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Crisis del coronavirus

El virus de la desglobalización: más fronteras, retorno de empresas y la resurrección del espíritu industrial

El presidente Donald Trump mira a través de un protector facial mientras recorre la planta de componentes de Ford en Rawsonville, reconvertida para hacer protección personal y equipo médico.

La desglobalización no es un concepto aéreo para vestir pronósticos especulativos sobre el futuro después de la pandemia. Es una realidad que venía de atrás y ahora se acelera. Algo contante y sonante. Y ya observable. Justo cuando la "desglobalización" ya se popularizaba –fue candidata a palabra del año en 2019–, llegó el coronavirus, demostrando que países con vitola de súper potencias no eran capaces de fabricar mascarillas y respiradores. Un acelerón desglobalizador. "Cada vez más cadenas de suministros, mucho más complejas de lo que lo eran en 2008, se detienen o se frenan. Muchas fábricas de maquinaria, automóviles o juguetes y otros productos han tenido que reducir o interrumpir su producción por falta de componentes esenciales que, por ejemplo, venían de China, al parar su fabricación allí. Los viajes aéreos y otros se están reduciendo. Los traslados de contenedores –ese invento analógico tan esencial para la globalización– también. El turismo global ha recibido un fortísimo golpe, del que tardará en recuperarse", diagnostica Andrés Ortega, investigador del Real Instituto Elcano y director del Observatorio de las Ideas.

No es sólo Trump. O el Brexit. Es la paralización de la Organización Mundial de Comercio. Las –todavía tímidas– medidas contra los paraísos fiscales en la UE. Los planes de "repatriación" de empresas en Estados Unidos, Japón y Francia. La desconfianza hacia China como fábrica del mundo. Los discursos contra la "dependencia" de la producción asiática. El reajuste de las estrategias de producción para acortar las cadenas de suministro. La suspensión del turismo. El levantamiento de fronteras, que habrá que ver cómo y cuándo bajan, si bajan. Es el auge de términos como reshoring o staycation. Es la falta de liderazgos internacionales. Todo eso vuelve a fraccionar al mundo.

Todo apunta a un mundo menos globalizado... pero alejado de ese "otro mundo posible" que soñaban los antiglobalizadores de los 90. infoLibre repasa las manifestaciones e implicaciones de la desglobalización, analizadas por observadores especializados en la economía, la geopolítica y la historia.

La inflexión de una tendencia

El Instituto Económico Suizo creó en 1979 el índice KOF para medir la desglobalización, un fenómeno que abarca la migración, las exportaciones y las inversiones, además de variables como la geopolítica y la cultura. El índice mostró desde su nacimiento un incremento constante de la globalización, con picos en la conexión de las bolsas mundiales en los 80, el fin de la Guerra Fría y la disolución de la URSS. Francis Fukuyama habló en 1992 del "fin de la historia". Pero no.

Al derribo de las Torres Gemelas se han ido sumando otros acontecimientos que han desvelado los riesgos de la globalización, como el estallido de las puntocom, el tsunami que destruyó la nuclear de Fukushima –que interrumpió el funcionamiento de fábricas en todo el mundo por la dependencia de piezas niponas– y el arrastre mundial en la caída de Lehman Brothers. Hoy los síntomas de híper nacionalismo son crecientes. Es posible nombrarlos. Se sientan en los salones presidenciales de algunas de las más poderosas naciones del mundo. Donald Trump, Vladimir Putin, Jair Bolsonaro. O aspiran a conquistar el poder en Francia, Italia... La UE no oculta ya que el auge del euroescepticismo es una amenaza existencial.

Estocada al multilateralismo

El repliegue identitario alcanzó su paroxismo con el ascenso al poder de Trump –"América First"– y el Brexit –"Take back control"–. El presidente de EEUU ha tenido como idea fija la socavación del multilateralismo. "Ha conseguido llevar a la parálisis la Organización Mundial de Comercio, coja por falta de jueces, que es un mecanismo de arbitraje para todos los conflictos de comercio internacional. Esto es una bomba en una de las piezas clave de la globalización comercial", señala Andrés Ortega, investigador del Real Instituto Elcano y director del Observatorio de las Ideas. Las guerras comerciales con China, la paralización de tratados internacionales y el debilitamiento de organismos multilaterales son ejes del trumpismo. "El TTIP no lo frenaron los manifestantes, sino Trump...", reflexiona Ortega. La globalización económica ya daba muestras de agotamiento antes del covid-19. El comercio de mercancías se había contratído en 2019 por primera vez desde 2009, según la OCDE.

El politólogo Eduardo Bayón punta otra clave. La pandemia "va a suponer el colapso de buena parte del comercio global", una crisis que debemos afrontar "con unas instituciones supranacionales que dan síntomas de debilidad". A diferencia de la anterior crisis, hoy no hay liderazgos internacionales. "Durante las reuniones del G20 en 2008 surgieron fuertes liderazgos políticos (Obama, Gordon Brown, Merkel) que evitaron una escalada proteccionista [...]. En el momento actual, claramente carecemos de estos liderazgos", escribe en Letras Libres Jorge Díaz Lanchas, especialista en comercio internacional.

