La pandemia de coronavirus ha convertido el mercado internacional de material sanitario en una suerte de ciudad sin ley. Desde que la crisis comenzase a azotar con fuerza a medio mundo, los empujones entre países por hacerse con respiradores, test de detección y equipos de protección para un personal sanitario desprotegido se convirtieron en habituales. Como también lo han sido las compras de material defectuoso. Esto es algo que ha pasado con relativa frecuencia en España, donde este virus en las importaciones se ha extendido tanto en las compras realizadas por el Gobierno central como en las que han hecho algunas comunidades autónomas de distinto signo político. Sin embargo, también se han detectado problemas similares en otros países europeos. Los expertos atribuyen estos fiascos a la entrada en las transacciones de intermediarios sin conocimiento alguno del sector a los que, en muchos casos, empresas que fabrican por primera vez este tipo de productos aprovechando la coyuntura consiguen colar gato por liebre.
La primera decepción llegó apenas diez días después de que se decretara el estado de alarma. Por aquel entonces, el Gobierno llevaba días anunciando su intención de comenzar a realizar test rápidos en lugares prioritarios. Sin embargo, cuando logró hacerse con un lote de este material, el chasco fue mayúsculo. Fabricados por la compañía china Bioesay, el análisis realizado de estas pruebas arrojó que tenían una sensibilidad del 30% en lugar del 80% que anunciaban las especificaciones, resultados que no mejoraron tras cambiarlos por otros nuevos de la misma firma. A este primer jarro de agua fría se sumó un segundo hace algo más de dos semanas con un lote de mascarillas FPP2 del fabricante GarryGalaxy que tuvieron que ser retiradas de los hospitales al tener una capacidad de filtrado del 70%. Otro fallo que derivó en el aislamiento de más de un millar de sanitarios y en la durísima crítica de las organizaciones médicas.
Todos estos tropezones han dado munición a la oposición para cargar contra el Gobierno. Sin embargo, lo cierto es que el virus del material sanitario defectuoso no entiende de fronteras ni de ideologías. También la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha sufrido en sus propias carnes lo que es “comprar”, como ella misma dijo, en una suerte de “mercado persa”. Según desveló este pasado miércoles El País, el Ejecutivo regional compró test rápidos con menor sensibilidad de la prometida por el fabricante. No es la única. Otras regiones como Andalucía o Euskadi también han tenido problemas con estos productos. La Osakidetza se vio obligada a retirar a finales de abril una partida de mascarillas KN95 tras detectar que no garantizaban la total protección de los sanitarios al trabajar con enfermos por coronavirus.
De zapatillas a mascarillas
El mercado de material sanitario es un negocio a tres bandas. Según un informe publicado a comienzos de abril por la Organización Mundial del Comercio (OMC), Alemania, Suiza y Estados Unidos se quedan con el 35% del pastel que reparten anualmente los productos médicos, un negocio por el que España ha preferido hasta la fecha no apostar. No obstante, si se presta atención exclusivamente a los equipos de protección individual (EPI) –mascarillas, gafas o batas–, ahí China es el rey. El gigante asiático tiene en sus manos nada menos que el 17,2% de las exportaciones de estos materiales, frente al 12,7% germano o el 10,2% estadounidense. Una información de The New York Times de finales de marzo estimaba que diariamente se estarían fabricando en suelo chino unas 116 millones de mascarillas diarias, una docena de veces más de las que se producían antes de la pandemia.
Un negocio jugoso al que no han dudado en apuntarse empresas de todo tipo. Muchas de ellas, además, sin experiencia previa en el sector. Según los datos del registro de empresas Tian Yan Cha recogidos por el diario South China Morning Post, desde comienzos de 2020 se han metido a fabricar o comerciar con mascarillas más de 38.000 nuevas firmas, frente a las 8.594 del año 2019. “Ahora todo el mundo dice que es experto en la materia”, explica en conversación con infoLibre Javier Barrachina, gerente de la firma Magno S&E, dedicada al asesoramiento en comercio internacional. El empresario, que ya ha participado en varias operaciones de compra de este material sanitario en el país asiático, detalla que muchas de estas firmas que ahora se dedican a la fabricación de estos productos hace sólo unos meses estaban confeccionando zapatillas para algunas de las marcas de calzado más conocidas del planeta. Y esto provoca que en muchas ocasiones recurran a materiales de menor calidad para reducir costes.
Falsificaciones e intermediarios descuidados
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Barrachina, además, también pone sobre la mesa el espinoso asunto de las falsificaciones. “Muchas veces te ponen delante un catálogo en el cual algunas de las certificaciones de calidad son verdaderas y otras son falsas”, apunta el gerente de Magno S&E, que cuenta cómo en una ocasión se llegaron a encontrar con una empresa que intentaba vender mascarillas aportando supuestos certificados de la Agencia de Medicamentos y Alimentación (FDA) estadounidense que habían sido falsificados. Por eso, cuando uno entra a un mercado como el chino tiene que hacerlo con mil ojos y supervisando absolutamente todo. “China es la fábrica del mundo, pero en muchos casos fabrica con distintas calidades. Por lo tanto, tienes que ir a aquellos lugares, que los hay, que produzcan con una calidad que cumpla las especificaciones y tienes que controlar qué es lo que te están mandando realmente. Una supervisión que hay que potenciar todavía más en una situación como la que nos encontramos”, resalta.
En este sentido, Barrachina pone el ojo en todos aquellos intermediarios sin experiencia en el sector que aprovechándose de la crisis están intentando sacar tajada con las ventas. “Ahora todos saben sobre mascarillas. El problema es que muchos de ellos no se preocupan de si el material en origen es una copia o cumple con las especificaciones”, asevera. En su caso, explica, siempre tiene gente sobre el terreno encargada de comprobar al dedillo cada uno de los detalles. “Pero hay muchos de estos traders a los que sólo les interesa el dinero”, asevera el empresario, que no duda en deslizar los problemas de sobrecostes asociados a dichos intermediarios.
A pesar del ruido político en suelo español, la compra de productos de baja calidad está afectando a otros muchos países. Es el caso de Holanda, que se ha visto obligada a devolver más de 600.000 mascarillas compradas a una empresa china porque no cumplían con los estándares de calidad, un problema del que avisaron los propios sanitarios. O la República Checa, donde el 80% de los más de 150.000 kits y test de detección rápidos que compró al gigante asiático llegaron defectuosos.