la familia de Franco y el Gobierno. "Como Iglesia no nos compete valorar la conveniencia ni la urgencia de la modificación legal; sí mostrar nuestra efectiva disposición para acoger en terreno sagrado los restos mortales de un bautizado. También volvemos a invocar la oportunidad de un acuerdo entre el Gobierno, las distintas opciones políticas y la familia del finado. Sin perjuicio de lo anterior, la Iglesia acatará el mandato legal una vez sea firme y ejecutivo", afirma. Y añade: "La Iglesia católica en Madrid quiere preservar su independencia política, fomentando el espíritu de concordia entre todos los españoles y cultivando la oración para el logro de una convivencia en paz, justicia y libertad".

El arzobispo subrayó que realizaba estas manifestaciones "desde la sede que ocupó el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, que tanto contribuyó a la Transición". Osoro trataba de ubicarse así en la tradición moderada y pactista taranconiana. Un enfoque que ha sido minoritario en la jerarquía católica española en los últimos veinte años, donde parece haberse diluido la herencia del aggiornamento del Concilio Vaticano II.  

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