Travis Birds: "A veces llegas destrozada a un bolo, sobre todo si es empalmando con otro y con mucha carretera"
El gran público la conoció como la mujer que abandona a Joaquín Sabina en la réplica femenina de 19 días y 500 noches escrita por Benjamín Prado. Al mismo tiempo, toda una nueva generación se adentraba en su universo propio al colar su canción Coyotes en la exitosa serie El embarcadero. Casi un lustro después, Travis Birds (Madrid, 1990) sigue sin querer desvelar su nombre real y se prepara para recorrer España en otoño presentando su tercer disco, Perro deseo, a la venta en octubre. Será en una extensa gira por salas, bien diferente a estos veranos de festivales, fiestas populares y motores de furgonetas recalentadas de concierto en concierto y de una ciudad a otra, siempre en tránsito con la música a otra parte.
"Me pillas precisamente haciendo números con el cuaderno de gastos para saber exactamente qué puedo llevar y qué no, haciendo balance de riesgos", confiesa la madrileña en una conversación telefónica con infoLibre, en la que explica que aún teniendo una oficina que la ayuda con toda la logística, al final hay "un montón de gestiones" de las que también tiene que encargarse una artista como ella, todavía en crecimiento. "Llegar a un sitio y tocar es casi lo de menos, porque todo lo que hay que hacer para llegar ahí es un jari importante", admite.
El "núcleo duro" de Travis Birds está actualmente integrado por seis personas. Ella misma al frente, los músicos y un técnico de sonido. "Estoy echando números porque me gustaría llevar mínimo la figura de road manager –encargada de que todo esté bien organizado y funcione en una gira, algo de lo que ella misma se encarga actualmente–, porque eso afecta también al concierto y a cómo te sientes tú antes de salir al escenario", relata, añadiendo otro puesto ciertamente importante cuando de tragar kilómetros se trata: el conductor.
"En esta gira estoy haciendo yo misma de road manager. También ha habido algunos bolos en los que nos hemos turnado para conducir, porque la verdad es que se hace un poco duro. En otros el panorama estaba algo mejor y nos hemos podido permitir llevar un conductor", señala Travis, poniendo no pocas espinas en ese camino de rosas que muchos, desde fuera, imaginan que es la vida de un músico cuando le ven cantando sobre el escenario. Como si le hubieran plantado ahí por arte de birlibirloque, directo desde su comodísima cama. Pero lo cierto es que hay mucho tesón y no poca fe entre los artistas que recorren sin descanso nuestras carreteras para engatusarnos con sus canciones.
Travis, sin ir más lejos, vive en la sierra de Madrid y sale de su casa con un "montón de margen" a recoger la furgoneta antes de ir al punto de encuentro con los músicos en Vallecas. Allí se ponen en marcha ya todos juntos: "Es muchísima carretera. Busco siempre un restaurante guay para comer que nos siente bien... y que no sea muy caro. Si no hay conductor nos vamos turnando. La verdad es que conducir es un cansancio extra, por eso cada vez más intento tener a alguien para ello, aunque sea un gasto que muchas veces hace más justo el resultado. Pero llevar conductor te quita una cantidad de trabajo increíble".
Y prosigue: "La diferencia de cansancio de llegar a un concierto habiendo tenido que conducir o no es bastante grande. No es lo mismo que cuando te has tirado atrás en la furgo y te dejas llevar con tus cosas. Porque conducir, y más cuando llevas una furgoneta grande con seis personas dentro, es una tensión. Y hace falta una energía increíble para dar un concierto como front woman (cantante líder, por así traducirlo), yo en ocasiones me sorprendo y no sé de donde sale. Porque a veces llegas a un bolo destrozada de cansancio, sobre todo si vienes empalmando con otro de otro día y muchas horas de carretera".
Descansar no es precisamente una actividad recurrente para músicos en ruta. Más aún si hay que hacer por ejemplo un Madrid-Barcelona que obliga a salir a las seis o las siete de la mañana, calculando siempre un poco de margen para hacer frente a posibles imprevistos. Poco más aparte de la parada para comer y directos al lugar del concierto para hacer la prueba de sonido, pues el técnico de sonido –bueno, aquí se podría hablar en plural por todo el gremio– de Travis es "súper exigente con la hora". Después, a prepararse para dar el "bolo de tu vida", pues así se lo toman en Travis Birds noche tras noche.
