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Envidia literaria

Rosa Berbel ve en 'El padre' de Sharon Olds un "manual sobre el dolor"

La poeta Rosa Berbel.

"Es ya un clásico contemporáneo, recomendarlo es como no decir nada", se lamenta la poeta Rosa Berbel (Estepa, Sevilla, 1997). Se refiere a El padre, el poemario publicado por Sharon Olds en 1992 y editado en España en 2004 gracias a Bartleby. Es el libro que habría querido escribir ella misma si no lo hubiera hecho ya la autora estadounidense, tal y como cuenta en esta sección en la que distintos escritores confiesan sus envidias sanas, esos títulos que firmarían si pudieran. "Es uno de los libros que más ha marcado mi trayectoria", indica. Es una trayectoria breve pero prometedora. Su primer poemario, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018), se hizo con el Premio Antonio Carvajal, y ella despunta ya como una de las autoras más señaladas de su generación. 

 

Berbel habla con admiración de la poeta, que le saca más de medio siglo y sigue aún en activo, como escritora y como profesora de escritura en Nueva York. Ella descubrió el título en 2016, antes de cumplir los 20, y lo ha releído varias veces desde entonces. "Es una poesía muy narrativa, confesional pero de una profundidad emotiva y afectiva poco frecuente", apunta. "A partir de la figura del padre, no solo reflexiona sobre la familia y los tabús familiares y las violencias más o menos sutiles entre padre e hija, sino que es una especie de manual sobre el dolor". En El padre, considerado su libro más relevante, la poeta habla con franqueza de su progenitor cuando este se encuentra muy cerca de la muerte. El final inminente no la empuja, sin embargo, hacia el sentimentalismo, y junto a la luminosidad de la infancia el lector encuentra también el relato del abuso. Es una elegía, no una hagiografía. 

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No es extraño que Rosa Berbel elija precisamente este libro. Las niñas siempre dicen la verdad se interesa también por las relaciones familiares, por el terreno poético de la infancia. Del mismo modo, hay en la obra de la joven poeta un interés por la escritura confesional, un trabajo con la negociación entre el desgarro y la distancia. "Ahora que lo leo con algo más de perspectiva", dice ella misma, "sí que veo similitudes a la hora de buscar y encontrar las violencias sutiles en lo cotidiano, y situarse en esa incomodidad crítica". Aunque quizás se puedan encontrar diferencias en la manera en que ambas abordan la verdad de esta confesión: Old trabaja desde la honestidad —aunque se tome con un grano de sal su propia percepción—, Berbel juega, desde el mismo título, con la propia idea de la verdad.

La sevillana se ocupa en su obra, de manera clara, del rol otorgado socialmente a lo femenino, y se pregunta desde dónde se vive o se escribe cuando se ha sido señalada como mujer. Este interés se v también en otro título en el que Berbel había pensado, esta vez en narrativa: La mujer helada, de Annie Ernaux. Aquí, la autora francesa se vale también de la confesión, en este caso en forma de novela autobiográfica. Pero, aunque este título publicado en 1981 (y editado en España por Cabaret Voltaire) se ocupa también de la crianza de la autora en el seno de una familia burguesa, se interesa especialmente por su entrada en el matrimonio y la maternidad y la distancia que estos dos hechos van creando entre su responsabilidad social y su deseo. Quizás sea este un nuevo camino a explorar para Berbel. 

 

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