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La Feria del Libro

Hoy termina la Feria del Libro de Madrid. Aunque haya tenido que bailar con los días de lluvia y los grandes acontecimientos deportivos, creo que los resultados serán muy buenos. Las cifras de ventas, actos, público y autores volverán a demostrar la importancia de esta cita cultural en el Parque de El Retiro. Sin embargo, nada es tan importante para el mundo del libro como las conversaciones que se dan entre autores y lectores en el tiempo de una firma. Hay de todo, porque en las colas se mezclan la popularidad de una moda, la adolescencia de un gusto, la reafirmación política de algunos líderes o las pasiones a largo plazo. Pero, más allá de la anécdota, los días de Feria permiten comprender que la lectura es un hecho humano decisivo. El amor por los libros consigue que el yo de un autor y el yo de un lector formen un Nosotros.

Mientras escucha a sus lectores, el escritor puede recordar los motivos que le llevaron a dedicarse a la literatura. Y en cada recuerdo hay un libro en las manos, unas palabras de otro que permitieron sentir la propia vida. Tempestades y navegaciones de un protagonista novelesco acabaron sentidas en primera persona, como las palabras de amor en un poema o las ideas de un ensayo. Pura biografía del que aprende a mirarse en un espejo para reconocerse en la imaginación o en las inquietudes de los otros. Uno es autor porque antes ha sido lector.

Vivir cada palabra sin prisa... nos ayuda a reconocer la historia por dentro, nos permite hacernos dueños de nuestras propias opiniones más allá de cualquier orden inmediata. La literatura es un buen antídoto contra las consignas de los discursos

Los lectores cuentan al pedir una firma, y los cuentos son más importantes que las cuentas. Con este poema declaré mi amor. No sabe lo importante que fue en mi vida la lectura de esta novela. Quiero que firme el libro, pero dedíqueselo a mis padres, porque gracias a ellos empecé a leerle a usted. Me ayuda a comprender con sus artículos lo que pienso del mundo que estamos viviendo. Y así, palabra tras palabra, recordamos que todas las personas tienen un nombre, una historia sostenida por una ciudad o un domicilio, y que la lectura consigue unir las individualidades a una ilusión o una inquietud común. Amores, rupturas, enfermedades, muertes, viajes, miedos, sueños, van llenando las palabras del que cuenta, de quien escribe, de quien lee, hasta conformar un Nosotros.

No es mala cosa en un mundo que está desarrollando la tecnología de la soledad, el egoísmo teletrabajado de yo en mi casa y tú en la tuya, la identidad del sálvese quien pueda, porque los otros son un enemigo y conviene encerrarnos con una llave y 9 sílabas en la palabra seguridad. Leer es escuchar con los propios ojos la palabra del otro, incluso cuando ya está muerto, un vínculo que nos une a los siglos pasados y al futuro de nuestros herederos en el sosiego de las experiencias compartidas.

Si salvarse de la soledad es importante, poder pensar lo que se escucha o lo que se lee es incluso más importante. Los solitarios son carne de cañón a la hora de subirse al carro que más galopa. Sentir puede desplazarse a resentir y lo sentido puede abrir las puertas a lo resentido. Existe el peligro de acomodarnos en un Nosotros agitado por los primeros instintos del odio, el fanatismo, el rencor y la fragmentación. Vivir cada palabra sin prisa, comprender las vidas que hay en cada fecha o cada acontecimiento, nos ayuda a reconocer la historia por dentro, nos permite hacernos dueños de nuestras propias opiniones más allá de cualquier orden inmediata. La literatura es un buen antídoto contra las consignas de los discursos.

Mi madre leyó todas sus novelas, era una gran admiradora. Este fue el poema con el que mi padre se despidió de nosotros antes de morir. Dedíquelo, por favor, a Sonia, mi profesora, la que nos contagió el veneno limpio de la lectura. Ponga, por favor, esto: a Mónica, porque tiene el corazón lleno de poesía…

Compartir un Nosotros, formar parte de una educación sentimental, es el mayor premio que puede recibir un escritor. Es el premio que nos dan las Ferias del Libro. 

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