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D. Federico Mayor Zaragoza, feliz 90 cumpleaños

Manuel Dios

Delito de silencio. Tenemos que convertirnos en la voz de la gente silenciada... Que nadie que sepa hablar siga callado.

Este sábado, 27 de enero, el profesor Federico Mayor Zaragoza cumple 90 años. Pocas personas en mi vida me han influido tanto como él. Le conocí personalmente en el año 2000, hace por lo tanto 24 años. Antes lo seguía, por supuesto sabía de su trayectoria, bioquímico, investigador, docente, rector, ministro de Educación, poeta..., pero será como Director General de la UNESCO (1987-1999) cuando empecé a fijarme —con más detalle— en su discurso humanista y decidí suscribirme a El Correo de la UNESCO, donde D. Federico escribía magníficos editoriales.

En sus dos mandatos como máxima autoridad de la UNESCO, y antes incluso, como Director General Adjunto, su impronta fue muy relevante, lo recuerdan bien en París los trabajadores y trabajadoras de la Organización de la Educación, la Ciencia y la Cultura de Naciones Unidas. Tuve la ocasión de comprobarlo y verlo con mis propios ojos en el homenaje que le hicieron con motivo de su 80 cumpleaños. El afecto, el cariño y el agradecimiento eran evidentes. Y su recuerdo perduraba después de tantos años....

Comenté con anterioridad que le conocí personalmente en el año 2000. Desde esta perspectiva hablo y escribo. Su biografía e inmenso currículum son bien conocidos. Antes, desde finales de los 80, como Presidente del Seminario Galego de Educación para a Paz, le remitía a París un ejemplar de las publicaciones que realizábamos, particularmente algunas Unidades Didácticas sobre los distintos aspectos de la Educación para la Paz y los Derechos Humanos. Y en el año 2000, cuando decidió voluntariamente no aspirar a un tercer mandato y volvió a España, creó la Fundación Cultura de Paz, que todavía preside.

Entonces me atreví a llamarlo. "Sapere aude", atrévete a saber, reitera en sus conferencias, pero como él mismo dice, además de atreverse a saber también conviene "saber atreverse". Y yo me atreví. Lo llamé para que viniera a Santiago de Compostela a inaugurar los Encuentros Anuales que organizábamos sobre Educación para la Paz desde mediados de los años 80. Fue lo mejor que podría haber hecho. Cambió mi vida. Respondió afirmativamente a la invitación con la amabilidad y generosidad que lo han caracterizado toda su vida. Vino a Santiago acompañado de su mujer, Cheles, bioquímica y farmacéutica como él, pero "con mejores notas", tal y como él mismo apostilla.

Desde aquel momento, nuestra amistad no hizo más que crecer y se fue convirtiendo en un asiduo de las actividades del Seminario, conferencias, actos en la Universidad, presentaciones.. Santiago de Compostela, mi ciudad, le fascinaba y le sigue fascinando. Ya tuvo un papel decisivo en la Declaración de Santiago de Compostela como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1985 cuando todavía era Director General Adjunto de la UNESCO.

Luego he mantenido con él numerosas charlas y reuniones, seguimos hablando con mucha frecuencia. Me incorporé a la Fundación Cultura de Paz, a su Patronato, y fui su Director durante varios años, mientras mi admiración por su persona y su pensamiento aumentaban.

Ha prologado varios de mis libros y me ha pedido opinión, como yo a él, humildemente, sobre muchos asuntos relacionados con la Educación y la Cultura de la Paz, sobre la que tanto hablamos... Me ha obsequiado con grabados, poemas, libros..., pero sobre todo, con su amistad y la de su familia.

He dicho y lo reafirmo que pocas personas han influido, para bien, tanto en mi personalidad y en mi trabajo como D. Federico Mayor Zaragoza. Y en tantas otras personas, educadores y educadoras, investigadores, constructoras de paz, mediadoras y mediadores de conflictos, durante tantos años. Solo por esto, por su trabajo en la UNESCO, la Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, el Manifiesto 2000 o la Década de la Cultura de la Paz y la No violencia para todos los niños y niñas del mundo, merecería el Premio Nobel de la Paz, quién si no él...

Siempre insistiendo, toda una vida, en la fuerza de la palabra, en la necesidad de sustituir la razón de la fuerza por la fuerza de la razón

Sus publicaciones, sus poemas, su vida personal y profesional, su experiencia, sus declaraciones, su práctica investigadora, son un ejemplo, un asidero firme en donde agarrarse en tiempos sombríos, quién mejor que él... En nuestras conversaciones escuchaba embobado su caudal de extraordinarias experiencias, su visita a Nelson Mandela preso en Robben Island, su amistad con YasIr Arafat e Isaac Rabin, un sueño de paz en su despacho; o su larga colaboración con Mijaíl Gorvachov.

Siempre insistiendo, toda una vida, en la fuerza de la palabra, en la necesidad de sustituir la razón de la fuerza por la fuerza de la razón, “yo, que tanto callar ya no podía” con Garcilaso, o con Pedro Salinas, “la voz debida”... o el poeta tan querido que cita constantemente, Miquel Martí i Pol, “Pero nuestra misión es hablar”.

Cuánto me he reído al escucharle contar el cuento ruso de los tres sobres. Y cuánto me he emocionado al recitar su poema “Delito de silencio”. O al escucharle reiteradamente la frase que encabeza la Carta Constitutiva de las Naciones Unidas: “Nosotros los pueblos hemos decidido evitar a las generaciones futuras el horror de la guerra”. Deber de memoria, delito de silencio.

Finalizo con la dedicatoria que me regaló de su libro Un mundo nuevo: “Juntos, podemos construir un mundo nuevo. A Manuel Dios, amigo, compañero, cómplice, con muchos abrazos, Federico Mayor".

Con los mismos le deseo, D. Federico, feliz 90 cumpleaños, maestro.

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Manuel Dios es socio de infoLibre.

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