Suiza es el país neutral del planeta por antonomasia. Apenas pertenece a las Naciones Unidas y pese a estar rodeado de miembros de la Unión Europea y la OTAN, como un enclave en el centro de Europa, nunca tuvo tentaciones serias de unirse a más organizaciones internacionales. Ni siquiera durante lo episodios más tenebrosos de la historia europea, como las dos guerras mundiales. Eso le permite un estatus que sirve igual para albergar infinidad de organismos internacionales multilaterales como para haber sido tradicionalmente el escondite de las fortunas, legales o ilegales, de los más ricos del planeta. Pero esa neutralidad, defendida desde hace siglos, puede empezar a agrietarse.
La ministra de Defensa suiza, Viola Amherd (que es a la vez presidenta del país pues el cargo va rotando anualmente entre los ministros), recibirá el próximo 29 de agosto un informe, encargado a un grupo de expertos en julio de 2023, que aboga por modificar la tradicional neutralidad del país para acercarse paso a paso a las estructuras multilaterales occidentales, sobre todo a la OTAN. El grupo lo dirige el antiguo jefe de la patronal suiza, Valentin Vogt, y en él participan Christian Catrina, antiguo jefe de política de seguridad del ministerio, miembros de los grupos políticos con representación parlamentaria y más de una decena de personalidades del mundo militar, académico, diplomático o judicial.
El ataque ruso a Ucrania el 24 de febrero de 2022, la primera guerra de un Estado europeo contra otro desde la Segunda Guerra Mundial, alteró todos los equilibrios de poder del viejo continente y mostró las debilidades de muchos países. Ese movimiento militar hizo que países que ya eran miembros de la Unión Europea, pero no de la OTAN, como Finlandia y Suecia, se unieran a la Alianza Atlántica como una forma de protegerse frente a las tentaciones expansionistas de su vecina Rusia. Suiza, durante estos dos años y medio, mantuvo su papel neutral sin fisuras, incluso prohibiendo la reexportación a Ucrania de armamento de origen suizo vendido a terceros países. Pero el informe puede llevar al país por otro sendero.
El texto es todavía secreto, pero el tabloide Blick de Zúrich, el más leído en la parte de lengua alemana del país, ya empezó a filtrar lo más importante de su contenido. La publicación de lo más llamativo, entienden los medios germanos, buscan limitar el impacto de un informe que rompería con una política de siglos y que recibirá críticas sobre todo desde la izquierda socialista y ecologista por sus tendencias antimilitaristas y de la extrema derecha, por su amor al aislamiento del país y por sus tendencias rusófilas.
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El informe, según lo filtrado, asegura que el país debe acercarse a la OTAN, si no para convertirse en miembro de pleno derecho, sí para en la práctica ser parte de sus actividades. Y lo explica argumentando que “la OTAN seguirá siendo en el futuro previsible la garantía de la política de seguridad de Europa. Es la referencia para los ejércitos occidentales modernos y define los estándares para la tecnología de armamento. Una cooperación con la OTAN puede reforzar la capacidad de defensa de Suiza”. Y recuerda que Rusia “sólo ha atacado hasta ahora a países no miembros de la OTAN”, como Ucrania o Georgia.
Sin pasar a ser Estado miembro de la OTAN (no tendría problemas para recibir el visto bueno de los actuales 32 miembros, más allá del esperado chantaje a cambio de algo del húngaro Viktor Orbán) el informe sí pide que el gobierno suizo firme acuerdos con la Alianza Atlántica que permitan que sus soldados participen en sus maniobras e incluso en sus misiones internacionales. También que se flexibilice la política para permitir la reexportación de armas y llega a asegurar que, “en términos de política de seguridad, Suiza es una aprovechada”, porque se siente protegida por el paraguas de seguridad de la OTAN sin poner para esa defensa nada de sus recursos financieros o militares.
Los miembros del grupo de expertos ya visitaron la sede de la OTAN en Bruselas, donde recibieron el mensaje de que su país no debería seguir siendo un caso aislado en Europa y debería participar de la defensa colectiva del continente, porque eso la haría, en su opinión, más sólida, y porque ya se beneficia de ella sin correr con los costes.
Suiza es el país neutral del planeta por antonomasia. Apenas pertenece a las Naciones Unidas y pese a estar rodeado de miembros de la Unión Europea y la OTAN, como un enclave en el centro de Europa, nunca tuvo tentaciones serias de unirse a más organizaciones internacionales. Ni siquiera durante lo episodios más tenebrosos de la historia europea, como las dos guerras mundiales. Eso le permite un estatus que sirve igual para albergar infinidad de organismos internacionales multilaterales como para haber sido tradicionalmente el escondite de las fortunas, legales o ilegales, de los más ricos del planeta. Pero esa neutralidad, defendida desde hace siglos, puede empezar a agrietarse.