En pleno huracán por su vinculación con el caso de abusos sexuales de Jeffrey Epstein, el príncipe Andrés dio una entrevista a un programa de la BBC para defender su inocencia, pero su actitud en televisión le acabó condenando al ostracismo y apartándole de la Casa Real. La película Scoop, estrenada esta semana en Netflix, cuenta la historia de cómo se fraguó esta entrevista. Una exclusiva mundial que, al contrario de lo que deseaba su equipo, acabó dilapidando aún más la imagen pública del que siempre fue el hijo favorito de la reina.
Después de meses de mucho ruido en torno a su figura y de que la Guardia Civil registrara su domicilio, el expresidente de la RFEF, Luis Rubiales, reaparecía esta semana en La Sexta en una entrevista también bastante sorprendente. Al igual que el príncipe Andrés, Rubiales lo hacía para dar la cara e intentar responder ante temas incómodos como los contratos presuntamente irregulares del ‘caso Supercopa’ y su beso no consentido a Jennifer Hermoso, que está siendo investigado por la Audiencia Nacional.
Ante las informaciones sobre sus negocios y presuntas comisiones, aseguró que se prestaba a la entrevista con Ana Pastor para desmentir todas las informaciones falsas, aunque acabó incurriendo en contradicciones, según los informes de la UCO, el mismo día que salía el sumario. La clave es por qué pensó que era una buena idea dar esta entrevista en caliente. Y qué motiva a alguien como él, que ha perdido su capacidad de liderazgo y que está inmerso en un proceso judicial, a exponerse así en televisión.
El síndrome del teléfono que no suena
A la secretaria privada del príncipe Andrés, Amanda Thirsk, propiciar la entrevista en la BBC le acabó costando el puesto. Fue una de las responsables de que el royal accediese a hablar en prime time sobre su relación con la red de pederastia de Epstein y la acusación de la joven Virginia Giuffre de haber abusado de ella. Thirsk creía que dar la cara, poder explicarse y que la gente conociese la versión de su jefe solo podía beneficiarle ante la grave crisis reputacional en la que estaba inmerso.
La politóloga Verónica Fumanal habla en su libro El poder de la influencia (La esfera de los libros, 2024) de un fenómeno que denomina el síndrome del teléfono que no suena, es decir, la sensación de vacío que siente un líder cuando pierde el poder o deja de ser influyente dentro y fuera de su entorno. Esto es lo que le ocurrió al príncipe. Su equipo se da cuenta de que tienen que tomar la iniciativa cuando a una rueda de prensa benéfica que organizan para limpiar su imagen no acude ni un solo medio de comunicación.
Este síndrome, por el que posiblemente también habrá pasado Rubiales tras su dimisión obligada en septiembre, después de semanas aferrándose a su cargo, unido a la necesidad de recuperar el control del relato y la sensación de impunidad que sienten quienes han alcanzado cotas tan altas de poder, son otros de los motivos que podrían explicar qué les mueve para conceder este tipo de entrevistas.
Recuperar el control del relato
Hoy los liderazgos son cada vez más efímeros y están sometidos a un grado muy elevado de presión mediática. Una regla de preparación de cualquier entrevista fiscalizadora es ir con un titular o varios preparados de antemano y, sobre todo, no hablar más de la cuenta. Errores que cometieron tanto el príncipe Andrés como Rubiales. El primero no condenó su amistad con Epstein, diciendo en varias ocasiones que no se arrepentía, y el segundo, en vez de disculparse, cuestionó a Jennifer Hermoso y habló de “igualitarismo”.
Lejos de lograr transmitir credibilidad y reforzar su defensa, las dos entrevistas quedaron opacadas por el meme: el del “Pizza Express” del príncipe Andrés y el del “suero de la verdad” de Rubiales. Para negar su relación con la víctima, el príncipe argumentó que el día de la agresión estaba con su hija en un restaurante Pizza Express, una cadena muy popular en Londres. Por su parte, Rubiales introdujo la idea del “suero de la verdad” para justificar que nunca había estado con una prostituta. Ambos argumentos provocaron gran cantidad de comentarios en redes sociales, cuestionando sus testimonios.
La impunidad: por encima del bien y del mal
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Esta semana, el colaborador de infoLibre Daniel Bernabé señalaba en la Cadena SER, a raíz del caso del novio de Ayuso, “la sensación de impunidad y falta de contacto con la realidad” que sufren algunos líderes cuando llevan un tiempo en el cargo. Esta sensación de poder hacer y decir lo que quieran genera una falsa confianza y es lo que los lleva, en ocasiones, a equivocarse en su forma de afrontar las comparecencias públicas.
Le pasó a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando se publicaron las primeras informaciones sobre el delito de fraude fiscal y falsedad documental de su pareja. Salió muy pronto a desmentirlas afirmando que su novio sufría “una inspección salvaje y sacada de quicio” y asumiendo su defensa en primera persona. Además, negó los delitos, aunque más tarde, trascendió que la propia defensa de Alberto González los había admitido ante la Fiscalía. Estos días, su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, sigue presionando y atacando a los medios de comunicación que publican informaciones sobre el caso del novio de Ayuso.
Aunque, al principio, el príncipe Andrés salió contento de la entrevista, le duró muy poco. Al día siguiente, los medios de comunicación hicieron fact-checking a las mentiras y medias verdades que había dicho, quedando completamente desnudo, como refleja metafóricamente una de las escenas finales de la película. El sentimiento de impunidad y exceso de confianza le llevó a mostrar una imagen de sí mismo poco empática y asertiva. Pensaba que por ser quien era automáticamente la gente le creería, pero la credibilidad, una vez se pierde, es difícil de recuperar.
En pleno huracán por su vinculación con el caso de abusos sexuales de Jeffrey Epstein, el príncipe Andrés dio una entrevista a un programa de la BBC para defender su inocencia, pero su actitud en televisión le acabó condenando al ostracismo y apartándole de la Casa Real. La película Scoop, estrenada esta semana en Netflix, cuenta la historia de cómo se fraguó esta entrevista. Una exclusiva mundial que, al contrario de lo que deseaba su equipo, acabó dilapidando aún más la imagen pública del que siempre fue el hijo favorito de la reina.