La magistrada María Luisa Segoviano (Valladolid, 1950) está acostumbrada a lograr lo que parece imposible. Lo hizo al convertirse en la primera mujer en presidir una Sala del Tribunal Supremo en sus más de dos siglos de historia. Y ahora, dos años después, su nombre quedará grabado en las crónicas por ser la pieza clave que propició el desbloqueo del Constitucional. Por ella, el bloque progresista decidió sacrificar por sorpresa a su candidato oficial –José Manuel Bandrés– para acabar de una vez por todas con una crisis que se había prolongado ya durante más de medio año. Era un perfil que gustaba y que siempre estuvo en las quinielas de este sector. Quienes la conocen la definen como una magistrada "de consenso pero con ideas muy claras". Una feminista con un perfil marcadamente progresista en cuyas manos está la futura Presidencia de la renovada corte de garantías.
De padre magistrado y madre licenciada en Derecho, su vida siempre ha estado marcada por la judicatura. Igual que la de sus hermanos. De hecho, seis de siete se han dedicado a profesiones jurídicas. Luisa, como se refieren a ella quienes la conocen, comenzó su trayectoria profesional a mediados de los setenta como secretaria de Magistratura de Trabajo, el organismo judicial español que se encargaba de resolver los conflictos de carácter laboral. Por aquel entonces, ni siquiera existía todavía el Estatuto de los Trabajadores. Como tal, ejerció durante trece años en Barcelona, Palencia y su Valladolid natal. Quienes trataron con ella en aquella etapa de su vida la recuerdan como una persona "abierta", "muy accesible en el trato", con una "fuerte conciencia feminista" y posiciones a favor de los trabajadores. "Tenía mucho empuje", dice uno de ellos.
A finales de los ochenta, Segoviano ingresó en la Carrera Judicial. Apenas llegaba entonces a la treintena. Y su primer destino no fue para nada fácil. La jueza recaló en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Bilbao en una época en la que los atentados de ETA estaban a la orden del día. Solo en 1987, año en el que accedió a la judicatura, la banda terrorista asesinó a más de medio centenar de personas en todo el país. "Fue mi etapa más dura, unos años difíciles por la situación política complicada. Los jueces estábamos en una situación digamos especial y aunque trabajé estupendamente, con unos compañeros magníficos y disfruté mucho del País Vasco, el trabajo allí fue duro", contaba hace un par de años en una entrevista en El Español.
En Euskadi estuvo un par de años. Luego, regresó a Valladolid. Fue entonces cuando empezó a dedicarse a la jurisdicción social. Y ahí se ha mantenido durante más de tres décadas, a pesar de ser una de las áreas más castigadas por las crisis económicas y con un volumen de litigiosidad complicado de absorber. Fue presidenta de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León. Y de ahí dio el salto al Supremo. Corría el año 2006. Y la Sala Cuarta del Alto Tribunal contaba con un nutrido grupo de magistrados progresistas, entre los que destacaban Fernando Salinas, José Luis Gilolmo, Jordi Agustí o Rosa María Virolés. "Es una persona muy preparada y con una capacidad de trabajo brutal. Se hará notar en el Constitucional", recuerdan en la actualidad quienes la trataron en aquella etapa.
Aquella Sala de lo Social asestó importantes varapalos a la reforma laboral de 2012 que se encargó de impulsar el Ejecutivo de Mariano Rajoy en plena crisis económica. De hecho, la propia Segoviano fue ponente en alguno de estos fallos. Es el caso de la sentencia de mayo de 2015 en la que se resolvía definitivamente un conflicto entre la aerolínea Air Nostrum y el sindicato de pilotos Sepla. En dicha resolución, el Alto Tribunal dejaba claro que los convenios que contenían cláusulas de prórroga automáticas hasta la firma de uno nuevo seguían vigentes aunque la negociación se extendiese más del año que fijaba la reforma laboral para la pérdida de vigencia. Y lo hacía resaltando la superioridad de lo pactado en los convenios "sobre la regulación legal ajena a dicha voluntad".
Un perfil laboralista para el TC
Que sea una magistrada experta en laboral es una de las características que resaltan algunos de los vocales del sector progresista en el Poder Judicial que votaron por ella este mismo martes. "Hacía falta un perfil laboralista en el Constitucional", señalan. Al fin y al cabo, la renuncia como magistrado del catedrático de Derecho Laboral Alfredo Montoya había dejado a la corte de garantías con un agujero en esta especialidad. Un Tribunal Constitucional que tiene sobre la mesa cuestiones de tanta trascendencia en esta materia como la equiparación de los permisos de paternidad y maternidad, la reforma laboral o la Ley Rider, que obliga a las empresas de reparto a contratar como asalariados a sus empleados. Además, por supuesto, de otras cuestiones de gran relevancia social como el aborto o la eutanasia.
