Marine Le Pen ha reducido casi a la mínima expresión la diferencia entre el porcentaje de hombres y de mujeres que la votan. Es una de las claves de su avance electoral en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, que la ha acercado más que nunca al Elíseo. Y es además un dato que demuestra que Vox tiene todavía ahí una asignatura pendiente si quiere alcanzar el poderío de la extrema derecha en Francia. En contraste con lo que ocurre en el país galo, en España el apoyo a la ultraderecha entre las mujeres es inferior a la mitad que entre los hombres. La politóloga Carmen Lumbierres ve aún al partido de Santiago Abascal lejos de Le Pen en su capacidad para captar al electorado femenino, al que presenta como "tutelado e infantilizado" y que no ha logrado arrastrar a debates polarizadores e identitarios como el del velo.
España comparte con Francia otro foco de resistencia contundente ante la extrema derecha, los mayores. La líder de la ultraderecha francesa ha conseguido un avance entre la clase trabajadora que todavía es un anhelo para Vox. Además, tiene una fuerza en la Francia rural superior a la de Vox, si bien el partido de Abascal gana posiciones.
Los resultados en Francia
La encuesta del prestigioso instituto Ipsos, publicada este domingo coincidiendo con la jornada electoral, indica que Le Pen sucumbe con especial contundencia en las dos franjas de edad de los extremos, 18-24 y más de 60. El voto Macron-Le Pen se repartió así.
Hay que hacer dos importantes precisiones, que provocan que el foco de resistencia de los mayores sea más decisivo. En primer lugar, por la abstención, que es mucho mayor entre los más jóvenes (41%) que entre los mayores (entre el 15% y el 20% a partir de los 60 años). En segundo lugar, porque la población mayor es más numerosa.
El dique frente a la extrema derecha en Francia no ha estado en la clase trabajadora ni en las mujeres. Como muestra la encuesta de Ipsos, Macron ni mucho menos ha arrasado entre el electorado femenino.
El 57% de los hombres y el 59% de las mujeres han votado al candidato de En Marche!, porcentajes que son del 43% y 41% en el caso de Le Pen. Sólo son 2 puntos de diferencia.
Parece que, al menos entre el electorado femenino, la "desdiabolización" de la candidata nacionalista ha funcionado. Porque antes sí era más diabólica para las mujeres. En la segunda vuelta de las presidenciales de 2017, se observaba una brecha mayor: había 6 puntos de diferencia en el voto hombre-mujer: 68-62 en Macron frente 38-32 en Le Pen.
Tampoco la clase trabajadora ha sido el muro de contención. Le Pen fue más votada entre los empleados y los obreros. En cambio, perdió entre los estatus profesionales más altos y entre los pensionistas. Es decir, entre los mayores, lo cual nos devuelve a su derrota en los tramos de edad.
En conjunto, Le Pen sigue teniendo dificultades entre el electorado más joven y, sobre todo, el más mayor, mientras que ha reducido al mínimo su problema con el electorado femenino y tiene ya –se puede decir– una baza ganadora entre las clases trabajadoras. La etiqueta de elitista hace daño a Macron.
La comparación con España
¿Se corresponde este esquema con la realidad en España? Empecemos por las franjas de edad. ¿Son los votantes más mayores y los más jóvenes los que contienen a la extrema derecha? La respuesta es nítidamente sí para los mayores y tiene más matices para los más jóvenes. Y hay que añadir el contundente freno a Vox que suponen las mujeres, según los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Primero, por edades. La intención directa de voto a Vox en el último barómetro, de abril de 2022, es de 7,7 puntos. El máximo lo alcanza en la franja de 45 a 54 años, con 10,1 puntos. Los mínimos se dan entre los mayores de 65 (5,4) y entre los de 18 y 24 (5,1).
Es un comentario frecuente que Vox está penetrando con profundidad entre los jóvenes. El barómetro de abril parece desmentir esta impresión y alinear a España con Francia. No obstante, la serie del CIS ofrece una perspectiva compleja. Hay altibajos. En diciembre de 2019, en el primer barómetro tras las elecciones en que el partido de Abascal se convirtió en la tercera fuerza política, la franja 18-24 era la que mayor intención de voto otorgaba a Vox, 12,5%, frente a un 7,2% en total. Luego ha habido una tendencia a la baja, aunque con picos en octubre y diciembre de 2021. Desde entonces, la línea ha ido claramente hacia abajo. En conjunto, el voto de 18 a 24 no es un fuerte de Vox, pero la serie demuestra que no es ni mucho menos un punto débil irremediable.
Más estable es el apoyo a Vox –escaso– de los mayores de 65 años, que en ningún caso registra mayor intención de voto al partido que el conjunto de las edades. Ahí sí tiene Vox un problema grave, igual que en Francia, fenómeno que Carmen Lumbierres vincula con la memoria de la población mayor.
