La batalla de Manuel Vilas contra 'Rojo y negro' de Stendhal: "Mi obsesión era comprender la novela"
Son las tres de la madrugada. Una noche de verano de esas asfixiantes y repletas de mosquitos. Con las ventanas abiertas de par en par y la lámpara de la mesilla de noche encendida, Manuel Vilas, con catorce o quince años, lee y relee Rojo y negro, de Stendhal. Entender la novela se ha convertido en una obsesión, en un desafío personal. No era un adolescente aventajado en tareas intelectuales, no se le daban bien los estudios. Confiesa a infoLibre que "era bastante tonto en general". Por eso, lograr leer y entender esta novela de Stendhal con esa edad le hizo profundamente feliz.
Tanto es así, que recuerda perfectamente el momento en el que compró este libro. Le pidió dinero a su madre y se dirigió a la librería-papelería de su pueblo (Barbastro, Huesca). Era una edición barata, una oferta. Tardó un mes de julio entero, leyendo noche tras noche. Releyendo en muchas ocasiones porque no acababa de comprender la trama. "No quería que se me escapase nada. Era minucioso. Por tanto, ahora que lo pienso, creo que no era un adolescente tonto del todo. Mi obsesión era comprender la novela y derrotar todas sus páginas", rememora. Esta obra le descubrió la literatura, la ficción, "los héroes de papel". Entenderla fue una victoria personal.
Vilas, finalista del Premio Planeta en 2019 y ganador del premio Nadal en 2023, nos confiesa que aquel deslumbramiento que tuvo en esa primera lectura ya no volvió a ocurrir cuando lo leyó años más tarde. Ya no era el mismo libro, ni él era la misma persona. Eso sí, esta lectura iniciática le hizo sentir la vocación de la escritura y empezar a comprender la complejidad de la literatura. Pero no le hizo adentrarse en la obra de Stendhal, pues pese a que reconoce que es un gran escritor, nunca volvió a interesarle demasiado a partir de ahí. Optó por irse por otro camino: "Me fui con los rusos, los americanos y los alemanes. La montaña mágica fue el siguiente"
Apunta Vilas por otro lado que él es de familia pobre, en la que nadie leía libros. Recalca esto porque está “harto de los hipócritas de la izquierda española actual, que vienen de familias pudientes, cuyos padres franquistas les matricularon en buenos colegios y ahora te dicen lo que tienes que leer o cómo tienes que vivir”. Vilas leía para salir de la pobreza. Por eso, afirma con vehemencia: "los libros están escritos para los pobres, no para los ricos. Y menos para los ricos disfrazados de pobres".
Solo Cervantes está a la altura de Kafka. O Kafka a la altura de Cervantes, eso da lo mismo
Todo el año es propicio, pero concede el autor que el verano es el período perfecto para leer. Para combatir la ignorancia. Cuando lees, según Vilas “te haces ateo". "Te haces libertario. Te haces tolerante. Y, sobre todo, sales de la ignorancia”, subraya. En la temporada estival aprovecha para leer muchos libros a la vez, porque así es más fácil contemplar la "alienación general de este mundo". Y recalca el acto de leer como fundamental para salir de la "ignorancia terrible", que ahora es la que domina nuestras sociedades.
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Profundizando y concretando aún más, entiende el verano como un período ideal para adentrarse en la literatura rusa, "para un Tolstoi, por ejemplo". Incluso recomienda más directamente la lectura de las que considera las tres grandes novelas de Kafka: El desaparecido, El proceso y El castillo. En ese orden. Entusiasta del autor checo, no duda en calificarlo como el escritor más importante de la literatura universal del siglo XX. Y añade: "Solo Cervantes está a su altura. O Kafka a la altura de Cervantes, eso da lo mismo".
La literatura sí es apasionante y liberadora, pero no aleccionadora o moralizante
Ávido lector, no entona Vilas discursos ejemplarizantes o moralistas hacia la gente que no lee, sino que habla de la importancia de tener la oportunidad de leer. Sus padres no la tuvieron, “por culpa de Franco y por culpa de la miseria”. Es por ello que tacha de imperdonable que un país no dé esa oportunidad a sus ciudadanos, tal y como pasó con sus progenitores, que no pudieron leer ni formarse para poder hacerlo. Puede que por esto, por haberlo visto tan de cerca, el escritor mantenga una mirada más alejada del elitismo de aquellos "pedantes que se ponen medallas y se hacen los listos por haber leído muchos libros".
Para terminar, siguiendo en esta línea, Manuel Vilas establece la pedantería como enemigo número uno de la literatura. A su juicio, en cambio, la literatura es la vulgaridad de la vida: “La literatura sí es apasionante y liberadora, pero no aleccionadora o moralizante”.