Con mayor o menor intensidad, el manejo que Mariano Rajoy hace de los tiempos desespera a muchos de los que le rodean. Sus fieles dicen que es su mayor virtud, la de no responder nunca en caliente y dejar reposar una respuesta. Sus críticos, por el contrario, mantienen que es una estrategia errónea que si en su día tuvo resultado, ahora, cuando las encuestas hablan de una caída en picado de la intención de voto, es "letal".
Este mismo miércoles, poco después de que el presidente del Gobierno compareciera ante los medios de comunicación en la Moncloa para reaccionar al 9-N –habían pasado 72 horas desde que se depositaran las papeletas en las urnas– fuentes de la Presidencia del Gobierno restaban importancia a que hubiese dejado pasar tanto tiempo desde el domingo y delegase las respuestas, primero en el ministro de Justicia y después en la vicepresidenta del Gobierno. Las mismas fuentes apuntaban a que Rajoy había salido "cuando había tenido que salir" y esgrimían que no había sido hasta un día antes, el martes, cuando había recibido la carta del presidente de la Generalitat. El tema catalán abre una segunda derivada en esta estrategia de dilatar al máximo la respuesta, habitual en las reacciones a los escándalos de corrupción. Pero la respuesta ha sido la misma que ha dado a estos escándalos: el presidente no se ha pronunciado hasta que no tenía otro remedio. En el caso del 9-N, además, la presión mediática y el enfado del sector más conservador del partido –muy reducido pero respaldado por los medios más conservadores y por el ala más dura del electorado– han tenido su efecto.
Dirigentes del PP consultados por infoLibre admiten que después de cómo ha acabado el 9-N, es decir, produciéndose una votación que se dijo por activa y pos pasiva que no se iba a producir, lo mejor habría sido que el presidente hubiese actuado o dado una respuesta hace casi un año, cuando Mas anunció la fecha y las preguntas. "Nos habríamos ahorrado menos disgustos y este tema no se nos solaparía ahora con la cuestión de la corrupción", opina un diputado poniendo sobre la mesa un asunto en el que su jefe de filas ha tardado más en reaccionar que al desafío soberanista de Artur Mas, el de los escándalos que afectan a su partido desde mucho antes de que llegaran a la Moncloa.
En este campo, la respuesta más contundente por parte de Rajoy no llegó hasta el pasado sábado en Cáceres, cuando acudió a clausurar unas jornadas de buen gobierno. Con Rodrigo Rato fuera del partido por el escándalo de las tarjetas B, Ángel Acebes imputado en el marco de los papeles de Bárcenas y el exsecretario del PP de Madrid Francisco Granados en la cárcel, el presidente se vio forzado a hacer algo que no había hecho hasta la fecha. Y sostuvo que iba a "tomar la iniciativa" para hacer frente a esos escándalos de corrupción. Este anuncio llegaba más de cinco años después del estallido del caso Gürtel. No hay nadie en el PP que no aplaudiese que su líder decida asumir como algo personal este asunto. El problema está en el momento en el que lo hace: a menos de un año de las municipales y autonómicas y presionado por los barones y alcaldes del partido que temen ser los primeros paganos de su política ante la corrupción.
Malestar por el "no podemos hacer más"
Antes de este día, el presidente ya había podido escuchar en el Comité Ejecutivo Nacional de su partido que había que pegarse más a la calle. También había podido escuchar cómo sus compañeros de partido no respaldaron a su mano derecha, María Dolores de Cospedal, cuando dijo eso de que el PP no podía "hacer más" para luchar contra la corrupción.
Aunque con el importante matiz de que ahora el denominado sector crítico a Rajoy en el Partido Popular prácticamente no existe, mucho de lo que está ocurriendo estos últimos meses en el partido del Gobierno recuerda a la etapa previa al XVI Congreso Nacional de la formación conservadora celebrado en junio de 2008. El ahora presidente del Gobierno llegó duramente tocado después de que su liderazgo fuese puesto en duda desde que perdió las generales de marzo de aquel año. Ahora, sólo Esperanza Aguirre se ha atrevido a poner en duda su candidatura de cara a las generales de 2015 argumentando que el partido decidirá. Pero lo que sí se escucha con insistencia puertas adentro del partido es que éste, con vistas a presentarse como algo nuevo y depurado de cara a las próximas citas electorales, debe renovarse. Y que también sería bueno un cambio de caras en el Consejo de Ministros.
Rajoy, alérgico a los cambios, señaló en su comparecencia con motivo del 9-N que no preveía hacer ningún cambio ni en el Gobierno ni en el partido. Pero hay en el PP quien cree que no tiene otro camino si quiere evitar que la foto fija que reproducen las encuestas se consume en las urnas. Si en los comicios del 20 de noviembre de 2011 un 44,63% de los ciudadanos dio su confianza a Mariano Rajoy, el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reduce ese apoyo al 27,5%. 17,13 puntos menos. "O actúa ahora o podemos lamentarnos cuando el daño sea mayor", señala uno de sus diputados.
A continuación se repasa de forma breve la forma en la que el presidente del Gobierno ha manejado algunos asuntos delicados de su partido. En ninguno de ellos la reacción ha sido inmediata.
Las 72 horas de Cataluña
Es el acontecimiento más inmediato. El presidente del Gobierno compareció este miércoles a las 12:30 horas tras constatar que su partido comenzaba a inquietarse ante la ausencia de un pronunciamiento del presidente del Gobierno. Los planes iniciales eran no referirse a la jornada del 9-N hasta este domingo, una semana después de que más de dos millones de catalanes votaran. Su reacción iba a venir integrada en una rueda de prensa ofrecida en Australia al término de la Cumbre del G-20.