Un discurso en alza

El fenómeno de la desglobalización ya no es una corriente de fondo, sino una causa política popular, que mezcla proteccionismo económico y afán reindustrializador. La última portada de The Economist dice: "Goodbye globalisation". La crisis sanitaria ha supuesto una detonación. El ministro checo de Sanidad, Adam Vojtěch, ha puesto voz a los defensores de traer de vuelta a Europa la fabricación de productos sanitarios. Múltiples voces en gobiernos de la UE impulsan la idea, todavía verde en ejecución. El ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, ha abogado sin ambages por reducir la "dependencia" de China. Es una idea similar a la que repite el secretario de Comercio de EEUU, Wilbur Ross, con motivo de la pandemia.

Finalmente, ha sido Robert E. Lighthizer, negociador de Comercio del Gobierno de Estados Unidos, el que ha puesto por escrito en un artículo en The New York Times que la pandemia ha reafirmado la doctrina del America First en la primera potencia mundial: "El camino hacia la certeza y la prosperidad es el mismo para nuestras empresas que para nuestros trabajadores: traer los trabajos de vuelta a América".

Cadenas demasiado largas

La desglobalización es un hecho industrial. Un informe en plena pandemia de la consultora Bain & Company defiende que saldrán reforzadas las empresas con cadenas de suministro más cortas. "En un mundo cada vez más turbulento, las redes de suministro que dependen excesivamente del proveedor de menor costo [China, por ejemplo] y de niveles mínimos de inventario pueden poner rápidamente en peligro el negocio", señala. "Antes del estallido de la crisis, las cadenas de producción desde la fabricación de los componentes, hasta el montaje o la comercialización eran muy largas y repartidas por todo el mundo. La producción se compartimentaba a nivel global buscando la forma de producción más barata. La crisis ha roto de golpe las cadenas de producción globales y ha puesto en duda la eficiencia de los procesos de producción", explica el economista Ignacio Conde-Ruiz. Las cadenas de producción se acercan al centro de montaje. Andrés Ortega observa una "regionalización" de dichas cadenas, tanto en América como en Europa.

"Ahora nos parece evidente que las naciones han de mantener algunas actividades productivas estratégicas.estratégicas Imaginemos que toda la cadena productiva de alimentación de un país estuviera externalizada a otros países. ¿No sería eso temerario para la estabilidad y la seguridad de ese país? [...] ¡Cómo echamos a faltar ahora cadenas de valor locales, rápidas y flexibles, en textiles avanzados, dispositivos médicos [...]", escribe en su blog Xavier Ferràs, profesor del departamento de Dirección de Operaciones, Innovación y Data Sciences de ESADE.

Otra vez, es un fenómeno que viene de atrás. "El sector automovilístico ya se percató de este efecto dominó tras el terremoto y el tsunami que asolaron la costa este de Japón en 2011", escribe la economista Clàudia Canals en el blog de Caixabank. "Las cadenas globales de valor habían experimentado un crecimiento constante desde principios de los años 90, llegando a suponer en torno a un 50% del comercio mundial , pero en estos últimos años han comenzado a perder fuerza. Por un lado, está el proteccionismo. Por otro, el aumento de los salarios y del nivel de renta en los países en desarrollo que eran destinos de deslocalizaciones ha hecho que se reduzcan las ventajas de deslocalizar", como ha indicado Enrique Fanjul, profesor del Máster de Relaciones Internacionales en la Universidad CEU San Pablo. China pierde atractivo como fábrica del mundo. Es un eco que llega al corazón industrial de Europa. "Los productores de maquinaria industrial [alemana] han empezado a cambiar las prioridades, pasando de hacer la cadena de suministro lo más barata posible a hacerla lo más segura posible", ha observado el periodista Alexander Jung en Der Spiegel.

Hecho en casa

La pandemia ha puesto de relieve la indefensión industrial de múltiples países, entre los que destaca España, de escaso músculo fabricante, que esta semana vivió un duro golpe con el cierre de la planta de Nissan en Barcelona.

La imagen de la SEAT fabricando respiradores se ha convertido en una estampa emblemática. Andrés Ortega subraya cómo se ha destapado la dependencia europea de medicinas chinas e indias. También han faltado mascarillas y geles. "Hasta que no se ha multiplicado la producción muchos países europeos hemos tenido problemas de abastecimiento. La UE querrá asegurarse el suministro de productos básicos y estratégicos. Seguramente, surgirán legislaciones a nivel europeo para fomentar o ayudar la producción europea de productos estratégicos", señala Conde-Ruiz.

El anclaje ha sido sanitario, pero va más allá. "Muchas empresas de productos complejos de alta tecnología se han dado cuenta de que son demasiado dependientes. Por ejemplo, un iPhone se ensambla en China con componentes que vienen de muchas partes del mundo", señala Andrés Ortega.