El nombre de Segoviano siempre estuvo en las quinielas de la renovación. De hecho, fue ella misma la que se propuso por carta al entonces presidente del Poder Judicial, Carlos Lesmes, cuando el verano estaba a punto de tocar su fin y su jubilación en el Supremo era inminente –salió del Alto Tribunal el pasado octubre–. Tanto progresistas como conservadores eran conscientes de su disposición. Pero ninguno de los dos bloques optó por ella en primer término. Los primeros, eligieron al magistrado de lo Contencioso-Administrativo José Manuel Bandrés como su candidato oficial. Los segundos, optaron por César Tolosa en el papel de conservador y Pablo Lucas en el de progresista. Papeletas con las que fue completamente imposible llegar a un acuerdo en un primer intento.
Pero luego los conservadores cambiaron a Lucas por la magistrada. Y la propuesta fue irrechazable. Los progresistas, en un giro de guion inesperado, dejaron caer a su candidato oficial para salir del "bucle" de bloqueo. "Aunque no está asociada, es una mujer de claras ideas progresistas", dicen voces de este sector. Coinciden algunos de los antiguos compañeros con las que ha compartido horas de reflexiones jurídicas durante sus más de tres décadas de trayectoria profesional. "El derecho del trabajo nace para proteger a los trabajadores. Es decir, es progresista por sí mismo", desliza un antiguo magistrado. Y completa: "La derecha se ha pegado un tiro en el pie. Si la apoyaron pensando que era menos progresista que otros, están muy equivocados".
Una mirada feminista
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Las entrevistas concedidas en los últimos años dan buena cuenta de sus opiniones en relación con algunas cuestiones de enorme relevancia. "Es fruto del acuerdo entre la representación del empresariado y de los trabajadores y creo que eso es algo importantísimo y positivo. Aparte del consenso, resulta positivo que haya tratado de erradicar la temporalidad y la precariedad. También que se haya instaurado de forma muy rotunda el contrato indefinido como modelo", sostenía la magistrada el pasado mes de agosto sobre la reforma laboral. "Los rider son el paradigma de la precariedad laboral", dijo en otra entrevista tras convertirse en la presidenta de la Sala Cuarta del Supremo. Pocos días antes, el Pleno de esa misma Sala había determinado que los repartidores de Glovo eran falsos autónomos tras rechazar que la tecnológica fuera una simple intermediaria.
Feminista convencida, la magistrada no se ha cansado de repetir una y otra vez la importancia de enjuiciar con perspectiva de género. "Las decisiones que me gustan son aquellas que favorecen la igualdad de sexos porque creo que en nuestro campo hay mucho por hacer", ha sostenido en alguna entrevista. Bajo esa máxima, Segoviano fue la ponente de aquella sentencia que reconoció el derecho de una mujer a computar para la jubilación anticipada el tiempo que pasó en el Servicio Social de la Mujer franquista, algo que ya contaba para los hombres que habían hecho la mili. O la que exigía un canon reforzado de justificación para despedir a una mujer embarazada y con reducción de jornada por cuidado de niños.
Una mirada feminista que a partir de ahora estará en el Constitucional. Es cierto que Segoviano no era la favorita del bloque conservador en el Poder Judicial. Pero al menos, señalan fuentes de este grupo, no arrastraba una sombra de vinculación al Gobierno que sí veían en Bandrés. "Moncloa no le ha puesto el dedo encima, que ha sido la desgracia de Bandrés", dice alguno de los vocales consultados. Ahora, en las manos de esta magistrada se encuentra la futura presidencia del Constitucional, a la que aspiran tanto la propia María Luisa Balaguer, catedrática de marcado perfil feminista, como su compañero Cándido Conde-Pumpido, ambos del sector progresista de la corte de garantías. Si como se espera los cuatro conservadores apoyan a la magistrada y cuatro progresistas al magistrado, será Segoviano la que incline la balanza de uno u otro lado.
La magistrada María Luisa Segoviano (Valladolid, 1950) está acostumbrada a lograr lo que parece imposible. Lo hizo al convertirse en la primera mujer en presidir una Sala del Tribunal Supremo en sus más de dos siglos de historia. Y ahora, dos años después, su nombre quedará grabado en las crónicas por ser la pieza clave que propició el desbloqueo del Constitucional. Por ella, el bloque progresista decidió sacrificar por sorpresa a su candidato oficial –José Manuel Bandrés– para acabar de una vez por todas con una crisis que se había prolongado ya durante más de medio año. Era un perfil que gustaba y que siempre estuvo en las quinielas de este sector. Quienes la conocen la definen como una magistrada "de consenso pero con ideas muy claras". Una feminista con un perfil marcadamente progresista en cuyas manos está la futura Presidencia de la renovada corte de garantías.