El retroceso del revólver contra el feminismo Cristina Monge
Votar con miedo
La estrategia funcionó en abril de 2019. La izquierda reaccionó. Ocurrió tras la irrupción de la ultraderecha en Andalucía y la foto de Colón. Pedro Sánchez convocó y ganó, aunque no sirvió para nada porque se repitieron las elecciones. Vox casi duplicó su representación así que la coalición imposible durante meses se hizo carne con las urnas en caliente. Rapidito y sin rechistar, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaron el acuerdo, que a saber cuál habría sido el correctivo de las urnas a la tercera. Queda la foto del abrazo de los antagonistas de la izquierda, condenados a entenderse. Agarrados el uno del otro, para no caerse.
Eso ya es historia, pero el PSOE ha vuelto a activar la estrategia de entonces como plan de supervivencia tras el desastre del domingo. Creen que tienen la oportunidad de rentabilizar la zozobra a que la alianza de PP y Vox se haga con el poder en toda España, así que vamos a unas generales planteadas para que gane el miedo que más movilice: el de la derecha convocada para rematar al “sanchismo” o el de la izquierda ante la amenaza de la “derecha extrema y la extrema derecha”. Votar sin miedo ya no es una opción.
Miedo es el título de un libro de la periodista Patricia Simón, que concluye que los temores se han convertido en el “andamiaje de la estructura de los gobiernos”. Cuenta que los seres humanos estamos diseñados para “aceptar las mentiras y las incoherencias que se adaptan a nuestra ideología, a nuestro código de valores y nuestras creencias culturales”. Es el “sesgo de confirmación” que existe en sociedades “polarizadas, crispadas y atrincheradas ideológicamente”. He vuelto a esas páginas estos días ante la crudeza de las palabras que me escribió un socialista en shock en la madrugada del domingo. Hablábamos de que las políticas del PSOE gozan de reconocimiento en todos los estudios demoscópicos a pesar del descalabro electoral: “Si un amigo te hace un favor, le das las gracias y quedas en que ya lo invitarás. Te hace una putada y le rayas el coche. El odio moviliza pero el BOE, no”.
Habrá que ver si el golpe de realidad del 28M tiene el efecto movilizador que buscan los candidatos de la izquierda para el 23J, sobre todo después de la frivolidad e irresponsabilidad que supuso aquella repetición electoral en 2019
Habrá que ver si el golpe de realidad del 28M tiene el efecto movilizador que buscan los candidatos de la izquierda para el 23J, sobre todo después de la frivolidad e irresponsabilidad que supuso aquella repetición electoral en 2019, cuando no calcularon que engordaban a Vox. Hay quien piensa que puede pasar como en Andalucía hace un año, cuando el PP capitalizó su posición de caballo ganador y muchos votantes quisieron darle el empujoncito que necesitaba para sumar la mayoría absoluta y prescindir de la ultraderecha. Hacer un pronóstico es una temeridad, pero sí que nos queda una certeza del domingo: el modelo de ciudad, los proyectos y la capacidad de gestión no sirven para nada cuando hay una poderosa corriente de voto a la contra, que arrastra a los ciudadanos como una ola.
Visto lo visto, lo más rentable electoralmente es no provocar al contrario. No mover un dedo para cumplir tus promesas (modelo Moreno Bonilla en Andalucía, cuando no tenía mayoría) en lugar de remangarte para sacar adelante en minoría presupuestos y leyes (modelo Sánchez en las Cortes, donde ha conseguido estabilidad durante cuatro años con 120 escaños). Más allá de cuestiones personales, la etiqueta del “sanchismo” está muy vinculada a las alianzas del PSOE con Unidas Podemos, los independentistas y Bildu para sacar adelante la legislatura, es decir, para gobernar en medio de las adversidades con una endiablada aritmética parlamentaria.
Quizá la estrategia electoral ventajosa habría sido lograr la investidura, irse a vivir a la Moncloa y encogerse de hombros después; evitar el desgaste de buscar los apoyos debajo de la piedras para gestionar la pandemia y las consecuencias de la guerra. La coalición se ha empeñado en dañar su credibilidad en más de una ocasión, pero el marco de Frankenstein ha ayudado a la derecha a mantener en tensión al electorado conservador desde el mismo día del abrazo Sánchez e Iglesias. Da igual que Bruselas haya bendecido sus estrategias o que la reforma laboral haya salido con el acuerdo de la patronal porque, como escribe Patricia Simón en Miedo, vivimos en sociedades en las que existen “multitud de etiquetas bajo las que crear supuestos enemigos”. Quizá si el PSOE se hubiera hecho el muerto tendría más opciones de seguir vivo. Nunca sabremos qué habría sido de los ciudadanos en ese caso, aunque el 23J descubriremos quién le saca más partido a todos sus miedos.
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