Verónica Barcina Téllez

Las derechas españolas (las europeas y las yanquis también) quieren migrantes de crucero, jet privado y Golden Visa para obtener permiso de trabajo y residencia al comprar ladrillos por más de 500.000 € o realizar inversiones. Tampoco les importan las mafias instaladas en Barcelona, Madrid, Málaga, Alicante, Baleares o Valencia que acogen el 90% de esta migración. Para nada les preocupa el origen y el color de ese dinero, es más: oyendo al neoliberalismo expoliador, se diría que lo prefieren negro y rojo sangre.

Las derechas también promueven la llegada de negros, amarillos, moros y sudacas, mahometanos, judíos o evangelistas, siempre que sean estrellas millonarias de la bolsa, el balón o la farándula. En los últimos años, estos ricos, también los patriotas dan ejemplo, desfilan por los tribunales acusados de escaquear impuestos asesorados por virtuosos contables. Ahora, el paraíso fiscal de Ayuso elabora una ley a medida de Mbappé para que paguen menos impuestos en perjuicio de la Sanidad y la Educación públicas.

Piden una migración ordenada, con contratos de trabajo y papeles, exigéndole renunciar a sus culturas, a sus creencias y a sus lenguas. Lo que proponen las derechas europeas, las extremas y las otras, se ajusta al modelo colonial que tanto rendimiento dio, y sigue dando, al capital en EE.UU. y Europa. Un modelo tan exitoso que lo han asumido países como China, la India o las dictaduras petroleras, que difiere poco, en el siglo XXI, del practicado por los faraones y que convierte los sueños de unas vidas mejores en pesadillas.

Pero las derechas también necesitan otro tipo de migración, mayoritaria y sin papeles. Sí, ha leído bien: SIN PAPELES. Una migración africana, resistente al sol, curtida en la sed y experta en hambres para esconderla en asentamientos entre plásticos en el desierto de Almería y en las marismas de Huelva. Una migración para la agricultura, la pesca, la construcción y la hostelería, sumisa y callada, sin dignidad salarial y reloj sin agujas. Una migración para recordar a los parias patrios que siempre pueden bajar otro escalón social.

La migración preferida de las derechas es la sudaca de piel blanca que habla castellano, proviene de la cultura imperial de la cruz y la espada y no le hace ascos a votar derechas por temor a la otra migración de piel muy oscura que habla moro y proviene de la cultura invasora de la cimitarra y la media luna. También la prefieren sin papeles para imitar los salarios limosna y las condiciones esclavistas de las minas de Atacama y los campos de algodón. Esta migración es la ideal para atender a los mayores a bajo coste, casi gratis.

Con permiso de togas y bendición de sotanas, las derechas españolas (las europeas y yanquis también) señalan a la migración como causa de todos los males que afectan a la sociedad. Nada nuevo

Las derechas bizarras y bigardas mantienen las muy castellanas tradiciones dominicales de misa de doce y vermú a la una. En el templo intercambian gestos cómplices con ése o aquél compañero de timba, negocio y burdel o aliado en las mil causas para defender a la patria. Salvadas las almas, salvan la hacienda con un aperitivo en el casino donde se ponen al corriente de las últimas novedades, desde quién abandonó a un emigrante y su brazo amputado en la esquina de urgencias a quién despidió a la mucama que le negó la pernada.

Con permiso de togas y bendición de sotanas, las derechas españolas (las europeas y yanquis también) señalan a la migración como causa de todos los males que afectan a la sociedad. Nada nuevo. Abascal, Ayuso y el delincuente que les hace la competencia no hacen sino imitar lo que hicieron los faraones, la nobleza medieval, los “descubridores” del Nuevo Mundo, los sudistas americanos, las “potencias” en África y Asia, Franco, Mussolini y Hitler. Eso sí: con apoyo del voto inculto y manipulado por los medios y las redes sociales.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

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