Sin noticias del modelo de Feijóo para Cataluña: del “catalanismo constitucional” a la mano dura

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¿Tiene Feijóo un plan para Cataluña? Cuando el sucesor de Pablo Casado se estrenó al frente del partido dio a entender que iba a impulsar una política diferente en materia territorial, pero 19 meses después su discurso apenas se distingue del que defendía su antecesor.

Por el camino, Alberto Núñez Feijóo nunca ha detallado en qué consiste su propuesta para resolver la incomodidad de una gran parte de la población catalana con el diseño del Estado autonómico y una interpretación de la Constitución que les privó del Estatut que el Congreso, su Parlament y los ciudadanos de Cataluña habían aprobado por mayoría.

Entregado al discurso contra la amnistía, que su partido presenta como una ruptura de la Carta Magna, una violación del Estado de Derecho y una prueba de la supuesta deriva autoritaria de la izquierda —PSOE y Sumar—, Feijóo parece haber abandonado definitivamente las fórmulas alternativas con las que quería impulsar una nueva estrategia del PP en Cataluña y en el País Vasco.

El plan, aparentemente, era aplicar la receta política que Feijóo había desarrollado en Galicia: más pragmatismo ideológico, menos confrontación formal y la vista puesta en identificar correctamente los intereses “de la mayoría”. “Necesitamos abrir y ensanchar este partido” a las “sensibilidades distintas” que forman la sociedad catalana, predicaba entonces a los dirigentes catalanes del partido. “Hay muchas personas en Cataluña que nunca han votado al PP”. Para cambiar eso, aseguraba, es necesario darles “las razones que buscan” y “soluciones útiles” a “los problemas ordinarios y reales de la gente”. 

El problema

Cuando “no te votan” hay que “pensar que hay cosas que tú haces mal”, explicó. “Probablemente, no te has explicado bien y no has interpretado correctamente las necesidades de los ciudadanos en el momento concreto y exacto en el que hay que votar”. Aceptar los errores, subrayó, “es fundamental para poder rectificar. Si crees que únicamente tú tienes la razón y que la culpa es de los demás, seguirás solo. Si nadie te sigue, tienes un problema”. 

Feijóo afirma ser consciente de que su fracaso el 23J tiene mucho que ver con el País Vasco y Cataluña. “Sabemos que si no hemos conseguido la mayoría necesaria para gobernar es porque no tenemos un PP fuerte en el País Vasco y un PP fuerte en Cataluña”, admitió esta semana en una entrevista en EsRadio. “Si no hubiésemos cometido errores” en las elecciones generales, en las circunscripciones catalanas “podríamos haber llegado a ocho o nueve diputados y las cosas hubieran sido diferentes”, asegura (el 23J el PP consiguió seis escaños, cuatro más que en en 2019) . 

“En Cataluña hay miles y miles de catalanes huérfanos políticamente. Que no tienen un referente político claro: tenemos ahí miles, yo diría centenares de miles, de posibles votantes. Si lo hacemos bien”, recalca.

Lo que busca Feijóo es atraer a “un votante de centro en Cataluña, de centro reformista”, que identifica con los antiguos electores de Ciudadanos. Pero también a “un votante más conservador” y a otro “más liberal”. “Un catalán que se siente catalán y que es su forma de ser español. Que ama el catalán y el castellano y que respeta el bilingüismo de la sociedad catalana”. Y, sobre todo, que se preocupa por lo que llama “las cosas del comer”: el funcionamiento de la administración, la sanidad, la deuda, el deterioro de las universidades o el retorno de las empresas que cambiaron de domicilio social por el procés.

Sus objetivos

“Los votos de Ciudadanos, del PP y de Vox son nuestros objetivos”, sintetizó. Pero también los del PSC, a quien pretende “desenmascarar” porque, según él, ha recibido el apoyo de muchos catalanes contrarios a la amnistía. “El proyecto constitucionalista del PSC ha quebrado. Por primera vez en los últimos siete u ocho años ha entregado su posición constitucionalista en Cataluña al señor Sánchez”.