Aunque muchos en el PP esperaban una respuesta más concreta sobre sus planes para Cataluña en los próximos meses, su reacción vino a tranquilizar a un sector todavía relevante de su electorado que considera que no se puede dar a Cataluña un tratamiento especial respecto a otras comunidades. La duda que surge es que si para esa respuesta –la de la invitación a una reforma constitucional– ha hecho falta casi un año de tensiones.
Aunque en el partido se asume el desgaste que la consulta ha generado, consideran que el balance es positivo. "Es mejor lo que ha ocurrido que el escenario de policías retirando urnas y cerrando colegios que se esperaban los promotores de la consulta. De la corrupción no sé si nos reponemos, de esto, sí", señala un miembro del Comité Ejecutivo Nacional.
Dos días para lanzar un mensaje sobre la crisis del ébola
El lunes 6 de octubre a última hora de la tarde, la ministra de Sanidad, Ana Mato, comparece ante los medios de comunicación para anunciar el primer contagio de ébola fuera de África, el de Teresa Romero. Ese mismo lunes y el martes se sucedieron versiones contradictorias sobre el estado y la forma de contagio de esta técnica de enfermería y enfrentamientos entre el Gobierno y la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, en manos de Javier Rodríguez. Rajoy dejó pasar el lunes y el martes sin reaccionar cuando se multiplicaban las voces, también dentro del PP, que consideraban que debía haber salido desde un primer momento a lanzar un mensaje de tranquilidad.
No fue hasta el miércoles 8 cuando, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, aprovechó un momento de su respuesta al líder de los socialistas, Pedro Sánchez, para llamar a la calma. Lo hizo leyendo un papel que llevaba previamente redactado. El presidente admitió que este asunto preocupaba “con razón” a la opinión pública. Pero insistió en que el Gobierno y los expertos estaban trabajando para controlar la situación. Como ejemplo de ellos citó la existencia de un comité de seguimiento en el que estaba presente el Ministerio de Sanidad, la Comunidad de Madrid y las instituciones europeas. Ese comité de seguimiento fue enmendado días después tras sonoros fracasos. El viernes 10, el Gobierno anunció la creación de una comisión especial para la gestión de esta crisis coordinada por la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Cinco años para "liderar" las políticas anticorrupción
El caso Gürtel estalló en febrero de 2009. Y no fue hasta agosto de 2013 cuando el presidente del Gobierno compareció en el Senado –el Congreso estaba en obras– para mostrar su arrepentimiento por haber confiado en Luis Bárcenas. Rajoy llegaba a la Cámara alta presionado por los grupos de la oposición y por un partido, el suyo, que no entendía cómo había seguido mandando mensajes al extesorero de su partido después de que fuera conocido que había amasado una fortuna en Suiza.
Pero no ha sido hasta ahora cuando Rajoy ha pedido perdón por la corrupción y ha anunciado que él mismo iba a "liderar la iniciativa" parlamentaria de regeneración democrática. Lo hace ahora, después de dos semanas negras para el PP en lo judicial –han sido imputados Rodrigo Rato, Ángel Acebes, Francisco Granados...– y cuando en el PP cunde el pánico por los efectos de estos escándalos en las próximas citas electorales.
Será el 27 de noviembre cuando el presidente del Gobierno se encargue de presentar en el Congreso la ley de financiación de los partidos políticos y de la regulación del alto cargo. Ya las presentó en su primer debate del estado de la nación como presidente, en febrero de 2013.
24 horas para reaccionar a la 'operación púnica'
Ligado al apartado anterior –fue uno de los detonantes– el presidente del Gobierno tardó 24 horas en reaccionar a una de las operaciones policiales más graves que ha sacudido los cimientos del PP en los últimos años. En un sólo día, el 27 de octubre, la Operación Púnica, se llevó por delante a cuatro alcaldes del PP de Madrid, al presidente de la Diputación de León y al ex secretario general del PP de Madrid, Francisco Granados.
Rajoy dejó pasar este primer día, en el que Esperanza Aguirre sí compareció, y no fue hasta la sesión del control del día después en el Senado cuando pidió perdón. Pero esa misma mañana la dirección del Grupo Parlamentario Popular ya había anunciado que vetaría la petición de comparecencia del presidente en un pleno monográfico sobre corrupción.
Ver másUn diputado del PP remite a sus compañeros un artículo en el que reclama a Rajoy que escuche a la “mayoría silenciosa” de Cataluña
el silencio que hundió a gallardón
Tras varios aplazamientos sobre los anuncios que hacía el propio ex ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, el 14 de septiembre el diario El Mundo avanzaba que la ley del aborto no vería la luz.
Rajoy dejó pasar más de una semana para confirmar esta información. Un tiempo que desgastó enormemente al exalcalde de Madrid y que culminó con su dimisión el 23 de septiembre. Gallardón ya habia avisado a su entorno que si esta ley, a la que había fiado casi todo su proyecto de Gobierno, fracasaba, él se iría. Pero no se le tomó en serio hasta el mismo día que convocó a la prensa para anunciar su marcha. En su carrera política habían sido frecuentes los amagos de retirada.
Con mayor o menor intensidad, el manejo que Mariano Rajoy hace de los tiempos desespera a muchos de los que le rodean. Sus fieles dicen que es su mayor virtud, la de no responder nunca en caliente y dejar reposar una respuesta. Sus críticos, por el contrario, mantienen que es una estrategia errónea que si en su día tuvo resultado, ahora, cuando las encuestas hablan de una caída en picado de la intención de voto, es "letal".