Investigación
Una marea de cocaína desborda Europa a través de España y Bélgica
El sol salió como otro día cualquiera en el polígono industrial que se extiende por buena parte de la Avenida del Pla, en la localidad alicantina de Jávea. Aquel 25 de septiembre parecía, a simple vista, un miércoles más. Hasta que luces azules empezaron a iluminar las primeras naves industriales que se levantan a lo largo de la calle Liverpool. Había dado comienzo Beautiful, la macroperación policial contra la mayor red criminal del Levante español dedicada al narcotráfico y el blanqueo de capitales. La investigación, que arrancó en 2018 y contó con la colaboración de agentes de seis países diferentes –Colombia, Portugal, Suecia, Rumanía, Francia y Reino Unido–, se saldó con la detención de 81 personas, la intervención de 2 millones de euros en metálico, el bloqueo judicial de varios centenares de cuentas bancarias y más de una decena de registros en cinco provincias diferentes. El caso, calificado de “alta prioridad” por Europol, culminó con la incautación de casi 4 toneladas de cocaína y el arresto de los considerados como cabecillas de la organización criminal.
El movimiento a gran escala de polvo blanco preocupa desde hace años a las autoridades europeas. Pero ahora, tras el acuerdo de paz firmado entre el Gobierno de Colombia y las FARC, han saltado todas las alarmas. Es cierto que el pacto con la guerrilla ha permitido reducir los cultivos de cocaína en el centro del país. Pero la coyuntura política también ha sido aprovechada por grupos delictivos organizados para instalarse en otras zonas y ampliar las plantaciones. Lugares completamente nuevos, alejados de los principales núcleos urbanos y que pasan desapercibidos para las autoridades estatales, a las que les está resultando difícil ofrecer incentivos para que los campesinos locales abandonen el cultivo. Según los últimos datos disponibles de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen (Undoc), en 2017 había en Colombia 171.000 hectáreas dedicadas al arbusto de coca, 25.000 más que en el año anterior, cuando se firmaron los acuerdos de paz.
El incremento de superficie destinada a este tipo de plantaciones en los principales países de origen –Perú, Bolivia y Colombia– ha hecho que la producción se dispare. Los datos que ofrece el organismo de la ONU en su último Informe mundial sobre las drogas hablan de 1.976 toneladas en 2017, un aumento del 25% respecto al ejercicio anterior. “Estamos en puntos muy altos y los próximos años van a ser de mucha producción”, explica un alto cargo del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), dependiente del Ministerio del Interior. Las cifras de incautaciones dan fe de ello. A nivel mundial, se consiguieron intervenir durante 2017 nada menos que 1.275 toneladas. Fue, según Undoc, “la mayor cantidad que se haya registrado nunca”. Un incremento del 13% interanual y del 74% en el último decenio. No obstante, Kevin Scully, director de la agencia antidroga estadounidense DEA para Europa, advierte de que “la inundación” todavía no ha alcanzado “su pico”.
Junto con América del Norte, Europa es el mercado favorito para colocar la farlopa. Se consume mucho y se paga bien. Algo más de una de cada diez toneladas de las que se descubren en el mundo son en los Estados miembro de la Unión Europea. Sólo en 2017 se localizaron en los Veintiocho 140,4 toneladas de cocaína, 20 más que en el anterior máximo histórico –alcanzado en 2006– y el doble que en el ejercicio anterior. El 32% de esa cantidad se cazó en Bélgica, que ya lleva un par de años ocupando el primer puesto en incautaciones. “El puerto de Amberes tiene muchas ventajas que otros no. Es una excelente ubicación en el centro de Europa, con buenas carreteras de conexión. Está su inmensidad, que lo hace difícil de controlar. Y están las líneas directas a Sudamérica y la velocidad con la que se mueven los contenedores”, explica Manolo Tersago, jefe de la sección de drogas de la policía federal de Amberes. Su testimonio es uno de los recogidos por periodistas de varios medios del European Investigative Collaborations (EIC), una red europea a la que pertenece infoLibre, para la elaboración de una serie de reportajes sobre el impacto de la cocaína en Europa.
