En abril de 2019 The Washington Post publicó un análisis sobre los planes fiscales de dos figuras del ala izquierdista del Partido Demócrata: "Alexandria Ocassio-Cortez y Elizabeth Warren quieren impuestos más altos a los ricos. Vender eso será complicado". Algún malpensado se dirá que tras un titular así debía de estar la mano del principal accionista del periódico, Jeff Bezos, fundador de Amazon, uno de los magnates más ricos del mundo. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Porque los datos dicen que, en efecto, bajar impuestos a los ricos no es fácil. Y no –sólo– por las razones más intuitivas.
La presión y la influencia de los propios ricos no son el único motivo de dificultad. Los datos indican que a menudo también se oponen aquellos que jamás se beneficiarán de los cariñitos del Estado al 10% más adinerado, no digamos al 1%. Así es: a pie de calle es común tener fe en este ingrediente clave del recetario neoliberal, las rebajas fiscales a los ricos, a pesar de la fuerte acumulación de evidencia que prueba su fracaso como política económica. Las pruebas en contra de la mitología neoliberal se extienden también a la meritoracia y a la idea hegemónica de que el PIB y el empleo son los dos indicadores que mejor explican la economía. Y ello tampoco impide que mantengan vigencia en el imaginario popular y espacio en el debate público.
No son estas cuestiones baladíes leída la situación de España, donde el Gobierno tiene en agenda una reforma fiscal para 2022 que pretende introducir mayor progresividad. Eso es cuestionar un dogma neoliberal. Como decía el Post, "será complicado".
Golpes a la "teoría del goteo"
La fiscalidad para los –más– ricos ofrece un perfecto caso de estudio de este fenómeno que aúna beneficios sólo para la élite, evidencia abundante sobre su carácter perjudicial para la mayoría... y extendido apoyo social a dichos beneficios. Veamos.
En la mayoría de las democracias occidentales los impuestos sobre la renta mantenían tipos superiores medios en torno al 60% a principios de los 80. Esa década supuso "un punto de inflexión" que explica que hoy estén por debajo del 40%, como explican los investigadores del King's College David Hope y Julian Limberg en el reciente artículo Las consecuencias económicas de los grandes recortes fiscales para los ricos. El trabajo analiza 50 años (1965-2015) de "drástica disminución de los impuestos a los ricos" a través de treinta reformas en 18 países de la OCDE. Las hay emblemáticas, como las de Ronald Reagan o Margaret Thatcher, o menos conocidas como las de Canadá (1971), Austria (1989), Suecia (1991) y Alemania (2008).
¿Conclusiones? De media, cada reforma aumenta en tres años un 0,6% el porcentaje de la renta global que se lleva el 1% más rico. En cinco años, es un 0,7%. En declaraciones a infoLibre, Limberg señala: "A modo de comparación, en España el 10% de las personas con menos ingresos sólo gana alrededor del 0,4% de los ingresos totales". El artículo describe un efecto añadido. Cuanto más bajos son los impuestos a los ricos, más aumentan los incentivos de los altos ejecutivos para negociar "agresivamente" sus salarios. A esto se suma un "aumento del comportamiento improductivo y de búsqueda de rentas".
Así que –de forma poco sorprendente– los impuestos bajos a los ricos favorecen a los ricos. Pero, ¿llega el goteo a los de abajo, como sostienen los apóstoles de este modelo? La conclusión de Hope y Limberg es que no. No hay impacto en la riqueza per cápita ni en la tasa de paro. Ni a corto ni a medio plazo. Tampoco aumenta la inversión.
El trabajo es un revés a una teoría básica del acervo neoliberal, que se resumiría así: los gobiernos deben poner las cosas fáciles a las rentas más altas, porque de ello se beneficia la sociedad entera. Es lo que se ha dado en llamar efecto o teoría del "derrame" o del "goteo", que caería de arriba a abajo. En inglés, trickle-down efect. Una conclusión de la teoría: si la política pone palos en las ruedas a los del dinero, se irán con sus inversiones a otra parte y las consecuencias las pagaremos entre todos.
El trabajo de Hope y Limberg acredita que las cosas no funcionan así. Y no es el primer golpe al trickle-down. Estos resultados complementan el trabajo de investigadores como Randall Akee, Damon Jones, Ioana Marinescu y Thomas Piketty, uno de los economistas más influyentes y citados de mundo. Sobre todo en la izquierda. No obstante, Javier Soria, investigador en la Paris School of Economics, recalca que el fiasco del "trickle-down reaganista" es reconocido por intelectuales ajenos a la izquierda, entre los que cita a Owen Zidar por su artículo ¿Recortes de impuestos para quién?