"Nos encontramos en un momento en que estamos muy agradecidos, porque tener volumen de trabajo en una profesión así siempre es algo que no puedo dejar de agradecer. Pero también hay una parte que no se ve, que a lo mejor te has pegado una paliza a conducir y a hacer labores que te tienen en tensión, en mi caso con la parte de road manager, y luego llegar, hacer una prueba de sonido concentrada y estar preparada para hacer el bolo de tu vida, que yo siempre me lo planteo así. Con indiferencia de todo lo que lleves detrás, tú te lo planteas como que es el mejor concierto que vas a dar en tu vida", apunta.
Para conseguir ese propósito en absoluto baladí, tiene Travis algunos rituales de "concentración, calentar la voz, cantar o escuchar ciertas canciones" si se siente algo desconectada del momento o "con miedo o inseguridad". Porque cada actuación es un mundo y, por ejemplo, hay noches en las que igual hay que cantar en unas fiestas populares y la gente se acerca a ver al artista de turno "como a cualquier otro". "Esos conciertos a veces se dan bien, pero otras se hacen duros", confiesa la cantante, quien pone otro ejemplo de dificultad que enfrentar: "Si en la prueba no ha dado tiempo a conseguir un sonido bueno dentro del escenario, se sufre muchísimo".
Una vez terminado el concierto llega el único momento de descanso. Incluso en las noches que puede que no hayan salido del todo bien o, al menos, como los músicos esperaban. Es un momento de "camaradería" que Travis y los suyos se toman con bastante calma, "no de fiesta por la ciudad" ni nada de eso. Más bien intentan "alargar todo lo que se pueda la buena energía que se suele quedar" entre ellos después de una actuación. "Los postconciertos son uno de los mejores momentos siempre. Incluso aunque haya ido mal, son unos ratos de compañerismo súper fuertes", destaca la cantante, que habla de la vuelta a casa como un proceso de regreso también mental.
"El viaje de vuelta se me hace bastante más largo y pesado. Se comentan cosas y se habla, pero yo suelo estar bastante más introvertida al día siguiente, porque además soy una persona que necesita mucho tiempo sola para procesar las cosas", señala. "Las vueltas –añade– necesito vivirlas un poco solitarias, y la tarde de vuelta en casa la paso sola. Me suelo poner a intentar componer, que es donde me evado y de alguna manera renazco".
Y es que, según destaca, siempre hay una especie de "resaca postconcierto" que igual es difícil de entender "si no la has vivido", pero que está relacionada con el "chorro de energía que has dejado ahí arriba en el escenario, que te deja en un estado complicado de expresar y de identificar, pero que que necesita un procesamiento mental y un descanso muy potente".
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"No porque te creas que eres la hostia porque has dado un concierto, que creo que muchas veces la gente lo interpreta así, sino porque creo que ahí se produce como una especie de intercambio energético que te llevas y te afecta. Has dejado y has absorbido mucha energía y tienes que calmar las aguas de todo eso. En mi caso, normalmente necesito soledad y si esa tarde después del viaje no la tengo, la voy a seguir arrastrando y necesitando hasta que la pueda tener. Cuanto más tiempo pase sin poder tenerla más tiempo voy a necesitar de estar sola conmigo misma", reflexiona.
Para terminar, comenta Travis que este verano no han tenido un "volumen de actuaciones de locura", lo cual les ha venido muy bien para mantenerse en la carretera y preparar al mismo tiempo la presentación del nuevo disco a partir de otoño. Una gira que tiene a la madrileña "muy ilusionada" ante las buenas perspectivas de crecimiento de público en salas de todo el país a tenor de las anteriores visitas.
"Nunca sabes qué te vas a encontrar, aunque tenemos un tiento de los sitios y tiene pinta de que va a mejorar. Además, las salas son muy diferentes a los festivales y las fiestas porque la gente ha pagado una entrada por verte a ti. Por eso son un poco mágicas y en ellas se crea una energía que no tiene ningún otro concierto o un macrofestival ni nada. Tengo buen presentimiento y muchísimas ganas de este tipo de conciertos con nuestra gente. Porque se siente un poco así, que es tu gente, que va a apoyar tu concierto en su ciudad", termina.