Querido Enrique

Javier Bauluz

Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Supongo que ya estarás intentando, a pesar de las prohibiciones de los batistas de turno, documentar lo que pasa en esa Sierra Maestra en la que estés. Seguro que con tu encanto personal y tu excelente prosa encontrarás a otra voluntaria dispuesta a sacar clandestinamente tus rollos de película envueltos en sus enaguas y ponerlos a salvo, como hiciste tras tus cuatro largos meses de 1958 con los barbudos Fidel y El Che en Sierra Maestra.

Espero que esta vez no te hayas llevado una cámara de película, todos sabemos ya que las tarjetas digitales son más fáciles de coser en las enaguas, aunque a estas alturas del siglo XXI no creo que queden muchas en uso, así que prefiero no saber donde las esconderéis. Ya me lo contarás tomándonos unas sidras en el próximo Encuentro de Foto y Periodismo de Gijón, ya cumplimos 18 añitos. Esta vez no te traigas la botella de oxígeno, con el aire marino y la sidra será suficiente para que nos dejes embobados con tus fotos y tus relatos sin fin.

Como últimamente no veo que escribas en tu blog y no dejaste de contarnos el mundo hasta el día en que te fuiste, supongo que las conexiones de Internet no van muy bien por ahí y no puedes enviar las fotos por mail, pero el enagua-mail es un valor seguro en las transmisiones.

No te confíes, ya sabes que lo peor no son los tiros de la batalla general, gajes del oficio, sino cuando disparan sobre nosotros, los periodistas. O cuando nos detienen y encarcelan, como la semanita que te pasaste encerrado por orden del dictador Batista en La Habana después de contar lo que pasaba en las montañas de Cuba. Por cierto, en tus dos años de ausencia en España, ahora conocida por muchos como Españistán, están pasando cosas que no veíamos desde el caudillo.

La política del Gobierno nacional y la impunidad policial en la represión de muchas de las protestas sociales, la mayoría pacíficas, por los recortes económicos que afectan como siempre a los más débiles, han convertido los derechos de manifestación y expresión en un deporte de alto riesgo. A pesar de las condenas de las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales, se suceden los palos, detenciones violentas, hasta al amanecer y casa por casa, las prohibiciones, las multas como nueva y sibilina forma de presión, los desahucios de miles de familias empobrecidas por esta gran estafa llamada crisis y las violentas deportaciones ilegales de ciudadanos de esos países que tú bien conociste en tus largos viajes por África.

Conociéndote estarías muy cabreado con esta vuelta al pasado o a los tiempos en que documentaste la lucha por los derechos civiles en EE UU y la Marcha sobre Washington encabezada por Martín Luther King cuando fuiste una vez más, como los fotoperiodistas debemos siempre ser, testigo de la historia en primera línea.

Martin Luther King en la Marcha sobre Washington. /E.M.

El espíritu de Meneses, el ir, ver, tocar, oler y contar en imágenes lo que pasa en el mundo, no se puede sustituir por hacer las fotos por mail, fax, comunicados oficiales, ni desde el hotel, ni por teléfono. Hay que estar en el lugar, en el lugar preciso y en el instante preciso, como decía Cartier Bresson y como genios del fotoperiodismo como Robert Capa, Donald Mc Cullin o James Nachtwey han logrado transmitirnos con fotografías los diversos infiernos a los que Dante se hubiera negado a ir.

Un fotógrafo sin generación

Es imposible clasificarte dentro de una generación concreta por tu extensísima trayectoria, desde el 24 de Agosto de 1947 en que pagaste 450 pesetas por irte a Jaén en taxi y fuiste testigo de la muerte de Manolete en la plaza de toros de Linares, hasta tu último viaje a Sarajevo en 1993, en plena carnicería y salvaje asedio medieval en el que no nos encontramos de pura casualidad. Algunos han denominado a los que vivimos las guerras balcánicas en los noventa como la generación Bosnia, aunque también podríamos ser de la generación de las guerras centroamericanas en los ochenta, como mis compadres Santi Lyon, Enric Martí, Gervasio Sánchez o nuestro querido Julio Fuentes, asesinado en Afganistán en 2001.