Una tónica similar se da en otras dos clasificaciones significativas para medir el respaldo a un partido. En "voto+simpatía" Vox obtiene un 8,2 en abril de 2022, siendo la franja en la que peor comportamiento tiene la de 65 o más años (5,4), seguida de mayores 55-64 (6,3) y 18-24 (6,6). En "cercanía ideológica", la nota global es de 6,6, quedando por debajo las tres mismas franjas y por encima las restantes. Entre octubre de 2021 y abril de 2022, nunca los mayores de 65 años han estado por encima del conjunto de Vox ni en "voto + simpatía" ni en "cercanía ideológica". En caso de la franja 18-24, sólo estuvo por encima en octubre y diciembre de 2021, coincidiendo con picos de intención de voto que no han tenido continuidad.
¿Conclusión? Al igual que Le Pen, Abascal tiene su punto fuerte en las franjas adultas medias. Ni entre los más jóvenes, ni entre los jubilados o próximos a hacerlo. El lastre para Vox es más evidente y más grave entre los mayores de 65, que son más de 9 millones de votantes.
El dique femenino
Los datos muestran la fortaleza del dique femenino contra el avance de Vox. ¿Ejemplos? Si la intención de voto al partido de Abascal es de 7,7 puntos, hay una importante brecha de género: entre las mujeres es de 4,8 y entre los hombres de 10,8. Números así son ya pantalla pasada para Marine Le Pen en Francia.
En "voto+simpatía", la nota total es de 8,2, de nuevo con una brecha amplia hombre-mujer: 11,6 frente a 5. En cuanto a "cercanía ideológica", el total es 6,6, con clara diferencia entre hombres (9) y mujeres (4,4). Siempre es más del doble, tanto en intención de voto como en voto+simpatía y en cercanía ideológica.
También rondaba el doble hace un año, en abril de 2021, en las tres categorías. Es una brecha estable, que sitúa al electorado femenino como un potente foco de resistencia a la extrema derecha en España. Se observa en la gráfica de intención de voto, tomando como inicio octubre de 2021, cuando se produjo el último pico de voto joven a Vox. Este fenómeno no supuso un significativo arrastre en el electorado femenino.
Junto al factor género, también hay resistencias a Vox según posición profesional. Están por debajo del conjunto de intención de voto a Vox (7,7) trabajadores en ocupaciones elementales (3), científicos e intelectuales (5,4), trabajadores domésticos no remunerados (5,6), técnicos medios (7,3) y oficiales, operarios y artesanos (7,5). En cambio, están por encima militares (33,9), comerciales (13,6) directores y gerentes (11,2) y agricultores (10,8). Hay un dato que conecta con las dificultades de Vox para llegar los a los jóvenes: sólo un 1,7% de los estudiantes declara intención de votar a Vox.
Carmen Lumbierres, profesora de Ciencias Políticas de la UNED, llama la atención sobre el avance de Le Pen entre el electorado femenino, fenómeno que considera especialmente destacable. "Ha dirigido ahí su campaña y le ha funcionado", señala. ¿Cómo lo ha hecho? "Su estrategia ha sido el llamamiento a la mujer francesa a ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad, enfrentándola a los extranjeros musulmanes. Se utiliza así un supuesto feminismo para que las mujeres católicas blancas con miedo al extremismo islámico se echen en brazos de la extrema derecha. En el fondo es un discurso tremendamente xenófobo", señala Lumbierres.
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Se trata, añade, de un discurso "que cala en Francia, sobre todo en sectores privilegiados", vinculado a temas como el del velo. Lumbierres subraya iniciativas de Le Pen como su carta a las francesas como motivo del 8M o la visión feminista de la candidata que han ofrecido algunas revistas femeninas. A juicio de la profesora, Le Pen se ha beneficiado además del liderazgo masculinizado de Macron, que ha dado "poca visiblidad a la mujer" en su círculo de poder.
¿Qué lecciones se extraen para España? Lumbierres cree que Vox está aún lejos del logro de Le Pen ante el electorado femenino, dado que en España el debate sobre el Islam no está tan presente y que Vox aún no ha hecho nada para modular su discurso. "La mayoría de líderes de Vox, dejando al margen a Macarena Olona, son hombres. Salen del partido muchas barbaridades sobre la mujer. En Francia Le Pen instrumentaliza lo que le interesa del feminismo, no ataca ni insulta. Vox sigue hablando de las mujeres como tuteladas e infantilizadas e insulta al feminismo", señala.
La profesora de la UNED ve los principales focos de resistencia a la extrema derecha en España en las mujeres y los mayores de 65 años, fundamentalmente por su memoria de la dictadura. Más margen para progresar ve a Vox entre los más jóvenes, especialmente los varones.
Marine Le Pen ha reducido casi a la mínima expresión la diferencia entre el porcentaje de hombres y de mujeres que la votan. Es una de las claves de su avance electoral en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, que la ha acercado más que nunca al Elíseo. Y es además un dato que demuestra que Vox tiene todavía ahí una asignatura pendiente si quiere alcanzar el poderío de la extrema derecha en Francia. En contraste con lo que ocurre en el país galo, en España el apoyo a la ultraderecha entre las mujeres es inferior a la mitad que entre los hombres. La politóloga Carmen Lumbierres ve aún al partido de Santiago Abascal lejos de Le Pen en su capacidad para captar al electorado femenino, al que presenta como "tutelado e infantilizado" y que no ha logrado arrastrar a debates polarizadores e identitarios como el del velo.