El ‘Ohio manchego’ que lucha por sobrevivir al éxodo y al envejecimiento de la población

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Álvaro Sánchez Castrillo | Mascaraque (Toledo)

No hay mejor termómetro electoral en España que el municipio toledano de Mascaraque. Un pequeño Ohio –a poco más de 20 kilómetros al sur de Toledo– en medio de la inmensa llanura castellanomanchega en el que sus habitantes han reproducido el resultado electoral de los principales partidos en relación al del conjunto de España en las trece elecciones generales celebradas entre 1977 y 2016. La formación que se ha impuesto en las urnas mascaraqueñas siempre ha llegado a la Presidencia del Gobierno. Pero no sólo eso. Las tres siguientes también han reproducido en el plano nacional la fuerza obtenida en el pueblo. Mascaraque ha sido hasta ahora la radiografía perfecta de los votantes españoles.

"Mi hermana y yo siempre lo hemos dicho", cuenta a infoLibre Irene Ávila Guerrero, concejala socialista en el ayuntamiento. Sentada a la sombra en un banco en plena plaza del pueblo, junto a la fuente que se postra frente al blanco Consistorio que preside el municipio, sonríe al recordarlo. "Es más, cuando suelo estar de interventora todavía me llama para saber cuál ha sido el resultado y así hacerse una idea de lo que va a pasar a nivel nacional", añade. Desconoce cuáles son las causas de que los resultados de España sean un calco de los que se reflejan en su pueblo. Tras pensárselo unos segundos, se aventura a ejercer de socióloga: "Quizá sea porque la distribución de edades es muy parecida".

Mascaraque es un pueblo cada vez más deshabitado y envejecido, y el aspecto fantasmagórico de sus calles cuando el sol calienta con más fuerza es un claro ejemplo de ello. Hasta que las chicharras no dejan de gritar, la gente permanece encerrada en sus casas. "Por la tarde suelen salir a tomar la fresca", asegura mientras camina hacia el ayuntamiento Carolina Díaz, alcaldesa del municipio desde las elecciones autonómicas y municipales de 2015 (en la foto de la izquierda). El padrón refleja 476 almas, que llegaron a las 600 en 2008. "Ha ido descendiendo año tras año. La mayor parte de la gente es mayor, ronda los 70 o 80 años, y se van muriendo", se lamenta sentada ya en su despacho. Aunque es cierto que en los meses de verano hay más gente en el pueblo, la cifra no llega a duplicarse tal y como sucedía en otros tiempos.

¿Dónde está la juventud?

"La población joven, de menos de 30, será de unas 20 personas", afirma Ávila. Aunque, según apunta la alcaldesa del municipio, cada vez parece que "se están quedando más" personas de su quinta –sólo tiene 26 años–. La socialista cuenta que en el año 2008 el municipio crecía. Con el boom de la construcción se empezaron a levantar modernos chalets y adosados entre las casas clásicas del pueblo. Unos años después, el pinchazo de la burbuja dejó algunas de esas construcciones a medio terminar. Unas pocas entraron en el bache inmobiliario ya terminadas. Otras todavía son cimientos tapados con vallas de obra. "Yo lo veo muy decaído. Al paso que vamos, el pueblo puede terminar muriéndose", sentencia Paqui, de 65 años, mientras compra algunos medicamentos en la farmacia.

Los jóvenes se marchan fuera a estudiar o trabajar. Como las hijas de Dori, que ya llevan varios años en Madrid. "La pequeña viene cada vez menos al pueblo porque se aburre", explica. "Es el trabajo, es el ambiente...", reflexiona la concejala socialista. Sin embargo, Mascaraque parece que resiste gracias a la cercanía con Toledo –apenas 20 kilómetros– o ciudades como Mora, mucho más grande y a tan solo tres kilómetros, que permiten a los mascaraqueños hacer su jornada fuera del pueblo pero volver a última hora de la tarde a tomar la fresca con los vecinos. Un ejemplo de ello lo encontramos en Beatriz. Con 23 años se desplaza diariamente a la universidad en Toledo para continuar con sus estudios de Derecho. Aunque se ve en un futuro viviendo en el municipio, está convencida de que le tocará trabajar fuera del pueblo. "No te puedes atar", dice mientras vigila la piscina. Es la socorrista durante los meses de verano.