De nuevo el covid-19 acelera una tendencia ya existente. No en vano, empresas americanas como Apple, Whirlpool y Stanley Black & Decker desecharon en 2018 deslocalizaciones o anunciaron planes de trasladar de producción a Estados Unidos. El índice de Kearney, que mide las estrategias de producción mundial de las empresas, detectó en 2019 un cambio de tendencia hacia mayor peso de la producción manufacturera "made in America", como resalta Lighthizer, que es el que expone la disyuntiva actual en términos más crudos: "Si quieren los beneficios de ser una empresa de Estados Unidos y la protección del sistema legal de Estados Unidos, entonces traigan de vuelta los puestos de trabajo".

Ahora el Gobierno francés impulsa la "repatriación" de la producción de Renault. Japón ha creado un fondo de 2.200 millones de dólares para favorecer el regreso de empresas desde China. Numerosas naciones, sobre todo en Europa, buscan la forma de sujetar las concesión de ayudas de sus planes anticrisis a desvincularse de los paraísos fiscales. España se ha subido al carro, en el que ya van Dinamarca y Francia. Está por ver en qué queda el propósito.

Los hechos han demostrado la dificultad de poner coto a la financiarización –el dominio de la economía financiera sobre la real– y las estrategias offshore, claves del modelo capitalista neoliberal. De hecho, la UE aún buscar la forma limitar al desmesurado poder de los nuevos gitantes de la economía digitalizada. Pero la tendencia está clara.

"Hay una demanda muy superior de mantener actividad económica de proximidad. En el pasado, las guerras han provocado proteccionismo agrario. Ahora todos los países quieren producción sanitaria y textil propia. Esto mueve al proteccionismo y la desgloblización. Los rescates van a ser muy costosos y generarán obligaciones por ambas partes", señala el catedrático de Historia de las Instituciones Económicas Albert Carreras.

Un reciente estudio del Bank of America, citado por Andrés Ortega, señala que un 80% de las multinacionales analizadas planean repatriar parte de su producción. Circula una palabra inglesa que oiremos más: "Reshoring". Nike, Adidas, General Motors y Apple habían anunciado operaciones de "vuelta a casa" antes de la pandemia. En España, son ejemplos Mango y Orbea. Ahora más. "La guerra comercial (principalmente entre EEUU y China) combinada con la epidemia del coronavirus, hará que muchas compañías se tomen el reshoring muy en serio. El reshoring trae certeza", señala a la BBC Beata Javorcik, economista jefa del Banco Europeo para la Reconstrucción y Desarrollo (BERD).

¿Está, como se suele repetir, la digitalización de la economía salvo de la desglobalización? No tan deprisa, señala Albert Carreras. "China, que ha sido triunfadora con la globalización comercial, ha tenido mucho cuidado en no caer por la misma pendiente en la globalización digital. Hay un mundo digital bis, que es el chino, con límites a la entrada de plataformas de Estados Unidos", señala el catedrático de Historia de las Instituciones Económicas. Tampoco Netflix es tan universal como pensamos.

Turismo e inmigración

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Los dos principales motores del movimiento humano, el turismo y la inmigración, están en suspenso. Está por ver su recuperación. Interesa escuchar en este punto a Albert Carreras, que sitúa en la Primera Guerra Mundial (1914), que provocó un fenómeno de "desglobalización instantánea", el espejo de la situación actual. Recuerda que hasta entonces la inmigración a Estados Unidos fue libre y desde entonces se introdujeron severas restricciones. "Ahora se ha producido una interrupción súbita de flujos migratorios. Cuando esto se produce, los políticos pueden darse cuenta cuenta de que esto es algo que ven bien sus electorados y desplazar la cuestión sobre si [las contrarias a la inmigración] son posiciones de extrema derecha o no", señala Carreras.

Trump lidera ahora el levantamiento de nuevas fronteras a la inmigración, que ya venía de atrás. Estados Unidos ha cerrado indefinidamente la inmigración por tierra, legitimando –aún más– posiciones duras en todo el mundo. Lo hace justo cuando menos inmigración hay. En Estados Unidos y en buena parte del mundo. En marzo llegaron a las costas andaluzas 450 inmigrantes, dos tercios menos que el año anterior. Cruz Roja ha atendido desde enero a diez veces menos inmigrantes que en el mismo periodo de 2019.

En paralelo, se congela el turismo. Y no hay visos de recuperación temprana. Todo aquello en lo que se basa el turismo, especialmente el de masas, uno de los catalizadores de la globalización, está tocado: renta disponible, confianza, aglomeración, low cost... En España ya hay desatada una carrera por el turismo nacional. Los países de Europa lanzan programas, caso de Francia e Italia, para ayudar a sus sectores turísticos nacionales. Hay experiencias a nivel local. El Ayuntamiento de Barcelona conciencia sobre el consumo en la ciudad. Otra palabra que oiremos más: "Staycation". Mezcla de "Stay" –quedarse– y "vacation". Sí: esa otra globalización, la del lenguaje, no hay quien la pare.

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