Trucar los dados

Las voladuras controladas sirven para destruir una edificación de tal forma que el colapso de la estructura afecte lo menos posible a su entorno. Pero a veces salen mal. Si las cargas se colocan inadecuadamente y los cimientos no se quiebran, la construcción quedará en un equilibrio precario volviéndola sumamente peligrosa. Si por contra el explosivo es demasiado potente, la onda expansiva y los cascotes despedidos provocarán una destrucción mayor de la que se pretendía evitar. Destruir es más rápido que construir, pero no más sencillo.

Sabemos que el Partido Popular convocó a 16 medios de comunicación a una comida informal en Lugo el pasado viernes 9 de febrero. Allí se encontrarían con un alto dirigente de su organización, que algunas cabeceras ya identifican con el propio Feijóo. También que en ese encuentro se pactó embargar las informaciones hasta última hora del sábado y atribuir lo dicho al impersonal “fuentes del partido”, con la intención de dejar que el propio líder popular adelantara en su mitin de Sarria del sábado las ideas que se expresaron en la reunión. 

Estas fueron que existió una negociación con Junts de cara a la investidura de Feijóo donde la amnistía estuvo sobre la mesa, idea que fue descartada en favor del indulto a cambio de una disposición de los independentistas a la reconciliación. Además, los populares reconocieron a los periodistas la dificultad de probar el delito de terrorismo, cuestión que impidió dar trámite a la ley en el Congreso debido a la instrucción seguida por el juez García-Castellón en esta línea. Los 16 medios, de líneas editoriales tanto progresistas como conservadoras, publicaron la noche del sábado informaciones muy similares dando a conocer estos tres puntos.

A partir de aquí, el incendio, primero con Feijóo cambiando su agenda para matizar las informaciones el domingo, sin negarlas, para después lanzar a Tellado y otros dirigentes a calificar de bulos y manipulaciones de la prensa sanchista lo que ellos mismos habían tenido tanto interés en transmitir, primero en la comida de Lugo, después en el mitin de Sarria. ¿Por qué el PP, en pleno ecuador de la campaña gallega, en unas elecciones donde se juegan mantener su tradicional feudo, decide dar un giro de 180 grados en su tratamiento de la solución al conflicto catalán? ¿Por qué justo en este momento?

El jueves 8 de febrero, Carles Puigdemont envió una carta pública a los miembros del Parlamento Europeo denunciando lo que considera una persecución judicial, un hecho que el expresident afirma que no se habría producido de haber investido a Feijóo con los votos de Junts. La misiva concluía con un “todo se sabrá”. Parece obvio que el mitin de Sarria, así como la comida de Lugo, planificada desde el lunes 5 como un encuentro distendido con los informadores, varió su contenido al conocerse la advertencia de Puigdemont, pasando a ser una oportunidad para que el PP filtrara el contenido de sus negociaciones con Junts, algo que valdría como una mano tendida a los independentistas.

Podemos entender que lo que se pretendió como una voladura controlada, en previsión de que Junts cumpliera su advertencia en los días finales de la campaña gallega, se fue de las manos. Pese a la preparación, el explosivo fue demasiado potente. Tras convocar cinco manifestaciones, arengar el peor lado de las protestas, reavivar en Europa la trama rusa, apoyar con firmeza a García-Castellón e incluso amagar con plantear la ilegalización de los independentistas, es decir, tras apostar el todo por el todo para impedir la aprobación de la amnistía y así arruinar la legislatura, admitir ahora la vía del indulto, por muchas matizaciones con los que se quiera apellidar al mismo, ha sonado en todo el país como un ejercicio mayúsculo de hipocresía.

Ahora parece obvio, pero estos meses no ha sido fácil dejar por escrito que para el PP la amnistía tan sólo ha sido una coartada con la que agitar la calle, las instituciones y el ámbito judicial, con la intención de hacer inviable esta legislatura

Tanto que la reacción del resto del arco político no se ha hecho esperar. Vox ha arremetido contra el PP acusándolos de dejar una “sensación de estafa”. Marta Rovira, secretaria general de ERC exiliada en Ginebra, ha declarado en una entrevista a la SER que el PP a través de Carlos Floriano intentó llegar a un acuerdo con su partido para lograr la presidencia de Feijóo, algo que confirmaría la aseveración de Aitor Esteban, del PNV, cuando aseguró el 16 de noviembre de 2023, en pleno debate para la investidura de Sánchez, que algún día contarían lo que les ofreció el PP. 

Sabíamos, por informaciones publicadas a principios de año en La Vanguardia, que el PP se había reunido con Junts en las primeras semanas de agosto de 2023 en el Hotel Alma de Barcelona. Unos encuentros que según fuentes independentistas fueron “de sexo, no de amor”, asumiendo así que el utilitarismo se debería situar por delante de las diferencias. Estas informaciones situaban a González Pons presente en aquellas reuniones. De esta manera sus declaraciones del 23 de agosto en las que afirmaba que “Junts es un partido cuya tradición y legalidad no están en duda” cobran ahora todo el sentido.

Conocemos, por las declaraciones de los propios protagonistas, que el PP intentó investir a Feijóo contando con los votos de Junts, ERC y el PNV. También que en esas negociaciones se habló de buscar una salida legal a los acusados del procés por medio del indulto. Y que tras fracasar en su intento, el PP desató una brutal campaña en contra de la amnistía, no sólo desde el flanco político, sino desde otras estancias tras el llamamiento de Aznar. Ahora parece obvio, pero estos meses no ha sido fácil dejar por escrito que para el PP la amnistía tan sólo ha sido una coartada con la que agitar la calle, las instituciones y el ámbito judicial, con la intención de hacer inviable esta legislatura.

Podemos deducir que esta historia ha resultado ser una voladura incontrolada. Intentando anticiparse a la advertencia de Puigdemont de que todo se sabría, el PP ha desequilibrado la campaña en Galicia y ha destapado su posición contra la amnistía como un mero ejercicio de sabotaje político e incluso ha dejado muy tocada la imputación por terrorismo en el caso Tsunami. El análisis nos lleva a concluir que el PP utilizó un explosivo demasiado potente, con una onda expansiva imposible de detener a pesar de la ya habitual relación con la mentira, la manipulación y la toxicidad de los de Feijóo.

¿Por qué el PP ha recurrido a esta operación en un enrevesado momento electoral arriesgándose a que la voladura se les fuera de las manos?¿Hubiera sido tan grave conocer por boca de Puigdemont que le ofrecieron un indulto condicionado a una política de reconciliación? El PSOE ha optado por intentar aprobar una ley consensuada por la mayor parte del Congreso para lograr el olvido penal de los encausados en el procés. El resultado está siendo un enorme coste para los socialistas. ¿Estaba dispuesto el PP a asumir ese peaje?

Sabemos que el PP, a través de Jorge Fernández Díaz, ministro del interior en la época de Rajoy, se preciaba en 2016 de poder lograr que la fiscalía afinara las causas. También, por un mensaje de Ignacio Cosidó, portavoz de los populares en el Senado en el año 2018, que se jactaban de controlar desde atrás la Sala Segundo del Tribunal Supremo, así como la sala 61, aquella encargada entre otros aspectos de la ilegalización de partidos políticos. También que desde Génova se pidió a García-Castellón, según fuentes de la propia Audiencia Nacional citadas por El País, que dejara la Vespa en Roma, donde estaba destinado hasta 2017, y volviera a Madrid a meterse en el fango. 

La mejor forma de ganar una apuesta es trucar los dados. La única condición es ejecutar la jugada con discreción para que nadie se entere de la trampa.

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