“¿Por qué el efecto de Castelldefels o de Badalona no podemos extenderlo a otras ciudades o a otros lugares?”, se pregunta Feijóo. “Probablemente porque no tenemos líderes como el alcalde de Badalona o el alcalde de Castelldefels. Tendremos que buscar esto”, concluye, anticipando el motivo por el que planea relevar al frente del PP a Alejandro Fernández, el dirigente catalán que ha discutido su intento de abrir un diálogo con Junts para sacar adelante su investidura.

¿Y qué significa para él “hacerlo bien”? Repetir “lo que hemos hecho en Valencia, en Aragón, en Andalucía, en Madrid; lo que llevamos haciendo en Galicia desde hace mucho tiempo”. Respetar los que llama “las singularidades” de cada territorio, porque en cada comunidad “no se perciben las cosas de la misma forma”. “Aunque los elementos comunes, por supuesto que los vamos a seguir defendiendo”, precisa. “Les guste o no les guste a determinados poderes fácticos en Cataluña o en cualquier otro sitio, somos un partido que va a defender la Constitución desde el principio hasta el final. No vamos a cejar en esto. Vamos a defender la unidad de la nación de España desde el principio hasta el final, nos cueste lo que nos cueste”.

Lo que el líder del PP sigue sin concretar es en qué consiste ese respeto a la “singularidad” ni es ahí donde cree que hay margen para hallar solución al problema de “encaje” de Cataluña en España cuya existencia él mismo reconoció en plenas negociaciones para su investidura: “Sé que debemos dar una propuesta y debemos de buscar un encaje del problema territorial de Cataluña”, declaró. Aunque, eso sí, precisó, “será o un pacto de Estado o no será. Se hará de acuerdo con la ley o no se hará. Se hará en el encaje constitucional o no se hará”.  

Constitucionalismo catalanista

Del plan para reescribir el ideario del partido en Cataluña apenas sabemos otra cosa que su título: promover el “constitucionalismo catalanista”. Una idea vaga que apuntaba a un nuevo un intento de conciliar un cierto grado de elementos identitarios, en particular la lengua, con la defensa del autonomismo para así reducir el rechazo creciente que el partido ha sufrido en todas las elecciones celebradas en los últimos años. Un declive que comenzó con Mariano Rajoy hace casi 20 años liderando la oposición a las demandas de mayor autogobierno respaldadas por la mayoría de la sociedad catalana.

“Vamos a trasladarle a todo el pueblo catalán que el constitucionalismo catalanista lo vamos a defender con todas sus consecuencias. Vamos a seguir trabajando desde el autonomismo constitucional, desde el catalanismo constitucional, para volver a la cordialidad”, proclamó en la Diada de 2022.

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En coherencia con ese planteamiento, Feijóo empezó su mandato al frente del PP nacional defendiendo lo que desde que gobernaba Galicia define como la “cordialidad lingüística” y respaldando la protección del catalán, aunque haciéndolo compatible con la utilización del castellano. Ahora, en cambio, su partido está aprobando medidas contra la lengua catalana, como acaba de hacer el gobierno balear de Marga Prohens eliminando la obligación de conocer las dos lenguas cooficiales para ejercer la medicina en la sanidad pública de las islas.

La realidad se ha impuesto: su planteamiento es de mano dura. Lo confirmó en Catalunya Radio, también esta semana, en plena escalada verbal contra la investidura de Pedro Sánchez, haciendo una encendida defensa de la intervención de la autonomía catalana y de la destitución del Govern a través del artículo 155. “Es un hecho excepcional y en este caso absolutamente motivado”, aseguró, aunque admitió que tal vez no con toda la intensidad que hacía falta, asumiendo así la tesis de Casado y de los duros del PP: “Se puede discutir incluso si era necesaria una mayor intensidad”, proclamó.

Es más: cuando el entrevistador le preguntó si le gustaría que la Constitución española dejase fuera de la ley a los partidos independentistas, algo que reclama desde su fundación la extrema derecha de Vox, su socio preferente, Feijóo se limitó a decir que no está entre sus prioridades. “Reabrir en este momento esa cuestión no es la prioridad”, respondió.

¿Tiene Feijóo un plan para Cataluña? Cuando el sucesor de Pablo Casado se estrenó al frente del partido dio a entender que iba a impulsar una política diferente en materia territorial, pero 19 meses después su discurso apenas se distingue del que defendía su antecesor.

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