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Sánchez-Cuenca: “La desigualdad en España ha llegado para quedarse”

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Juanma Romero

Sabe que no presenta una visión complaciente con la realidad, y que buena parte de los lectores se pueden quedar con un cierto regusto amargo, porque no plantea "recetas mágicas" para salir de la crisis, ni pone sobre la mesa ofertas ingeniosas para desmontar un país aquejado de numerosos problemas institucionales. Pero Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966) quiere afinar en el diagnóstico, aunque sea duro y cueste digerirlo, aunque resulte pesimista y crudo porque la coyuntura es así, pesimista y cruda. Y porque lo que pretende es "abrir un punto de debate", suscitar la discusión pública acerca de la incapacidad de los gobiernos para hacer otra política económica, para rescatar la soberanía nacional, porque delegaron en el pasado ese poder a instituciones tecnocráticas como el Banco Central Europeo (BCE), y ahora "es difícil desandar el camino andado".

Una visión sombría que el profesor Sánchez-Cuenca, director del Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid y articulista habitual de este diario, plasma en su último libro, La impotencia democrática. Sobre la crisis política de España (Catarata, 2014), que este martes presentaron Jesús Maraña, director editorial de infoLibre, y El Gran Wyoming, conductor de El intermedio. La presentación fue en realidad más un coloquio de 70 minutos sobre diversos pasajes del libro y sobre las principales conclusiones del autor, que llenó la sala del centro cultural Blanquerna de Madrid, y al que acudieron, entre otros, el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente manchego José María Barreda, el exministro de Industria Miguel Sebastián o la expresidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) Belén Barreiro. 

El encuentro pivotó sobre la corrupción, la participación ciudadana, la impotencia de los políticos, la globalización, el autogobierno de los países, el fin de la democracia "tal como la conocemos", la "voracidad" de las élites... Y la desigualdad como una de las secuelas de una crisis que está dejando enormes heridas en la población. "Una de las consecuencias más graves es que cuanta más desigualdad, menos redistribución hay entre los ricos y los pobres. Cuando hay grandes diferencias entre ricos y pobres, mucho más difícil es que un Gobierno sea capaz de aprobar políticas redistributivas. Los países que más redistribuyen son los más igualitarios desde el principio. Todo indica que la desigualdad que se ha introducido en España ha llegado para quedarse, por lo cual va a ser muy difícil corregirla. De esto hay cierta evidencia empírica. El panorama es malo". Y esa desigualdad, alertó el autor, "viene para quedarse por décadas probablemente", porque no se debe sólo al aumento de paro, sino a la caída de ingresos de los trabajadores. 

Las "lecturas sesgadas" de la crisis

Maraña destacó, en el arranque de la presentación, cómo Sánchez-Cuenca intenta escapar del "provincianismo" de otras miradas sobre la crisis, que se centran en los dolores de España y no se fijan en que la depresión está provocada por la "incapacidad" de los poderes, de los gobiernos. Causas de la crisis comunes a otros países como Irlanda, Grecia, Portugal e Italia, y no exclusivas de España. El responsable editorial de infoLibre planteó la duda, no obstante, de si el elemento diferenciador puede ser la corrupción y su respuesta. "En España ha habido dimisiones, aunque quizá tenía que haber habido más. Pero esa preocupación por la corrupción, que es un indicador del mal funcionamiento del sistema político, ha dado pie a lecturas sesgadas de la crisis, que hacen que pensemos que la causa de la crisis esté en el mal funcionamiento de nuestras instituciones y esto es dudoso", explicó. La tendencia "dominante", cierto, es atribuir los problemas de España a la Transición, al sistema electoral o a la falta de cohesión territorial, pero eso "no tiene nada que ver" con la coyuntura económica. 