La siguiente podría ser la generación de la inmigración con un servidor, Fernando García o Matías Costa haciendo interminables guardias en las costas de Tarifa para documentar las llegadas de pateras y la desidia o maltrato institucional a los extenuados, heridos y casi náufragos sin la más mínima atención humanitaria durante horas tirados como perros en las playas y montes, hasta que avisamos a Médicos Sin Fronteras que organizó una operación de emergencia humanitaria en el sur de Europa.

Después, Juan Medina se pasó años levantándose en mitad de la noche para fotografiar la llegada de inmigrantes en pateras a Canarias. O Sergi Cámara documentando por primera vez los medievales saltos con escaleras hechas con ramas, a la fortaleza europea, eufemísticamente llamada valla de Melilla.

Te digo lo de las generaciones para contarte cómo está el patio actual por aquí. La buena noticia es que tenemos una nueva generación de menesitos. La mala te la cuento luego. Yo creo que podría ser llamada la generación desahuciados por varias razones: la de sus temas y la de sus condiciones profesionales. Una parte es la más temprana en atreverse a fotografiar lo que pasa en las calles españolas, como las arbitrarias e ilegales detenciones racistas de ciudadanos extranjeros, como hicieron Olmo Calvo y Edu León. Ambos sufrieron acoso policial continuo, maltrato, multas, e incluso detenciones y falsas acusaciones. Edu fue detenido hasta cuatro veces y se pasó dos días encerrado en los calabozos ante la pasividad de la mayoría de los medios tradicionales y de la reticencias de las organizaciones de prensa. Decenas de compañeros fotoperiodistas tuvieron que plantarse personalmente frente a comisaría protestar por su cuarta detención.

JFK y su mujer, Jacqueline, en Viena. /ENRIQUE MENESES

Esta parte la viviste tú, todavía estabas con nosotros y ya te habías convertido en un claro referente para periodistas y fotoperiodistas jóvenes y rebeldes. Tu casa parecía el centro de prensa internacional de producción de futuros meneses. “No te hipoteques: coge tu mochila y corre a contar el mundo” era uno de tus mensajes. Esto no lo decías precisamente por los peligros de ser detenido en España, sino por la vivencia y experiencia personal viendo otros mundos y por la falta de futuro profesional aquí. No en vano a tus 17 años decidiste recorrer otros planetas tras cobrar 150 pesetas por el reportaje de Manolete, cuando sólo el taxi te había costado 450.

Al igual que Endre Friedmann, con su comapañera Gerda Taro, que se tuvo que inventar el personaje Robert Capa para hacer respetar su trabajo ante los medios y después crear la agencia Magnum para defender mejor a los fotoperiodistas.

La caída en picado de la mayoría de los medios de comunicación tradicionales por su pérdida de credibilidad, su calidad profesional, su prioritario ánimo de lucro a costa de dormir con el poder, el cambio de modelo publicitario, la crisis, el despido de miles de periodistas, etc., hacen que el destino de los jóvenes periodistas y fotoperiodistas sea la precariedad plena o el exilio. Profesionales como Manu Brabo, también premio Pulitzer; o Ricardo García Vilanova, secuestrado en Siria, y muchos otros, han tenido que exiliarse laboralmente, como cientos de miles de jóvenes españoles, y trabajar como freelance para medios internacionales ante el cierre de puertas en nuestro país. Una vez más.

Los medios españoles no han entendido todavía el poder de la fotografía de calidad. Hoy cualquiera hace una foto, pero no la foto y no invierten prácticamente en nada que no sea fútbol, deportes, famosines o ruedas de prensa. Los fotoperiodistas aparte de comer tenemos que viajar al lugar, dormir y tener tiempo para captar lo que sucede. No podemos estar secuestrados en las redacciones. Es curioso que con las mejores comunicaciones y tecnologías de la historia cada vez haya menos ojos sobre el terreno. La aparición de algunos nuevos medios en Internet como infoLibre creado hace dos años por periodistas serios y experimentados, o Periodismo Humano, que dirijo desde hace cinco, todavía no han conseguido el modelo económico necesario, no de negocio, que ha sido el principal problema de los medios tradicionales, para poder invertir en buenos fotoperiodistas.

