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Vox empieza a perder fuelle y la crisis interna puede minar sus expectativas electorales

Macarena Olona junto a Santiago Abascal en el mitin de Vox por la campaña andaluza.

Vox está pasando por su primera gran crisis interna desde su irrupción en el parlamento de Andalucía en diciembre de 2018. Desde entonces, ha conseguido mejorar sus registros de voto en cada una de las elecciones qa las que se ha presentado, aunque eso no significa que haya superado las expectativas que se tenían en un principio.

El claro ejemplo es Andalucía. En las pasadas elecciones de junio, Vox mejoró sus resultados casi dos puntos y medio respecto a cuatro años antes. Pero su principal competidor del espacio de la derecha consiguió la mayoría absoluta en la Cámara y ha dejado en la irrelevancia parlamentaria al partido de extrema derecha que había apostado por uno de sus principales activos dentro del espacio: Macarena Olona.

Ahora, las encuestas para las próximas elecciones generales apuntan a que Vox podría estar por debajo de los resultados que le precedían. El promedio de encuestas de TheElectoralReport –que ajusta los sesgos y pondera por fecha, muestra y calidad demoscópica— asigna a la formación un 14,5% de los votos, menos de 1 punto de diferencia si comparamos con los resultados que cosechó en noviembre de 2019.

Aunque parezca una diferencia escasa, es bastante significativa. Primero porque el promedio de encuestas es conservador cuando no hay convocatorios electorales previstas en un corto plazo, por lo que necesita mucha evidencia –encuestas— para moverse en una dirección u otra. Segundo porque, hace apenas medio año, Vox alcanzaba el 20% de los votos, coincidiendo con la crisis de liderazgo interno del Partido Popular.

Entre abril y junio de este mismo año, las tendencias de voto de Vox se estabilizan y el PP empieza a recuperar fuerzas de la mano de su nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo. Pero la caída libre de la formación de extrema derecha –y el crecimiento del PP, que absorbe buena parte de las fugas de Vox— no llega hasta después de las elecciones andaluzas.

Entre abril y junio, la formación de extrema derecha pierde, aproximadamente, 1 punto porcentual, y, tras los resultados en las andaluzas, cae 3 puntos más en un mes. Con el fiasco en Andalucía –Vox mejora en voto, pero no en influencia política— y las tensiones internas entre la dirección nacional y Olona terminan empujando a la candidata a tomar la decisión de salir del partido, y, a la vista de las últimas noticias, podría llegar a presentar su propio proyecto político.

Lo cierto es que Vox ya está en una situación muy delicada. Sigue siendo el tercer partido en intención de voto para las próximas elecciones generales, pero ha caído más de 5 puntos en seis meses y una escisión liderada por Olona lo debilitaría aún más.

Si repasamos los resultados electorales en las generales desde 1977 hasta 2019 en cada una de las 52 circunscripciones electorales para partidos que, a nivel general, consiguen más del 3% de los votos, podemos comprobar que aquellos que logran menos del 15% en total —el caso actual de Vox— 0% de los escaños en 2 de cada 3 ocasiones.

En cambio, si el partido consigue más del 15% de los votos, sus opciones de quedarse sin escaños en el Congreso disminuyen hasta 3 de 20 ocasiones.

Evidentemente, no se contempla esta posibilidad. Lo que intento explicar con esto es que, por debajo de cierto umbral, el sistema electoral empieza a pasar factura, y perder unos pocos votos te puede hacer perder muchos escaños.

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Aun así, empieza a haber algunas dinámicas que pueden mejorar las expectativas de voto del partido de extrema derecha en los próximos meses. Se vislumbran algunos síntomas de debilitamiento del PP, y como apunta el doctor en ciencia política, Lluis Orriols, en un artículo reciente en elDiario.es, la luna de miel de Feijóo podría haber terminado para aquellos exvotantes del PSOE que miraban con buenos ojos el líder conservador.

Esto tiene, al menos, dos implicaciones. La primera es que la derecha pierda fuerza electoral y los bloques tiendan a igualarse de aquí a final del próximo año, haciendo más competitiva la carrera electoral –entre la izquierda y la derecha—de lo que los sondeos han estado indicando en los últimos meses. La segunda es que la sensación de pérdida de popularidad de Feijóo se traslade, también, al bloque de la derecha y que esto termine beneficiando a Vox en forma de transferencias de voto.

Todo esto tendrá que confirmarse con el tiempo, y con más encuestas. De momento, lo que sabemos a ciencia cierta es que Vox está perdiendo fuelle y esa debilidad electoral le está acercando al precipicio. Todo ello, a una semana de que se pueda oficializar otra escisión de la extrema derecha. Pero esta vez, en medio de una crisis interna a ojos de la opinión pública y protagonizada por una de las personas que ha estado en primera línea del partido.

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