"En Suecia no ha habido históricamente un caso de corrupción. Ya me sirve ese ejemplo", rebatió Wyoming, quien abundó en que la "administración" de esos casos de corrupción es distinta en otros países. Sería "impensable" que fuera sucediera lo que aquí ocurrió en la Comunitat Valenciana, por ejemplo, donde el 85% de los diputados del PP firmaron a favor del indulto al alcalde de Torrevieja (Alicante), condenado por falsedad documental y prevaricación. "Quieren institucionalizar la impunidad para la corrupción, y eso me alarma. Eso sí tiene que ver con la gestión de la crisis. ¿Cómo va a gestionarla un elemento que la ampara o la encubre?", inquirió el humorista, escritor y colaborador de infoLibre. Sánchez-Cuenca reconoció que es verdad que el sistema "no funciona como debería", que hay muchas ineficiencias, y que no se pueden disculpar, pero también debe mirarse la reacción de los ciudadanos. Aquí el porcentaje de lectura de periódicos ha sido históricamente bajo, y ello hace que la actitud fiscalizadora decrezca. "Depende de partidos e instituciones, pero también del tipo de sociedad que tenemos. Tenemos el país que tenemos", acotó. 

La raíz de la desconfianza hacia los políticos

El director editorial de infoLibre preguntó entonces, parafraseando a Mario Vargas Llosa, "cuándo se jodió el Perú, cuándo desde la política se cede" el poder. "A mi juicio nos equivocamos con la Unión Monetaria -respondió Sánchez Cuenca-. Tomamos decisiones que no eran las adecuadas. Yo mismo me creí toda la historia de los beneficios del euro y jamás pensé que iba a evolucionar así, con una divergencia enorme de intereses entre países acreedores del norte y países deudores del sur. Al final, hoy no queda poder político para gobernar la economía europea porque ese poder está en manos del BCE, que lo dirigen unos señores que nadie conoce, que son tecnócratas y que no rinden cuentas por las decisiones que toman y pueden decidir si un país es soberano o es intervenido. Es la principal causa de pérdida de capacidad de autogobierno de las sociedades europeas. Y no nos damos cuenta de ello. Nos han tenido sometidos a una especie de tortura económica desde 2010 a 2012", cuando Mario Draghi, el jefe del supervisor europeo afirmó que el BCE haría "todo lo necesario para sostener el euro"

Jesús Maraña, Ignacio Sánchez-Cuenca, El Gran Wyoming, José Luis Rodríguez Zapatero y el delegado de la Generalitat de Catalunya en Madrid, Josep Maria Bosch, en el centro cultural Blanquerna de Madrid, este 11 de marzo de 2014 | BLANQUERNA

La raíz de los problemas viene, por tanto, de la época del diseño del euro, a finales de los ochenta, cuando los gobiernos europeos delegaron en tecnócratas la política monetaria y económica, cuando la socialdemocracia incluso acepta "de forma acrítica" ese trasvase de poder. ¿Por qué? Sánchez-Cuenca explicó que fue entonces cuando los economistas neoliberales introdujeron la idea de que los políticos son los menos indicados para llevar las riendas de la economía porque están "obsesionados con los intereses electorales", son "cortoplacistas" o "miopes". Pero el tiempo ha demostrado, para el autor, que los bancos centrales demostraron ser "independientes, pero no neutrales", y como no rinden cuentas ante los ciudadanos "son capturables por los intereses financieros". "Al aislarlos del juego político, son más vulnerables a las presiones del poder financiero". Esa "desconfianza en los políticos" ha acabado "achicando la democracia"

En el triángulo entre globalización, democracia y soberanía nacional, y en el que los tres elementos a la vez parecen incompatibles, el autor apuesta por "limitar la globalización", como recordó Maraña. No es una entelequia, justificó Sánchez-Cuenca, porque en el mundo, fuera de Europa, hay Estados que conservan su soberanía económica. "No es verdad que estemos condenados a tener que renunciar a la soberanía nacional, la idea de que una sociedad tiene la capacidad para determinar su destino colectivamente. Es el ideal emancipador de democracia que hoy casi produce risa en el continente europeo por lo lejano que nos resulta. Y ahora es muy difícil desandar el camino andado porque hemos tomado decisiones que probablemente son irreversibles, y de ahí mi pesimismo". También porque las élites españolas han sido "monolíticamente europeístas", muy acríticas, y eso "no es nada bueno". "Te da la impresión de que las élites españolas están en una carrera suicida, apostando por 'Más Europa, más Europa' ante cualquier dificultad, pero estamos quemando el país".  