Las sanciones de la Ley Mordaza

Para terminar mi carta, Enrique, te cuento algunos de los anticipos de la inminente Ley Mordaza, a punto de ser puesta en vigor, bajo la cual los pacíficos manifestantes verán trasmutada su libertad de expresión y manifestación por multas de hasta 30.000 euros y hasta 600.000 si eres un convocante. Y sin derecho a juez, las multas las ponen los policías y las firma el Gobierno. Los fotoperiodistas también seremos sancionados con cifras astronómicas si hacemos fotografías de policías que no les gusten a los propios policías. Va a ser divertido, algunos vamos a acabar en la cárcel. Fijo.

Te voy a contar lo que ya está pasando como aperitivo a la Ley Mordaza con la segunda hornada de la generación desahuciados. Hace poco la Guardia Civil de Melilla detuvo a Ángela Ríos mientras cubría un salto de inmigrantes en la valla de Melilla y las probables, por habituales, deportaciones ilegales que ordena el señor Fernández, ministro del Interior. La acusaron de tráfico de personas diciendo que llevaba cuatro inmigrantes en su coche. Cosa que la mayoría de la prensa dio en grandes titulares como si lo hubieran visto sus periodistas, que por supuesto no envían a hacer guardias interminables como Ángela, Antonio Ruiz, Teresa Palomo, Sergi Cámara, Santi Palacios, Miguel Landa... Por cierto, por fin un juez ha procesado a varios mandos y guardias civiles por deportaciones ilegales y golpes a inmigrantes gracias a las imágenes, fotografías y vídeos realizados por fotoperiodistas, también activistas como José Palazón. Afortunadamente el juez no se creyó las falsas acusaciones contra Ángela y archivó la causa.

Parte de esa generación desahuciados lleva documentando los desahucios de familias por policías, jueces, inmobiliarias, bancos e incluso ayuntamientos, como el de Madrid, para vender, a bajo precio, las viviendas sociales a fondos buitre de inversión como BlackStone. Excelentes profesionales como Andres Kudacki, Rodrigo García y Jaime Alekos han sido detenidos mientras cubrían algunos de los desahucios, que pocos más cubren, desde dentro de las casas de los que van a ser desahuciados. Han sido acusados y están procesados con cargos de resistencia, desobediencia, atentado a la autoridad (de dos a cuatro años de cárcel).

Por la surrealista acusación de arrojar gasolina a la policía fue detenido durante 30 horas Jaime Alekos -que trabaja con nosotros en Periodismo Humano- y que usa las mismas formas, ética, método, talento y hasta la misma cámara fotográfica de lo que es un ejemplo perfecto de ese nuevo devenir del fotoperiodismo: el llamado videoperiodismo o backpack journalism, como lo enseña en EE UU mi viejo compañero de andanzas fotográficas en Nicaragua, Bill Gentile. Sólo un periodista para contar las historias en imágenes, con movimiento y sonido.

Como titulas tus imprescindibles memorias, de momento, Hasta aquí hemos llegado, querido Enrique. Sólo decirte que te echamos de menos y que en tu ausencia nos quedamos con tu duende y tus enseñanzas para el resto del camino, que será largo, porque sospecho que pasaremos mucho tiempo más ocupados en defender a los periodistas que en contar lo que les sucede a los nadies.

Un fuerte abrazo,

Javier Bauluz

Javier Bauluz es fotoperiodista, ganador del premio Pulitzer en 1995 y director de Periodismo Humano. 

Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Supongo que ya estarás intentando, a pesar de las prohibiciones de los batistas de turno, documentar lo que pasa en esa Sierra Maestra en la que estés. Seguro que con tu encanto personal y tu excelente prosa encontrarás a otra voluntaria dispuesta a sacar clandestinamente tus rollos de película envueltos en sus enaguas y ponerlos a salvo, como hiciste tras tus cuatro largos meses de 1958 con los barbudos Fidel y El Che en Sierra Maestra.

Más sobre este tema
>