Los límites del PIB y el empleo
El supuesto "efecto goteo" forma parte de una idea aún más amplia, uno de cuyos pilares fue el economista ruso-estadounidense Simon Kuznets (1901-1985), según el cual crecimiento del PIB y distribución de dinero van unidos. Suena bien. Pero, ¿es así? Los datos en España lo desmienten. El informe de 2021 de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social detalla que el PIB per cápita creció en 2.080 euros (+9,5%) justo en los años en que se concentraba la mayor subida de la pobreza (2013-2016). Otro dato: entre 2013 y 2019 se produjo una reducción de 12 puntos del paro, cerca de la mitad, mientras la tasa de pobreza subía levemente.
Sin políticas de redistribución, la desigualdad crece incluso con el PIB al alza. Dichas políticas abarcan tanto las ayudas sociales como la fiscalidad, que en España presenta claros signos de estar influida por los efectos del consenso neoliberal. Así lo indican los datos. El tipo máximo del IRPF ha caído desde el 65,5% de 1978 hasta el 47%, tras subirlo este Gobierno desde el 45% en que llevaba desde 2002. La penúltima reforma, que se aprobó en 2014, bajó el Impuesto de Sociedades del 30% al 25%. Al mismo tiempo, en España hay hoy 11 millones de personas en exclusión y 3,3 millones en privación material severa. Las dos cantidades van al alza. En 12 años ha crecido la distancia entre el 10% que más ingresa y el 10% que menos.
Ideas "persistentes"
Hope y Limberg admiten que la idea de que los recortes de impuestos para los ricos "se filtran" hacia abajo sigue siendo "influyente", "poderosa" y "persistente". Ambos saben de lo que hablan. Son autores, junto a Nina Weber, de otro artículo de agosto de 2021 que trata de resolver un "rompecabezas permanente de la economía política": ¿Por qué (algunos) estadounidenses de a pie apoyan los recortes fiscales para los ricos?
Los investigadores responden con una encuesta a 3.000 personas que desvela "el apoyo continuado" a este menú fiscal. Un dato: sólo el 61% apoyaba subir los impuestos no ya a los ricos, sino al 1% más rico, con ingresos anuales de más 523.600 dólares. Entre los republicanos, un 31%. "Nuestros resultados muestran la rigidez de las creencias sobre el goteo, incluso ante la evidencia de que la reducción de los impuestos a los ricos se ha asociado con un menor crecimiento económico", concluyen.
Antes, en 2019, en un artículo en Political Behavior, Vivekinan L. Ashok (Cornell University) y Gregory A. Huber (Yale) habían detectado una amplio apoyo a los beneficios fiscales "incluso cuando está claro que los hogares con mayores ingresos obtendrán más de esos beneficios". Como explicaron los autores en el Post: "Los encuestados a los que se les mostró el marco regresivo –en el que los hogares acomodados recibían el doble de dinero– seguían estando a favor de ampliar la deducción". Limberg concluye: "No es muy probable que la gente cambie sus creencias sobre los efectos de las reformas fiscales".
El ideal meritocrático
El ideal meritocrático sostiene que cada uno llega donde lo llevan su esfuerzo y su talento, siendo mínima la importancia del origen. Al igual que pasa con el trickle-down, este ideal ha sufrido el embate del empirismo. En esta ocasión, un estudio español de 2021 pone datos en la mesa. Cuatro investigadores de la Complutense y La Laguna concluyeron que un mínimo de un 44% de las desigualdades de renta se explican por factores ajenos a las decisiones individuales. Esta era la conclusión de Pedro Salas-Rojo, del grupo de investigación Equalitas: "Tendemos a sobredimensionar los méritos, pero lo cierto es que las ventajas familiares son muy persistentes en el nivel de renta al que se llega".
La "meritocracia" mantiene un fuerte anclaje popular, a pesar de ser un "argumento de legitimación de la desigualdad", en palabras de Jesús García, profesor de Filosofía del Derecho en la Universitat Jaume I. Al menos tres investigaciones acreditan su vigencia. Dos de ellas son del sociólogo de Harvard Jonathan J. B. Mijs. La primera, de 2019, recoge los resultados de 25 años de encuestas en 23 países para detectar que "cuanto más desigual es una sociedad, más probable es que sus ciudadanos expliquen el éxito en términos meritocráticos" en vez de basándose en la "riqueza y las conexiones familiares". El porcentaje de personas que piensan así sube desde los 80. Precisamente la década del boom de la "teoría del derrame". El dato de España recogido por Mijs es de 2009, ya con la Gran Recesión encima: un 68,2% creía en la meritocracia, más que en la desigualdad estructural (62,5%). La fe de los españoles en el mérito es mayor que la de los suizos y los holandeses. "La creencia en la meritocracia en el mundo occidental nunca ha sido tan fuerte", concluye el autor.
