La fórmula de Lola García para combatir las 'fake news': educación, pedagogía y autorregulación mediática

La periodista Lola García

Lola García

Sólo un conocimiento ponderado de la realidad nos permite tomar decisiones y ejercer nuestra capacidad de elección en sociedades complejas como las nuestras. También en lo que respecta a la forma de informarnos. Los partidos y los medios de comunicación han dejado de ser los mediadores entre la política y la sociedad. Y han entrado en crisis tanto unos como los otros.

Hemos comprobado que disponer de más información, incluso romper el monopolio de la emisión de la información gracias a internet, no es garantía, ni mucho menos, de democratización. Es más, nos encontramos que hoy en día la desinformación campa a sus anchas sin que tengamos una fórmula para evitar que ponga en riesgo la convivencia y las propias democracias liberales.

¿Cómo corregir esas tendencias? No parece que ningún gobierno haya encontrado la fórmula mágica. En todo caso, antes de buscar emplastos cabe preguntarse primero qué fenómenos comunicativos perjudican el buen funcionamiento democrático. Solo a título de aproximación somera, me parecen reseñables dos que sería necesario combatir

  • La primera tiene que ver con el receptor. Se trata de la extrema segmentación de la dieta informativa por parte de unos ciudadanos que tienden a informarse solo a través de unos canales muy sesgados hacia sus propias convicciones, de forma que éstas se acaban radicalizando cada vez más.
  • La segunda se refiere al emisor. Es la pérdida de control de las fuentes de ingresos por parte de los medios, que deben “vender” su producción a grandes monopolios que la distribuyen previa selección a través del “algoritmo”, como ocurre con Google.

¿Tan difícil es luchar contra el fango? Intentémoslo

Para romper la segmentación, no hay otra solución que incidir en la educación y la pedagogía social. De igual forma que existen campañas y explicaciones en las aulas sobre las bondades de una dieta sana, es preciso formar a quienes enseñan para que, a su vez, ayuden a las nuevas generaciones a distinguir entre fuentes de información veraces y, sobre todo, les ilustren sobre los riesgos de navegar sin prevenciones por el mundo de las redes sociales, verdadero coladero de bulos y de una imagen simplista de la realidad. Asimismo, sería conveniente un mayor contraste de pareceres en el ámbito político. Los debates cara a cara no deben protagonizarlos solo periodistas-tertulianos que asumen el rol de defensa de una opción política, sino que es un papel a promover entre los dirigentes de forma frecuente, más allá de las campañas electorales.

Para reducir la dependencia de los medios de monopolios como Google será necesario preguntarse si, dado que ejercen una función pública, las instituciones deberían subvencionarlos sin esconderse, pero de forma más equilibrada

Para reducir la dependencia de los medios de monopolios como Google será necesario preguntarse si, dado que ejercen una función pública, las instituciones deberían subvencionarlos sin esconderse, pero de forma más equilibrada. Los criterios para recibir ayudas que contribuyan a su sostén pueden ser una mezcla diversa: audiencias, rigor, régimen lingüístico, variedad ideológica en las opiniones… pero sobre todo se trata de ejercer un control que podría depender de una combinación entre los parlamentos y la profesión periodística, ya que solo desde una potente autorregulación de los medios, de una gobernanza propia, se puede aspirar a una mayor efectividad.

No es una tarea fácil y probablemente las herramientas que apliquemos se verán superadas por los avances tecnológicos antes incluso de ponerlas en marcha. Pero quedarse de brazos cruzados solo conduce a contemplar con impotencia el embrutecimiento de los medios, del periodismo y de la política.

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