No se pueden descartar "nuevos cauces de participación política"

"¿Europa en manos de quién está?", preguntó Wyoming, porque los ciudadanos han dejado de creer en las instituciones europeas y porque se ha evidenciado que en esta sociedad "la ruina de un país beneficia a otro". ¿Por qué la ciudadanía no responde? Sánchez-Cuenca atribuye la falta de contestación a que en los países desarrollados los individuos se hacen más conservadores, tienden a distanciarse o alienarse, pero a no poner en riesgo lo que tienen. "Aguantamos lo que nos echen, aguantamos muchísimo. Incluso en Grecia todavía se mantiene el orden político. Soy más bien escéptico con la creencia de que la presión popular sea suficiente para un cambio de rumbo".

Con estos mimbres, la pregunta lógica es qué mundo nos espera, cómo estamos asistiendo, como dijo Maraña, al "fin de la democracia tal como la conocemos". El autor está convencido de que caminamos hacia una tecnocracia liberal, en la que la gente "tendrá buena vida" y estará amparada por un Estado de derecho, pero no podrá "determinar" su destino. "Quizá esta visión sea falsa y esté determinada por el momento en que lo escribo, y no es descartable que haya cambios que no podemos anticipar que abran nuevos cauces de participación política. Quizá incluso se pueda mejorar el bienestar de los ciudadanos", garantizando una renta universal básica, porque eso "estabilizaría muchísimo el sistema político, dado que habría menos presión redistributiva". A las élites, según Sánchez-Cuenca, les convendría. 

Sánchez-Cuenca presenta sus dos últimos ensayos en la librería Muga

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Wyoming: "¡Se ponen el preservativo antes de joder al pueblo!"

Wyoming se desató: "La voracidad no tiene límites. Les importa un carajo. Quieren hundir la economía, eso es lo que quieren. ¿Qué significa un tecnócrata aséptico? ¿Dónde los han tenido, en un saco amniótico? Todas las medidas que toman estos señores tienen un componente ideológico radical: no es que se les vea el plumero, es que son el arquetipo de esa política. ¡Estos señores asépticos se ponen el preservativo antes de joder al pueblo! Por lo que son asépticos es porque no les tiembla la mano a la hora de firmar", opinó el presentador de El intermedio, entre las risas asertivas de la sala. Wyoming señaló un culpable: el Partido Popular Europeo, que "gobierna toda Europa". 

El coloquio concluyó con un reto para el autor. "Mójate", le apremió Maraña. ¿Se puede esperar una altísima abstención en las elecciones europeas del 25 de mayo? Sánchez-Cuenca no quiso dictar sentencia. Le gusta diagnosticar, más que pronosticar. Y su diagnóstico es que hay dos fuerzas contrarias: la del cabreo con la UE, que movería a la indiferencia ciudadana, y la mayor "efervescencia política", el mayor interés de una parte de la población. "No sé qué tendencia pesará más. Pero creo que más la primera". 

Sabe que no presenta una visión complaciente con la realidad, y que buena parte de los lectores se pueden quedar con un cierto regusto amargo, porque no plantea "recetas mágicas" para salir de la crisis, ni pone sobre la mesa ofertas ingeniosas para desmontar un país aquejado de numerosos problemas institucionales. Pero Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966) quiere afinar en el diagnóstico, aunque sea duro y cueste digerirlo, aunque resulte pesimista y crudo porque la coyuntura es así, pesimista y cruda. Y porque lo que pretende es "abrir un punto de debate", suscitar la discusión pública acerca de la incapacidad de los gobiernos para hacer otra política económica, para rescatar la soberanía nacional, porque delegaron en el pasado ese poder a instituciones tecnocráticas como el Banco Central Europeo (BCE), y ahora "es difícil desandar el camino andado".

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