Isi, Trejo y el derecho a la belleza de la clase obrera
El otro día ocurrió un hecho extraordinario en el fútbol. Dos jugadores del Rayo Vallecano, Óscar Trejo e Isi Palazón, decidieron lanzar un penalti como muy pocas veces se ha visto. El argentino, en vez de golpear directo a portería, se la pasó al murciano y este, acechado por un defensor del Girona que hizo muy bien su trabajo, la echó fuera. El Rayo ganaba 2-1, vio cómo le empataban el partido en la segunda parte y lo cierto es que pudo perder, porque el equipo catalán jugó muchísimo mejor en los segundos 45 minutos, como si el Rayo hubiera quedado tocado por tan estrambótico fallo. El equipo vallecano es de los que más penaltis fallan en la Liga este año, los tiren "normales" o así. No es la primera vez.
Vienen a la memoria muy pocas veces en las que se ha ejecutado un penalti así. El recuerdo lleva automáticamente a la Naranja Mecánica, la mítica selección holandesa de finales de los 70 que, liderada por Johan Cruyff, dejó un fútbol revolucionario pero nunca ganó un gran título, ni europeo ni mundial. Se le recuerda por lo que jugó, no por lo que ganó. También lo hicieron Messi y Luis Suárez en el FC Barcelona, una pareja que dejó un fútbol para el recuerdo y muchos títulos nacionales, pero que, si somos puñeteros, ganó una Champions en los seis años que jugaron juntos, un tiempo en el que el Real Madrid logró tres. No es descabellado decir que Messi y Suárez dejaron mejor recuerdo por su increíble manera de jugar y su gusto por la belleza que por sus títulos.
Lo que Trejo e Isi no saben, lo que posiblemente ni piensen, es que a muchos aficionados del Rayo nos han dado autoestima. Nos han dicho que, a pesar de ser pobres y obreros, tenemos derecho a la belleza que solo paladean los grandes
El caso es que Trejo e Isi, dos futbolistas modestos con vida modesta y mentalidad modesta, decidieron colocarse en un lugar que no les correspondía. El fútbol ya solo me funciona como metáfora, porque la literalidad de lo que se cuece en el profesional masculino da bastante asco. El Rayo Vallecano, mi equipo, el de mi barrio, está regido por un presidente simpatizante de la ultraderecha y no hace nada más que dar asco, si a las decisiones de sus oficinas nos remitimos. Es decir: que el Rayo como orgullo de la clase obrera, como selección nacional de los vallecanos, de los desposeídos, solo es eso, una construcción, una metáfora. Por eso, como a toda la clase obrera, no nos corresponde la belleza. Sí el trabajo, sí la humildad, sí el empuje y la garra y la furia, pero no la genialidad. La clase obrera no tiene derecho a la belleza y no hay más que darse una vuelta por cualquier barrio, por sus fachadas, por sus calles, construidas deliberadamente ajenas a lo bonito, al disfrute. A los aficionados del Rayo no nos toca un penalti a lo Naranja Mecánica o a lo Barça inimitable. No es lo nuestro. El derecho solo es de los que pueden pagar a los genios caros.
Por eso, justo por eso, es posible que Isi fallara el tiro. Y por eso la afición, mucha de ella, anda enfadada, porque encima perdimos dos puntos, y en la casa del pobre, aunque ahora andemos muy bien, nunca sobra la comida. Pero lo que Trejo e Isi no saben, lo que posiblemente ni piensen, es que a muchos aficionados del Rayo, en este reino de la metáfora futbolística, nos han dado autoestima. Nos han dicho que, a pesar de ser pobres y obreros, tenemos derecho a la belleza que solo paladean los grandes. Salió mal, pero da igual. Yo me siento bien viendo ese error. Me siento como que estoy comiendo del plato que no me dejan nunca, y eso está muy bien. Isi, Trejo, gracias. Ojalá a la próxima salga bien.
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