En su primera reacción pública a los planes del Govern de la Generalitat de poner en marcha una declaración unilateral de independencia, el rey Felipe VI pidió a los "legítimos poderes del Estado" que aseguren "el orden constitucional", al tiempo que, en términos muy duros, denunció el "inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña" y acusó a los independentistas de haberse situado "al margen del derecho y de la democracia" y de actuar con una "deslealtad inadmisible".
En su mensaje, que duró seis minutos y fue emitido en todos los canales de televisión, no hizo ni una sola concesión a la búsqueda de una solución política negociada, lo que creó malestar en los partidos que están a la izquierda del PSOE y en los nacionalistas. Los socialistas, a pesar de que el monarca obvió su propuesta de que el Ejecutivo de Rajoy abra una negociación con la Generalitat, asumieron el discurso del monarca sin matizar una coma.
¿Hizo Felipe VI el único discurso que podía hacer? ¿Tenía margen para hacer alguna apelación a la concordia? Los expertos consultados por infoLibre ofrecen perspectivas diversas. "El rey, como garante de la permanencia e integridad del Estado, no puede moverse de donde estuvo. Su papel consiste en no tomar partido nada más que por el Estado, por el cumplimiento de la Constitución y del Estatuto de Autonomía y eso es lo que hizo", señala el periodista José Antonio Zarzalejos. A su juicio, no cabían las apelaciones al diálogo en un contexto de "ruptura" en el que el secesionismo catalán ha derogado el orden constitucional.
Aunque no lo citó expresamente, las duras palabras del Felipe VI sí parecen allanar el camino al Gobierno ante la posibilidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución, que capacita al Ejecutivo para instar a una comunidad autónoma a cumplir la Constitución y las leyes y le permite, para ello, adoptar las "medidas necesarias". "En su mensaje dio un apoyo implícito a que se pongan en marcha las medidas necesarias para restablecer el orden constitucional. Es decir, validó esa acción en el caso de que se ponga en marcha", sostiene Sandra León, doctora en Ciencias Políticas y profesora en la Universidad de York (Reino Unido).
No obstante, León cree que es compatible manifestar un apego a los principios constitucionales con hacer una apelación a la concordia. "En su figura de árbitro debería haberse elevado por encima de las partes en conflicto y haber pedido diálogo para reconducir la situación hacia el marco constitucional y atenuar la escalada de conflicto. Si no lo hizo no fue por una cuestión de incompatibilidad", sostiene.
Coincide en esta postura Máriam Martínez-Bascuñán, profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, que considera que Felipe VI hizo un discurso "de parte". "En un momento en el que las posiciones están tan polarizadas y que los partidos políticos han fracasado yo sí apelo a una figura neutra que, aunque no tiene ningún poder, si es el jefe de Estado", explica. A su juicio, en el discurso del monarca faltaron "guiños" que habría demostrado que sí es el rey de todos los españoles. Por ejemplo, que hubiera pronunciado algunas palabras en catalán, que hubiera hecho alguna mención a los heridos o que hubiera realizado una mención al entendimiento.
Papel de árbitro
Lluis Orriols, doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid, no cree que el rey deba ser el actor que desencalle esta cuestión e incluso considera que debería haberse mantenido en su función meramente simbólica y testimonial y no haber pronunciado discurso público alguno. No obstante, ya que lo hizo, sí entiende que no debería haber obviado que la sociedad catalana está dividida en cuanto a la cuestión territorial.
"El mensaje fue incontestable en términos de descripción de la legalidad vigente, sin exabruptos ni imprecisiones. Describió una secuencia de hechos pero se olvidó de que hay una parte importante de la sociedad catalana que está adherida al independentismo. Por otro lado, no fue un discurso que contribuyera a frenar la escalada de tensión. Aun denunciando lo que denunció podría haber contribuido a la distensión", añade.
En este sentido, León considera que el discurso del lunes deja tocado el papel de árbitro que, bajo su punto de vista, sí le puede corresponder a Felipe VI. Considera que para estar a la altura de ese papel de árbitro debería haber un discurso "más amplio". "El problema es que contribuyó a una escalada de acción [la aplicación del artículo 155, por ejemplo] que tendrá una reacción por la otra parte", subraya.
También Martínez-Bascuñán cree la figura de árbitro de Felipe VI es más débil después de esta declaración institucional "especialmente para la generación que ha crecido en democracia". "Mucha gente no beligerante con el reconocimiento constitucional que se da a la jefatura del Estado quizá sí esperaba que el rey se ganara esa autoridad". Zarzalejos, sin embargo, entiende que sí "se ganó la Corona" por su cerrada defensa del Estado, no del Gobierno.
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Aunque en una ocasión puntualizó que se refería a "todos" los ciudadanos de Cataluña de su intervención se deduce que obvió a la parte de la sociedad más adherida al independentismo y, por tanto, que se centró en ciertos sectores de ciudadanos que quizá también necesitaban oír palabras de esa contundencia, tal y como escribió el periodista Iñaki Gabilondo en su comentario diario en la Cadena Ser. Es decir, principalmente a los catalanes no independentistas.
A este respecto, Orriols sostiene que el hecho de que Felipe VI fuera este martes un rey "de parte" es un reflejo de la situación actual de la institución, que es más controvertida y ya no goza del consenso social del pasado. "El mensaje fue reconfortante para las formaciones políticas que sienten identificadas con la Corona, aunque es cierto que el resto quizá lo habrían criticado igualmente dijera lo que dijera", asevera.
También hay quien ha observado en la declaración institucional del rey un mensaje a las Fuerzas Armadas, si bien las fuentes militares consultadas creen que pretendía más bien expresar el apoyo a la Policía y a la Guardia Civil. En este sentido, Zarzalejos también mantiene que no hay mensaje oculto al Ejército. De hecho, pone el acento en que el rey, pese a las elucubraciones previas, no salió uniformado como capitán general de las Fuerzas Armadas, sino vestido de civil con una corbata lisa de color rojo.
En su primera reacción pública a los planes del Govern de la Generalitat de poner en marcha una declaración unilateral de independencia, el rey Felipe VI pidió a los "legítimos poderes del Estado" que aseguren "el orden constitucional", al tiempo que, en términos muy duros, denunció el "inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña" y acusó a los independentistas de haberse situado "al margen del derecho y de la democracia" y de actuar con una "deslealtad inadmisible".