Irene Ávila, concejala socialista en el pueblo. | A.S.

Una economía basada en la agricultura

Apenas hay grandes empresas que generen puestos de trabajo. "Está La Moncloa y la IMTO", explica la alcaldesa. La primera de ellas se dedica al sembrado y recogida de aceitunas, elaboración del aceite y la posterior venta al público. De principio a fin, sin intermediarios. La segunda, fabrica envases industriales: desde latas pequeñas hasta grandes bidones de acero. El resto son pequeñas compañías familiares –de tuberías, de albañilería, de pintura–. "Cada uno anda viviendo de lo que puede. Pero claro, en pequeño", afirma Cecilio López, concejal del PP en el Ayuntamiento de la localidad, que se queja de que las grandes empresas se concentren en la capital. "Deberían abrir un poco el radio a estas zonas. Ahora tenemos una red de carreteras muy buena y los productos se pueden mover fácilmente", señala.

La economía de la localidad castellanomanchega es exclusivamente agrícola –principalmente olivas–, pero los bajos precios a los que se paga el producto lo están convirtiendo en un sector en decadencia. Sin embargo, el trabajo en el campo mascaraqueño parece estar reservado exclusivamente para la gente mayor. "Habrá dos personas jóvenes que se dediquen a eso", señala Paqui. Uno de ellos es Roberto, que tiene 40 años y lleva junto a sus padres una sociedad que comercia con cebollas. El otro es Román, de 29 años, que ha seguido los pasos de su padre y ahora intenta que Peturel S.L. se convierta en una marca conocida. "Sembramos ajos, pero luego no los vendemos en cabezas, sino que ofrecemos el producto pelado o en forma de pasta". Lo venden a Mercamadrid. Un kg pelado a 2,80-3 euros. "Pero luego son ellos los que se llevan el dinero de verdad vendiéndolo a 4", lamenta. Con la grabadora apagada, se queja de la falta de ayudas al sector.

Tampoco quedan ganaderos. Cecilio se define como el último del pueblo. La lengua azul –una enfermedad vírica que afecta sobre todo al ganado ovino– y los bajos precios por pieza le hicieron abandonar. "Por ejemplo, antes una familia podía vivir sólo de los cerdos. Ahora, con los bajos precios, la cosa cambia. Sólo el consumo del pienso es mucho más alto que lo que se está pagando por el animal", afirma Cecilio. El concejal conservador no quiere acabar la conversación sin afirmar que "ahora nos damos cuenta de que queremos lo ecológico y lo artesanal": "Hemos perdido el paladar", afirma desde el despacho de la alcaldesa.

¿Y qué pasa con el turismo? Carolina Díaz recuerda que hay una casa rural que, por el momento, se mantiene a flote. Pero la concejala socialista asegura que el municipio castellanomanchego no recibe "muchos turistas". "Antes venía mucha gente a ver el patio típico manchego. Pero desde septiembre, el restaurante ha cerrado y hemos perdido ese atractivo", explica Irene Ávila. Sí que se dejan ver algunos mochileros a los que el Camino de Santiago de Levante y la Ruta del Quijote les lleva al pequeño Ohio español. Sin embargo, ni la Ermita de los Cristos –donde se oficia misa en invierno– ni la Iglesia de Santa María Magdalena parecen atraer a los turistas. Tampoco el castillo, una imponente construcción del siglo XIV de origen islámico, cerrado al público al pertenecer a un particular, y en el que según la historia popular vivió Doña Urraca. "Hay que trabajar a ver si podemos hacer algo con eso", apunta la alcaldesa.

Imagen del castillo de Mascaraque. | A.S.

