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Por qué los pseudomedios no quieren ser transparentes

Maremágnum de medios digitales, páginas web y redes sociales.

En nuestro país, existen casi 3.000 medios de comunicación digitales activos, una cuarta parte de ellos localizados en Madrid. Aproximadamente, un medio digital por cada 15.000 personas. En esta cifra, se cuelan webs, canales o portales de reciente creación, que no rinden cuentas ante casi nadie. No se conoce exactamente cómo es la estructura de su propiedad, quién les financia o cuáles son sus intereses. 

Ante este escenario de inflación mediática, la única forma de distinguir qué digitales hacen realmente periodismo es que los que cumplen con los estándares éticos sean cada vez más transparentes. Es lo que pretende el Gobierno con su plan de acción por la democracia: obligar a informar sobre la propiedad de los medios y las partidas de publicidad institucional para evitar que se utilicen con fines políticos.

“Creo que son medidas muy necesarias”, explica Miguel Ángel Blanes, doctor en Derecho y experto en transparencia. “Esta información es muy importante porque, según la ley, el reparto de la publicidad institucional debe atender a criterios de objetividad y de igualdad, pero hoy en día esto no ocurre básicamente porque la ley de transparencia se aplica a las entidades públicas y no a los medios de comunicación”. 

Un país sin cultura de la transparencia 

Periódicos de otros países como The Guardian, The Washington Post o The New York Times apuestan por la transparencia en sus estructuras de su propiedad, los accionistas, la financiación o los anunciantes, pero nosotros todavía estamos a años luz de alcanzar esos niveles. infoLibre realiza cada año, desde fundación en 2013, un ejercicio de transparencia inédito en el panorama mediático español publicando sus cuentas, su estructura societaria y todo tipo de datos de interés sobre su funcionamiento [aquí puedes leer el último informe correspondiente a 2023].

Ser una democracia joven que ha pasado por una etapa de Transición en la que el poder político y mediático iban de la mano puede ser un factor que explique cómo hemos llegado a esta situación, en la que instituciones y medios intentan huir de los controles y evitan dar información que podría ser muy valiosa para los ciudadanos y los lectores.

Un informe de 2019 de la Fundación Haz, una organización que impulsa la transparencia y el buen gobierno para luchar contra la desinformación, concluía que ninguno de los veinte grupos de comunicación españoles analizados en el estudio era totalmente transparente. Atresmedia, Mediaset, Prisa y Vocento eran traslúcidos. Mientras que Cope, El Confidencial, Prensa Ibérica o El Español eran definidos como opacos.

La opacidad en la publicidad institucional 

La información corre peligro y los medios miran para otro lado

“Sin duda el nivel de transparencia de los medios en España es reducido”, explica Blanes. “Si un medio recibe ayudas o subvenciones por importe superior a 100.000 euros tendría que publicarlo en su portal de trasparencia. Pero no están obligados a publicar la información sobre la publicidad institucional que reciben y la ley estatal de transparencia tampoco obliga al Gobierno central a detallar cuáles son los medios que obtienen más dinero”. 

La ley europea de medios denuncia esta situación generalizada en toda Europa e indica que el mercado “se ve falseado por la asignación opaca y poco equitativa de la publicidad estatal”. Otro estudio de este año del Observatorio de Medios evalúa el grado de transparencia en las webs de las comunidades autónomas: si desglosan las cantidades asignadas a la publicidad institucional, el medio que las recibe, quién autoriza las inversiones, el ámbito geográfico que cubren las campañas o el grupo poblacional al que van dirigidas. Y concluye que solo son transparentes la Comunidad de Murcia, Castilla y León y Aragón.

En el pasado, hemos visto los efectos nocivos que la avalancha desinformación ha tenido en el discurso público y, como en algunos casos, ha llegado a interferir en los procesos electorales. Si todo sigue así, habrá un momento en el que como ciudadanos seremos incapaces de distinguir lo verdadero de lo falso. Lo real de lo inventado. Lo crucial de lo accesorio. Y será entonces cuando la transparencia sea una variable fundamental para distinguir el grano de la paja, es decir, el buen periodismo de tanto ruido. 

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