De Galicia a Algeciras y Valencia
Pero la belga no es la única puerta de entrada de la cocaína al Viejo Continente. España continúa siendo, a día de hoy, una pasarela perfecta para teñir de blanco el mapa comunitario. De acuerdo con los últimos datos públicos del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, sólo en 2017 se localizaron e intervinieron 41 toneladas de esta sustancia, más del doble que un año antes. Hacía una década que no se alcanzaban cotas tan elevadas. Sin embargo, según explican desde el organismo dependiente del Ministerio del Interior, las cantidades aprehendidas se incrementaron nuevamente en 2018 un 17% hasta las 48 toneladas. Una cifra que, según las estimaciones del Citco, podría reducirse en este último ejercicio. “Es cierto que actualmente estamos bajando ante la subida de otros países como Bélgica. Pero todavía hoy el idioma español sigue siendo fundamental para manejarse en las organizaciones criminales, y la infraestructura montada aún sirve para meter mucha mercancía”, señala el portavoz del Citco.
Incautación de 420 kilogramos de cocaína en el Puerto de Algeciras. CNP
En los ochenta y los noventa, el agujero gallego era el preferido de los capos del narcotráfico para inundar Europa de fariña. Ahora, varias décadas después, el mapa es diferente. Los principales puntos calientes en la actualidad se sitúan en Cádiz, Valencia y Las Palmas. Casi siete de cada diez toneladas de la cocaína incautada en España en 2017 se localizaron solo en estas tres provincias. En suelo gaditano se detectó el 38,4% del total, mientras que en territorio valenciano y en Las Palmas se pilló el 17,4% y el 10,8%, respectivamente. Esto no quiere decir que Galicia haya dejado de existir para los grandes magnates de la droga. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el servicio de vigilancia aduanera intervinieron ese mismo año en la provincia de Pontevedra un 7,3% del total nacional. Desde el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado señalan que en 2019 las organizaciones criminales están “mirando también hacia Barcelona”.
El posicionamiento de Cádiz y Valencia en el mapa del narcotráfico internacional es fruto del músculo portuario. Alrededor de un 40% de la cocaína que llega a España lo hace a través de contenedores. Y las dos principales radas por volumen de tráfico a nivel nacional son las de estas dos provincias. En 2018, las dos terminales del Puerto de Algeciras movieron 4,8 millones de TEU –contenedores de seis metros de largo por más de dos de ancho–, una cifra que en el caso del Puerto de Valencia se situó en los 5,2 millones. Un tránsito descomunal que obliga a las autoridades a buscar pequeñas agujas en gigantescos pajares. “Es complicadísimo porque podemos controlar muy pocos de todos los que entran. O llevas una investigación, o tienes una información, o es muy difícil”, apostilla el alto cargo del Citco. Algo que se enreda todavía más si las organizaciones mandan como avanzadilla varios cargamentos limpios –sin la droga– para estudiar si están bajo la lupa de las autoridades.
Mercancía a bordo
El viaje del polvo blanco hasta territorio español es largo. Habitualmente, las organizaciones criminales deciden lanzar la mercancía hacia Europa a través de países intermedios. En los últimos años, una parte importante de los contenedores cargados de perico que se detectan en España proceden directamente de Brasil o Chile, aunque esto no quiere decir que no se siga mandando mercancía también directamente desde Estados productores como Colombia. Los puntos de salida, como el mercado, están cada vez más diversificados. “Si toda la cocaína saliera en contenedores de un mismo puerto habría muchos más controles”, relata el alto cargo del Citco, que también pone el foco en el papel que está jugando Venezuela como país de tránsito. No es el único. La DEA estadounidense, Europol o la Bundeskriminalamt alemana no quitan ojo tampoco al Estado caribeño.