La dificultad de tener una farmacia, estanco o tienda

A pesar de estar convirtiéndose poco a poco en un ensanche de Mora, Mascaraque tiene los servicios básicos para sobrevivir. Una biblioteca, piscina municipal o atención médica. Pero todo a pequeña escala. "El doctor viene todos los días de 12 a 15, excepto los viernes, que se acerca al pueblo sólo por las mañanas", explica Díaz. En el caso de que haya una emergencia, hay que esperar a que el servicio llegue desde Toledo. En cuanto al transporte, o tienes coche o los desplazamientos son complicados. Hay un autobús de ida y vuelta a la capital de provincia que recorre los pueblos de la zona. Pero los horarios son muy limitados: siete veces a lo largo del día. "Antes teníamos tren", cuenta Cecilio. Una estación que ahora mismo está abandonada.

Otro punto complicado de la vida en el pueblo tiene que ver con la educación. Mascaraque tiene un colegio, pero la escasa afluencia de niños dificulta su supervivencia. Actualmente van a esa escuela 17 chavales, según los datos que ofrece la alcaldesa, que se distribuyen en tres clases: infantil; primero, segundo y tercero; y cuarto, quinto y sexto de primaria. Mezclados por edades. "Estamos rezando para que continúe abierto", sostiene la concejala socialista. Una vez finalizan esa etapa educativa, dan el salto a los institutos de Mora, donde completan la ESO y el Bachillerato. Luego, la universidad les espera en la capital de provincia o en Madrid.

Imagen del colegio del pueblo. | A.S.

En cuanto a establecimientos, el pequeño pueblo cuenta con dos bares, una tienda de comida, un estanco y una farmacia. Negocios complicados de llevar en un municipio en decadencia. "Al menos da para sobrevivir. Intento tratar bien a los clientes y traer todo lo que necesitan. Además, pongo los productos al mismo precio o un poco más barato, si es posible", afirma Beatriz, de 36 años, que lleva la tienda desde que sus jefes decidieron dejarla. "La farmacia resiste porque tiene ayudas de fuera. Si no, no funcionaría", explica Gracia, la farmacéutica. De la misma manera se pronuncia César, de 45 años, que lleva media vida llevando el estanco: "Si el negocio resiste es porque reparto en otros pueblos colindantes que no tienen estanco. Sería imposible vivir sólo por lo de aquí. Hay veces que he llegado a pensar que tenía que cerrar", cuenta a este diario.

Endeudados y buscando la Casa Partearroyos

A cierre de 2015, la deuda viva de los ayuntamientos y diputaciones alcanzó los 35.147 millones, un 8,4% menos que en el ejercicio anterior –38.386–. Mascaraque es uno de ellos. Está con el agua al cuello. Según se recoge en El Pregonero, un boletín informativo que el nuevo equipo de Gobierno –por primera vez el PP tiene la Alcaldía del pueblo– comenzó a publicar tras imponerse en las municipales, la deuda viva del consistorio a 31 de mayo de 2015 ascendía a 295.239,11 euros –todavía tienen que pagar 173.099,26 euros de un préstamo ICO del año 2012 y 122.139,85 euros de otro pedido en 2010 a la Caja Rural Castilla-La Mancha–. Tienen que pagarlos hasta mayo de 2022 y junio de 2025, respectivamente. Desde 2009 a 2012, en plena crisis, el Ayuntamiento pidió cuatro préstamos por un total de 467.693,35 euros.

Los apuros económicos han hecho que los festejos –San Isidro y la "imperdonable" Feria, en honor a la Virgen de Gracia– cada vez hayan tenido que ser más austeros. Han pasado de dedicar un presupuesto inicial de 53.000 euros en 2008 a los 2.000 euros de 2012 y los 6.200 en los tres años posteriores. "Nos está costando sudor y esfuerzo a todos a la hora de organizar los veranos y la Feria", cuenta la alcaldesa. Según llegaron a la Alcaldía, todos tuvieron que tirar de imaginación para construir una temporada estival llena de actividades de presupuesto cero. Una gymcana acuática en la piscina, torneos de cinquillo o damas, un taller de camisetas, un desfile de novias con vestidos antiguos, un concurso gastronómico de postres, un campeonato de fútbol chapas...