En 2020 Mijs volvió sobre este tema, centrándose en Reino Unido. Su conclusión: "Desde 1980, a medida que la desigualdad de ingresos ha aumentado, la creencia de que el éxito se determina por el trabajo duro también ha aumentado hasta el punto de que es casi universal entre la clase trabajadora".
En la misma dirección apunta la investigación Desigualdad económica y creencia en la meritocracia en EEUU (2016). "Entre las personas con menores ingresos, los contextos locales de mayor desigualdad se asocian con una creencia más generalizada en que la gente puede salir adelante si está dispuesta a trabajar duro", anotan los autores, encabezados por Frederick Solt. Completan el diagnóstico, en otro informe-síntesis, cinco investigadores liderados por Ana Filipa Madeira: en las sociedades desiguales, la meritocracia funciona como "pegamento social" para mantener la asimetría en el reparto de los recursos.
Los motivos de un éxito
Javier Carbonell, profesor en Sciences Po especializado en desigualdad, examina la cuestión con visión histórica. Citando el ensayo de Kenneth Scheve y David Stasavage Impuestos a los ricos, recuerda que las subidas fiscales a los adinerados han sido episodios excepcionales, y que su caso más emblemático en el siglo XX vino marcado por el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando se recompensa a las clases populares por su esfuerzo en el frente. "Conforme se va perdiendo el recuerdo de la guerra, va desapareciendo el argumento de la reciprocidad para justificar la política fiscal", señala. A su juicio, los impuestos a las rentas más altas no suelen subir "por criterio de justicia, sino por una gran razón" que se impone por la vía de los hechos. Ayer fue la Segunda Guerra Mundial. Mañana puede ser, reflexiona, la necesidad de inversiones en transición ecológica para encarar el cambio climático.
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Carbonell cita tres motivos por los que, a pesar del carrusel de evidencias en contra, el discurso anti-impuestos a los ricos mantiene un apreciable arraigo: 1) Es frecuente presentar la idea de "bajada o subida de impuestos" en bloque, sin matizar a quién. 2) La bajada del poder adquisitivo de la clase trabajadora hace que los impuestos sean vistos como una rémora para la economía familiar. 3) Existe una extendida "falta de confianza en el sistema y en la política". En un reciente estudio sobre 17 economías avanzadas del Pew Researc Center, España aparece como el país con la mayor proporción de población que cree que el sistema político necesita una reforma completa.
Carolina Márquez, profesora de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, afirma: "Mientras vemos que las desigualdades son inmensas, mayores que nunca, hablar de trickle-down me parece un chiste. Un timo, otro más". Cuando dice "otro más", agrupa la "teoría del goteo" junto al ideal meritocrático. "A los dos les pasa lo mismo. Cuanto más evidente es la desigualdad, más se enfatiza el discurso. La idea es: 'Prohibido ver lo evidente'".
A juicio de Márquez, discursos así sobreviven por su presencia en los medios y la esfera política, así como en el ámbito universitario. "La economía que más se enseña en las facultades intenta venderse como una cosa aséptica, científica y cuantitativa. Pero no lo es. Está cargada de ideología hasta en conceptos básicos. El PIB ahora mismo oculta más que lo que revela sobre lo que ocurre en la economía, pero forma parte de un discurso que nadie discute", explica la profesora. Y añade: "La economía es hoy el discurso del poder, aunque se presente como si fuera la ley de la gravedad".
En abril de 2019 The Washington Post publicó un análisis sobre los planes fiscales de dos figuras del ala izquierdista del Partido Demócrata: "Alexandria Ocassio-Cortez y Elizabeth Warren quieren impuestos más altos a los ricos. Vender eso será complicado". Algún malpensado se dirá que tras un titular así debía de estar la mano del principal accionista del periódico, Jeff Bezos, fundador de Amazon, uno de los magnates más ricos del mundo. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Porque los datos dicen que, en efecto, bajar impuestos a los ricos no es fácil. Y no –sólo– por las razones más intuitivas.