Una vez embarcada, la droga puede seguir hasta llegar a España dos caminos diferentes. Por un lado, la denominada Ruta de los Mercantes, que desemboca en la inmensidad de los puertos. Por otro, la Ruta del Norte, que llega a las costas gallegas a través de las Azores o Madeira. Son las principales autopistas. Sin embargo, ante la vertiginosa expansión del negocio, los narcotraficantes están tratando de abrir nuevos caminos. Uno de ellos es a través de África, un continente inestable y con instituciones frágiles. Nigeria, Senegal, Malí, Guinea-Conakry o Liberia como puntos de tránsito para distribuir la mercancía hacia Europa por tierra –vía Marruecos y Mauritania o la ruta de Turquía hacia los Balcanes–, mar y aire. No obstante, la inteligencia española reseña que las incautaciones a correos aéreos suelen ser testimoniales. El año pasado, de las 48 toneladas pilladas, sólo un par de ellas se localizaron en los aeropuertos.
Los ejemplos del uso del continente africano como lugar de tránsito de la droga son numerosos. En diciembre del año pasado, la Oficina Central de Investigaciones Judiciales marroquí encontró en la localidad de Boujdour una granja en la que se estaba construyendo una pista de aterrizaje para aviones del narcotráfico procedentes de América Latina. Nueve años antes, había sido arrestado en Guinea Conakry Ousmane Conté, hijo del expresidente del país, por sus oscuros negocios alrededor de las drogas. El calificado como “capo” por EEUU, que llegó a admitir en televisión las acusaciones pero negando ser el líder de la organización criminal, se enfrentó a un proceso judicial en el que casi todos los imputados, incluido el hijo del expresidente, fueron exculpados. Al Citco le consta que “colombianos y mexicanos están presentes” en el continente. Por ello, dicen, “hay que estar al tanto”. No obstante, añaden que la africana no es de momento “la principal ruta de entrada” de cocaína en el Viejo Continente.
Piedras falsas y ‘gancho ciego’
El pasado mes de junio, el grupo XIV de la Brigada de Policía Judicial descubrió un nuevo método pionero para intentar introducir cocaína por vía marítima. Maza en mano durante tres días en una nave industrial de la localidad madrileña de Humanes, los agentes lograron extraer 800 kilogramos de cocaína –unos 500 millones de euros en el mercado– ocultos en un cargamento de piedras falsas que llegó al puerto de Barcelona procedente de Guayaquil (Ecuador) con escala en Cartagena de Indias (Colombia). La mercancía había sido declarada como material de cobre, que mezclado con argamasa dio cuerpo y forma a las rocas. El polvo de piedra real permitió a la organización el acabado perfecto para las 188 toneladas que se transportaron hasta el puerto español. Más de 9 millones de dosis quedaron fuera del mercado. Otra victoria más de las autoridades frente al ingenio de los narcotraficantes.
El principal método utilizado por las organizaciones criminales para introducir la farlopa en España es el rip-off, o gancho ciegorip-off. Consiste, básicamente, en introducir pequeñas cantidades de droga en contenedores con mercancía legal. La contaminación se produce, habitualmente, en puntos intermedios de la ruta y sin que los dueños reales de los cargamentos sean conscientes de ello. Luego la droga se extrae en destino en connivencia con otras personas. “Se abren los contenedores, se saca la mercancía y se les pone un nuevo precinto”, relatan desde el Citco. Hace solo unos días, la Policía Nacional detuvo a más de una decena de personas que formaban parte de una organización perfectamente estructurada que metía polvo blanco en España utilizando este modus operandi. Entre los arrestados había siete estibadores del Puerto de Algeciras y varios transportistas. El pasado mes de mayo, otra media docena de trabajadores del Puerto de Barcelona fueron detenidos por hechos similares.