La concejala socialista reconoce que "las arcas" del municipio "están fastidiadas", aunque considera que la gestión del PSOE "no ha sido tan mala" y afirma que cuando salieron del Gobierno municipal también dejaron "dinero en caja". "El ayuntamiento se tuvo que meter en préstamos para poder seguir pagando", agrega, y se queja, a renglón seguido, de que los consistorios pequeños sean "los que menos reciben" y tengan que dar "el mismo servicio que uno más grande". Preguntada por cómo van a afrontar la deuda viva, se hace el silencio. Duda durante unos segundos. Se resigna. "No lo sé", dice. Pero a continuación se muestra convencida de que conseguirán afrontar los pagos.

–"A nivel nacional estamos acostumbrados a numerosos casos de corrupción. ¿Se ha encontrado algún contrato sospechoso en el pueblo?", pregunto.

–"Estamos investigando algo", cuenta la alcaldesa.

Se refiere a un contrato de compra-venta en 2008 entre el Ayuntamiento de Mascaraque y el dueño de una parcela por un valor de 300.000 euros con, según recoge El Pregonero, "una cláusula en la que se establecía que si finalmente no se terminara de realizar dicha compra, que fue lo que ocurrió, el consistorio tendría que abonar al vendedor como indemnización el 10% de los 300.000 euros, es decir, 30.000". Querían construir un nuevo edificio municipal. Pero la crisis llegó y al ayuntamiento –en ese momento en manos de los socialistas– sólo le dio tiempo a pagar un total de 95.256 euros. Al no poder afrontar el resto de pagos, el vendedor se quedó con la parte en concepto de indemnización y devolvió de la cantidad ya abonada 40.000 euros. De los 25.256 euros hasta llegar al total no se volvió a saber nada.

"Entonces se llegó a un acuerdo por el cual ni el consistorio ni el propietario se debían nada uno a otro. Es lo que nos mosquea un poco", cuenta la alcaldesa. Según señalan fuentes socialistas que han investigado el caso, la decisión de adquirir esa parcela se aprobó después de que el Ayuntamiento concediese al propietario una licencia de obra sin el permiso de Patrimonio: "Estaba protegida por los arcos que tenía en puertas y ventanas", señalan las mismas fuentes. El constructor amenazó con llevar al Ayuntamiento a los tribunales. En ese momento, llegaron al acuerdo de compra.

La última oportunidad para resucitar a la España deshabitada

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–“¿Sabe que Mascaraque es el Ohio español?”, le pregunto a la alcaldesa.

–“Eso me han contado. ¡Qué curioso!”, dice Carolina Díaz sonriendo. “Será porque somos pocos en el pueblo. Será porque desde el PP tratamos de explicarles el programa adaptando el diálogo a cada remitente”, añade.

Por una cosa o por otra, los mascaraqueños han sido un reflejo de la sociedad española a la hora de afrontar las sucesivas citas electorales en democracia. Con menos de 500 habitantes, Mascaraque se ha convertido en el vidente de la política española. Ha acertado más que las últimas encuestas para el 26J. Pero igual esto sólo es pura casualidad.

No hay mejor termómetro electoral en España que el municipio toledano de Mascaraque. Un pequeño Ohio –a poco más de 20 kilómetros al sur de Toledo– en medio de la inmensa llanura castellanomanchega en el que sus habitantes han reproducido el resultado electoral de los principales partidos en relación al del conjunto de España en las trece elecciones generales celebradas entre 1977 y 2016. La formación que se ha impuesto en las urnas mascaraqueñas siempre ha llegado a la Presidencia del Gobierno. Pero no sólo eso. Las tres siguientes también han reproducido en el plano nacional la fuerza obtenida en el pueblo. Mascaraque ha sido hasta ahora la radiografía perfecta de los votantes españoles.

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