Se aseguró hasta la saciedad: "De esta vamos a salir mejores". La pandemia, el confinamiento y ese momento de aparente hermanamiento que se vivía cada día a las 20.00 de la tarde en las ventanas —Resistiré mediante—, hizo que cada vez más gente hiciera esa afirmación. Ha pasado un año y, sin embargo, distintos estudios apuntan a lo contrario. Los cambios cognitivos y en los comportamientos se han producido, sí, pero no en ese sentido. El último que lo afirma es el publicado en la revista Scientific reports de Nature, elaborado por el grupo de investigación Open Evidence de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en colaboración con algunas universidades internacionales y con la empresa BDI Schlesinger Group Market Research. Según revela, los españoles, en el confinamiento, tomaron decisiones más arriesgadas y vieron erosionado su civismo, deseando incluso que se castigara a quienes se saltaban las restricciones —aunque ellos mismos fueran menos prudentes—. Además, querían beneficio inmediato y, claro, tomaban decisiones más precipitadas. A veces, incluso, relevantes.
Francisco Lupiáñez, investigador del grupo Open Evidence de la UOC, aclara en conversación telefónica que estos cambios tienen una explicación muy obvia: la misma que explica una modificación de los comportamientos tras cualquier situación de shock. El confinamiento, que lo fue, "mermó la capacidad cognitiva" de los individuos, fundamentalmente por cuatro cuestiones: la inestabilidad del mercado laboral, la salud, el estrés al que se expusieron y el deterioro de la salud mental que llevó aparejado. "Todo eso afecta a nuestra capacidad de tomar decisiones racionales. En situaciones de alta presión, somos más propensos a afrontar más riesgos", afirma. Ocurre siempre en situaciones similares. "Es una respuesta normal porque nuestro cerebro no es una máquina. Cuando sometes la toma de decisiones a shocks externos relacionados con la salud, con las circunstancias personales o con la salud mental, la capacidad de raciocinio disminuye", detalla.
Hubo ejemplos. "De repente se empezó a ver que mucha gente comenzó a manifestar su deseo de marcharse a vivir al campo", recuerda. Un informe del portal inmobiliario Idealista informó, en este sentido, que durante el mes de mayo creció "el interés por la compra de una vivienda más grande y con mejores características para afrontar una futura cuarentena". Así, el interés por los chalés aumentó un 4,2%, el de los pisos de cuatro o más dormitorios un 3% y el de los pisos con jardín y piscina un 1,7%. "También se veía en los supermercados, donde a la gente le dio por comprar papel higiénico compulsivamente", añade.
Pero, ¿la capacidad cognitiva se ve afectada dependiendo de algún otro factor? No, según Lupiáñez. "Afecta a todos por igual, sólo depende de las situaciones de shock, no de si eres hombre, mujer, joven o anciano", detalla.
No es el único estudio que apunta a estos cambios comportamentales. Distintos investigadores de la Universidad del País Vasco, de la UNED, de la Universitat de Barcelona, de la Universidad de Granada, de Universitas Miguel Hernández y de la Universidad de Murcia publicaron el informe Las consecuencias psicológicas de la covid-19 y el confinamiento, elaborado entre marzo y mayo de 2020. Según reveló, el confinamiento aumentó el número de personas que pretendían evitar los problemas y hablar sobre ellos —sobre todo los jóvenes entre 18 y 34 años, franja de edad en la que el 37% lo hizo—; también el número de individuos que se sentían más irritados y enfadados —el 45% de los hombres y el 52% de las mujeres lo afirmaron—, que experimentaron grandes cambios de humor —el 37% de hombres y el 52% de mujeres— o que se mostraban molestos por el aumento de mensajes y de llamadas recibidas —el 39% de los hombres y el 51% de las mujeres—.
Además, y en la misma línea que el estudio publicado en Scientific reports, este documento también advirtió cambios en la capacidad para tomar decisiones y resolver problemas. Sin duda, y sin diferencias entre sexos o edades, ésta se resintió, igual que lo hicieron los sentimientos de optimismo, los de tranquilidad, y la vitalidad y energía —más perdidos todos ellos entre las mujeres—.
Raquel Huéscar, psicóloga general sanitaria, señala en respuesta a infoLibre que, "por difícil que parezca", durante el confinamiento, "las personalidades más fóbicas" sufrieron "alivio, "ya que muchos de los asuntos que tenían que atender se vieron 'pausados' de forma externa". "Algunos encontraron calma y el hecho de retomar la vida, con restricciones, provocó un incremento de angustia", explica. Por el contrario, continúa, para las personas con "tendencias obsesivas" el confinamiento fue un caldo de cultivo a sus "angustias" por el temor al contagio.