La técnica del gancho ciego sólo permite a las organizaciones criminales transportar el perico en pequeñas cantidades. Por ello, muchas recurren a los grandes envíos ocultos entre mercancía legal. Como las rocas falsas o la tonelada localizada en 2017 en un cargamento de piñas. Incluso se han llegado a montar mudanzas ficticias para tratar de introducir la mercancía oculta entre muebles, una ocurrencia por la que la Audiencia Nacional condenó a entre cinco y nueve años de cárcel a varios miembros de un grupo criminal el año pasado. Pero viniendo de Sudamérica, detallan desde el Citco, los “productos hortofrutícolas” son los favoritos para esconder la droga, aunque también se tira de “pescados” o “pieles”. El organismo dependiente del Ministerio del Interior pone el acento, asimismo, en técnicas como el drop-off: marineros en connivencia llevan oculta la mercancía en un barco y la lanzan por la borda cerca de la costa con un flotador y una señal GPS para que vaya a recogerla una lancha.
Carretera y Europa
Una vez que la cocaína logra entrar en España sin ser detectada, comienza el verdadero negocio. El que la paga en destino, lo hace actualmente por unos 30.000 euros el kilo, un precio que se ha moderado –ha llegado a alcanzar los 40.000 euros el kilogramo– a causa de la sobreproducción en origen, según la información que maneja el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado. Y la máquina de hacer billetes comienza a echar humo cuando la mercancía se pone en el mercado minorista. “Si se vende a pequeñas cantidades cortada –adulterada con otras sustancias– las organizaciones criminales pueden sacar mucho dinero”, aseveran desde el Citco. Según datos del Servicio Federal de Inteligencia alemán (Bundesnachrichtendienst), la cocaína puede mover anualmente en el mundo unos 300.000 millones de euros. Y no es sencillo recuperar semejantes cantidades. La Oficina Europea de Policía (Europol) calcula que “no más del 2% del dinero de las drogas es confiscado”.
De 'Los Charlines' al "crimen como servicio"
Ver más
España es, básicamente, Estado distribuidor. Buena parte de la cocaína que entra por Algeciras termina poniéndose luego a la venta a miles de kilómetros de distancia. Habitualmente, abandona el territorio nacional en enormes camiones o coches con doble fondo, en función de la cantidad. “Los serbios, que cada vez están más posicionados en el mercado de la cocaína, cogen un tráiler, suben el contenedor y se recorren Europa con grandes cantidades hasta llegar a Serbia, donde la distribuyen”, dice el alto cargo del Citco, que no sabe concretar qué porcentaje de polvo blanco sale de España. Principalmente, porque las autoridades conocen lo que pillan pero no todo lo que entra anualmente. De hecho, Europol estima que se localiza e incauta alrededor del 15% del cocaína que entra en el Viejo Continente. A pesar de ello, desde el Citco señalan que Italia, Países Bajos y Reino Unido son las tres principales salidas de la mercancía que recala en España.
Para uno de los miembros de la agencia europea en materia policial, la “llamada de atención” sobre el tráfico de cocaína en el Viejo Continente “ha llegado”. Pero la lucha que libran día a día las policías de los Veintiocho no es nada sencilla. Hace décadas, estos grupos criminales estaban perfectamente estructurados y había una jerarquía clara, por lo que no era complicado intentar hacer caer al pez gordo. Ahora, son organizaciones mucho más flexibles y horizontales, redes que en ocasiones llegan a entrecruzarse en determinados negocios. Esto complica las investigaciones y dificulta los escritos de acusación contra ellos como organización criminal. Mientras, la cocaína continúa tiñendo de blanco media Europa. Y junto a ella, la violencia propia del narcotráfico sigue viva en un Viejo Continente en el que 2,6 millones de adultos jóvenes de entre 15 y 34 años han consumido esta droga en el último año. Pero a pesar de las dificultades para atajar de raíz este grave problema, desde el Citco avisan: “Al final, todas las organizaciones que investigamos suelen terminar tocadas”.