¿Dónde quedó aquello de ser de centro?
Una vez, alguien me dijo que el centro (político) no era una ideología sino una actitud. Que el centro eran las formas, la manera de expresarse, la perspectiva de encarar lo que piensas. Así, existía el centro derecha y el centro izquierda, que básicamente eran dos ideologías muy distintas expresadas de la misma manera.
Esa me parecía la única definición digerible de "centro", toda vez que ha quedado demostrado por la vía de la práctica que, al menos en España, no existe. Hoy vemos cómo Ciudadanos tiene como mayor valor electoral (puede que mañana ya no) a Begoña Villacís, una mujer que se hizo fotos derribando chabolas, una imagen con la que no se hubiera atrevido la ultraderecha de un buen puñado de países europeos. Podríamos decir que Villacís, y durante muchos tiempos Cs, fue un partido de derecha muy dura con esas formas que llamaban "centro". Spoiler: sale mal.
Si de manera moderada justificas que se machaque a gente pobre que trata de saltar una valla para poder sobrevivir en Europa, usted puede llamarse "moderado", pero usted es lo que es
Ahora, si se fijan, nadie dice ser de centro. Ahora al centro lo llaman "moderación". Tú puedes decir que el actual gobierno es el menos feminista de la historia de la democracia perteneciendo al PP y ser "moderado". Porque "moderado" es la pose, la forma, no dar miedo a mi madre como Pablo Iglesias. Nadie puede negarte ser "moderado" porque "moderado", amigos, no es nada. Si de manera moderada justificas que se machaque a gente pobre que trata de saltar una valla para poder sobrevivir en Europa, usted puede llamarse "moderado", pero usted es lo que es.
Toda vez que el centro ha muerto y que la política en año electoral solo son gestos, vamos a hartarnos de presenciar la carrera por alcanzar la moderación universal o, peor, por definir al otro como radical para demostrar, aún más, lo "moderado" que eres tú. De esta forma, ni siquiera tienes que guardar las formas: vale con demostrar que el otro es un extremista para sentarte en el cómodo sillón de la moderación por la vía de los hechos mediáticos. La verdad política y la verdad electoral son esferas totalmente diferentes.
Yo creo que en un tiempo en el que afrontamos retos mayúsculos como el desafío climático, la lucha contra un sistema económico que (hablemos de la inflación de los alimentos o el precio de la vivienda después de tocar los tipos de interés) está demostrando no seguir ni sus propias reglas porque al dinero en España le importan más cosas que el dinero, la batalla por los derechos laborales o los intentos por democratizar las empresas, se requieren soluciones radicales, políticos valientes, personas que decidan gobernar con vistas a una década y no a unas elecciones. Si para conseguir conquistar el poder hay que pasar por el filtro de la moderación (antes centro), porque así lo exige la verdad electoral, pues bienvenido sea. Pero en estos tiempos, la pusilanimidad en la política solo puede quedarse en la forma. Quien mejor lo ha entendido es la ultraderecha europea y le va bien. Tomemos nota.
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