De la primera ola de solidaridad a la segunda de individualismo
Pero hay más. El confinamiento no sólo provocó un cambio individual, sino también en la relación de la persona con la sociedad. ¿En qué sentido? Pues no está tan claro. Según el estudio de las universidades, el confinamiento hizo que la disposición a ayudar a otros aumentara sobre un 30% o 40%. PeroLupiáñez, a la luz del informe del que es coautor, no está de acuerdo. "Cuando la capacidad cognitiva está disminuida es más probable que nuestros juicios sobre los otros sean más extremos. Así, en un contexto en el que se repetía que había que seguir las normas, los ciudadanos éramos más proclives a castigar a quienes no lo hacían", aclara. Sin shock, añade, "tendemos a mirar para otro lado". Por eso se podría hablar, dice, de que el confinamiento ha provocado que los individuos sean "menos cívicos".
María Miyar, profesora de Sociología en la UNED y colaboradora de FUNCAS, opina parecido. Ella advierte un cambio en el comportamiento social observado durante la primera ola y el observado durante la segunda y la tercera. A peor. "Durante las primeras semanas el ambiente era de que la pandemia, además de un reto individual y familiar, lo era colectivo, de toda la sociedad. Pero eso se ha roto", lamenta.
Hay varios motivos. El primero es que la crisis sanitaria "se ha alargado y eso desgasta" a los ciudadanos, que también pueden sentirse cansados "por la actitud de los políticos, cada vez más polarizados, que han usado la pandemia como un arma partidista". El segundo es que ha habido "una culpabilización continua de los ciudadanos" que, al final, "acaba calando". "Siempre se pone el dedo sobre lo mal que lo hacen algunos colectivos, la culpa de la situación siempre es de alguien", critica. Y añade que eso fomenta, casi inevitablemente, que la gente esté "menos dispuesta" a poner de su parte si cree que el resto no va a hacerlo. "Eso fomenta que se pongan más restricciones porque acabas pensando que sin medidas estrictas la gente es incontrolable, y eso no es verdad", lamenta.
Cree, por tanto, que ahora hay más individualismo que hace exactamente un año. Al menos en apariencia. Lo que no sabe es si perdurará en el tiempo. "La verdad es que las previsiones se nos dan fatal en las ciencias sociales", ríe. Señala que eso dependerá también del tiempo que dure la situación. "Si en verano volvemos a la normalidad, quizás ya no seamos así", vaticina. Una cosa sí tiene clara: "La pandemia y el confinamiento van a ser un nuevo referente temporal en la vida. Va a marcar, sin duda, un antes y un después".
Huéscar, que cree que el confinamiento ha sido "un experimento sociológico brutal", apunta a que habrá que evaluar a largo plazo los efectos que tuvo para ver en qué medida concreta afectó la crisis sanitaria a los comportamientos. A priori, opina, "echar en falta pequeñas cosas que se podían hacer antes probablemente nos harán disfrutarlas de otra manera más adelante".
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Pero no sólo ha sido el comportamiento. El consumo, según el informe Las consecuencias psicológicas de la covid-19 y el confinamiento, también cambió durante el comportamiento. También a peor. El consumo de tabaco —probablemente derivado del aumento de los sentimientos de ansiedad, un hecho corroborado por distintos estudios y expertos— aumentó en el 25% de los hombres y en el 16% de las mujeres. También lo hizo el de cannabis —en el 4,8% de los hombres y el 3,5% de las mujeres—, el de bebidas alcohólicas —en el 21% de la población—, el de fármacos, tanto para la salud física como psicológica, el de televisión —en un 66& y un 67%, respectivamente— y el de redes sociales —en un 66% y un 75%—.
Por otro lado, el 32,9% de hombres y el 49% de mujeres aumentaron su consumo de alimentos hipercalóricos. Y es que el menú también se vio alterado durante las peores semanas de pandemia. Como publicó infoLibre, el confinamiento ayudó a mantener la dieta a quienes ya se preocupaban por su alimentación y provocó un aumento de peso en las que llegaron a la crisis sanitaria con un desorden alimenticio previo. Fue a consecuencia, sobre todo, de la situación de la salud mental que se vivieron en aquellos meses.
Porque esta ha sido la principal perjudicada. Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el primero que se realiza sobre la salud mental de los españoles durante la pandemia, un 71% de la población ha sentido miedo a contagiarse del covid-19, un 39% a morir debido al coronavirus y hasta el 88% ha temido en el último año que se contagie algún familiar o algún ser querido. Además, un 18,8% tiene "mucho miedo o está muy preocupado" con la posibilidad de contagiarse y otro 82% siente mucho, bastante o algo de miedo frente a la posibilidad de que algún familiar o amigo muriera o se contagiara.