Feijóo atrae al 7% de los exvotantes del PSOE

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Uno de los grandes desafíos de los partidos políticos en año electoral es fidelizar a los votantes que te han dado el apoyo previamente y atraer a potenciales votantes desde otras formaciones. Esto es: transferencias de voto.

En esta línea, hace unos días el Partido Popular publicó una fotografía de la reunión del Comité de Dirección donde Elías Bendodo, coordinador general de la formación, mostraba una diapositiva titulada "¿Dónde irían hoy los votos del PSOE?". 

La estrategia del PP en este año electoral pasa por “hacerse un Moreno”, como apunta Esther Palomera en su crónica. Traducido al lenguaje común: convencer a votantes moderados del PSOE y poder aspirar a La Moncloa en las próximas elecciones generales, previstas para finales de este mismo año.

La mayor parte de las encuestas recientes apuntan que, en estos momentos, una mayoría de la derecha podría ser la opción más probable de todas, pero este escenario no está garantizado y la geometría variable del Congreso favorece al bloque progresista. De modo que atraer a votantes descontentos con el PSOE —y el Gobierno— puede ser la llave para que Feijóo cumpla su objetivo. ¿Lo están consiguiendo?

En estos momentos, según un análisis propio a partir de los microdatos de los tres últimos barómetros del CIS, del pasado noviembre a enero, el PP podría atraer aproximadamente un 7% de los exvotantes socialistas en noviembre de 2019, en una tesitura (según cálculos propios) donde el PP aventaja 4 puntos al PSOE en la estimación de voto (30% vs. 26%).

De hecho, si nos fijamos en los datos provisionales que publica el CIS en el mes de febrero, los trasvases de votos mencionados podrían seguir en aumento.

Estas transferencias, si bien pueden parecer menores, son muy relevantes por dos motivos: primero, porque es el único trasvase de votos visible entre los bloques izquierda y derecha, lo que significa que podría romper los equilibrios que se han mantenido desde 2015. Segundo, porque es el tercer mejor dato desde 1990.

Si atendemos a estas transferencias —votantes que recuerdan haber votado al PSOE pero que en un determinado momento votarían al PP— y lo analizamos a lo largo de las últimas décadas, podemos ver que solo existen dos fechas con mejores registros para el partido conservador: la victoria de Aznar en 1996 y la mayoría absoluta de Rajoy en 2011.

Estas dos victorias del PP en las generales tienen varios puntos en común. Por un lado, ambos consiguen atraer cerca del 10% de los exvotantes socialistas, Aznar alcanzando su pico (12%) un año antes de la cita con las urnas y Rajoy haciendo lo propio (11,5%) dos meses antes. Por otro lado, ambos consiguieron ganar la partida al PSOE y llegar a La Moncloa. 

Hoy, a menos de un año para la celebración de las próximas elecciones generales, Feijóo promedia cerca del 7%, tres puntos más que cuando llegó a la presidencia del partido. ¿Efecto Feijóo? Posiblemente.

Tanto es así que el Partido Popular confía en que la ruptura de la dinámica de bloques con exvotantes de izquierdas pasándose a la derecha les empuje a una victoria electoral que no les haga dependientes de la ultraderecha para conformar el Gobierno. Pero incluso las encuestas más optimistas con la derecha (con trasferencias entre PSOE y PP por encima del 11%) auguran hoy, con muchos meses aún para la cita con las urnas, una diferencia menor de 10 escaños sobre el bloque progresista; una mayoría que necesariamente pasa por Vox.

Ya he mencionado antes que el PP confía su estrategia de campaña a convencer a exvotantes socialistas que le permitan, al igual que a Juanma Moreno en las elecciones de junio de 2022, llegar a posiciones de gobierno. Es la estrategia que van a tratar de explotar, en primera instancia, en los comicios autonómicos y municipales de mayo, y si los resultados certifican esta maniobra, apuntalarla en la campaña para las generales.

Lo que ocurre es que lo conseguido por Moreno parece una anomalía, al menos desde la irrupción de nuevos partidos en 2015. Según los barómetros preelectorales publicados por el CIS en los últimos ocho años, Moreno consiguió el 10,9% de los votantes socialistas en las autonómicas de 2018.

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Los dos casos más cercanos los protagoniza el propio Feijóo, aunque con la mitad de impacto que el barón andaluz: el PP gallego pudo atraer entre el 6 y el 7% de los votantes de PSOE en las autonómicas gallegas de 2016 y 2020. Cierra el pódium Ayuso, en las autonómicas de 2021, con el 5% de las transferencias a su favor. A partir de ahí, las transferencias en otras comunidades autónomas son, de alguna forma, residuales.

Por lo tanto, a mi juicio, hay que destacar dos escenarios. En el escenario autonómico, conseguir el efecto de Moreno en Andalucía puede ser complicado porque en las comunidades autónomas que celebran elecciones el PP no es tan fuerte como lo ha sido recientemente en el sur de España, y los comicios están más competidos (con algunas excepciones), por lo que la estrategia actual de campaña podría diluirse en los próximos meses.

Si eso no ocurre, y, digamos, Feijóo sigue manteniendo tasas de transferencias similares a las que tiene actualmente, eso podría colocarle como máximo favorito a próximo presidente del Gobierno, aunque viendo la correlación de fuerzas que marcan las encuestas en estos momentos, es bastante complicado que lo pueda conseguir sin el apoyo de Vox.

Uno de los grandes desafíos de los partidos políticos en año electoral es fidelizar a los votantes que te han dado el apoyo previamente y atraer a potenciales votantes desde otras formaciones. Esto es: transferencias de voto.

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