Pardo de Vera: "Ya no hacen falta golpes para acabar con la democracia, bastan unos mensajes falsos e inventar enemigos"

Ana Pardo de Vera.

Ana Pardo de Vera

La frase más contundente que nos han dejado los acontecimientos de este siglo es un clásico que ha cobrado una dimensión inabarcable por culpa de la difusión con total impunidad de determinados entes tecnológicos, plataformas o redes sociales cuyos beneficios económicos, además, superan el PIB de varios países: las democracias mueren en las urnas, ahora y sobre todo, más que nunca. Líderes autoritarios que acceden a las instituciones a través de mecanismos electorales y aprovechan el poder para subvertir las democracias; hay ejemplos para aburrir, desde Hitler o Mussolini, en el siglo XX, hasta Donald Trump, Javier Milei, Nicolás Maduro, Benjamin Netanyahu o Viktor Orbán.

No, ya no hacen falta golpes militares o revoluciones armadas para cargarse la democracia de un país. Basta con contar con una crisis socioeconómica, un puñado de mensajes sencillos y falsos sobre la fácil resolución de los problemas ciudadanos, unos o unas culpables inventadas y criminalizadas, y unos enemigos políticos y mediáticos, que no adversarios, a los que se niega legitimidad alguna y se acusa de querer llevar a cabo las mayores atrocidades: romper España con su venta a trozos, pactar con terroristas, controlar al controlador electoral Indra para falsear resultados, querer pervertir a hijos e hijas con educación sexual e ideologías de género, vaciar España de españoles buenos al acoger migrantes pobres… Seguro que ahora les va sonando todo, y mucho más que me he dejado en el tintero. O nosotros o nadie, es el mantra de los trump del mundo, aquí, en EEUU o en Rusia.

Para llevar a cabo estas estrategias, que se repican en varios países conforme a la idiosincrasia de cada uno, es imprescindible que los líderes autoritarios, sus partidos, sus cómplices y los seguidores de todos ellos señalen al enemigo, a aquel de cuya destrucción –política, pero también personal– depende que se impongan el orden y el sistema autoritario previsto por estos opresores.

Es imprescindible convertir la conversación pública –en la calle, en las instituciones y en los potentes altavoces tecnológicos que son las redes y varios medios cómplices o pseudomedios sin escrúpulos– en una cacería contra políticos/as en contra de estas prácticas, gritando mucho, mintiendo sin cuartel, insultando como verracos en celo o amenazando hasta la psicopatía con torturas, violaciones y hasta el asesinato, del enemigo o enemiga y/o sus familias. Yo misma tengo fotos enviadas a mis buzones que son auténticas delicias gore por reivindicar la democracia frente a la escoria circulante.

Lo más difícil no es, sin embargo, identificar a los autoritarios ansiosos de poder (¿qué tal si empezamos por señalar los derechos humanos como líneas infranqueables para un demócrata?) y su tropa de seguidores babeantes de veneno, sino señalar a esos líderes trajeados, denunciarlos y alertar sobre sus riesgos. Al fin y al cabo, a otros líderes ambiguos, ambiciosos ¿y cobardes? les interesa minimizar violencias y restarles importancia para tener su apoyo y gobernar, por ejemplo, comunidades autónomas y ayuntamientos.

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Se empieza por ahí y se termina compitiendo con ellos con sus mismos métodos, como señalar a migrantes pobres como delincuentes solo por serlo, el deporte favorito ahora de los opresores del siglo XXI, o negar la legitimidad de un presidente por lograr la mayoría parlamentaria para gobernar y aprobar leyes. Si el asesinato de un niño de 11 años sirve para desatar la xenofobia y la violencia contra menores desamparados y la familia destrozada del pequeño desde el Parlamento Europeo a las redes sociales pasando por el Congreso, ¿creen que van a detenerse en la liquidación del enemigo, nunca adversario, para acceder al poder e imponer su visión aberrante del mundo?

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Ana Pardo de Vera es Directora de Relaciones Institucionales del diario 'Público' y analista en distintos medios audiovisuales.

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